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— No fue tu culpa, Katsuki—. Volvía a repetir en un tono aterciopelado y franco, acariciando muy levemente con su pulgar su mejilla.

Los rubíes ojos del monarca expresaban su sorpresa ante las palabras de Aiko, eran simples a oídos ignorantes, pero para quien las estaba recibiendo en ese momento guardaron gran significado. Le decían, de una forma breve, que no era causante de que aquellas dos vidas se apagaran. Qué él de todas las personas, no tenía que cargar con la pesada y corrosiva culpa. Sus hombros se sintieron más ligeros de un momento a otro, el frío que había estado calando hasta sus huesos se volvió en una cómoda calidez que comenzó a templar su cuerpo desde su mejilla izquierda y sintió que por fin pudo respirar.
Trató de hablar, decirle algo, alguna contradicción, pero su boca se abría y se cerraba mas ningún sonido salía de ella. Lo había dejado sin palabras.

Aiko notó cuando Katsuki dejó salir una profunda respiración, incapaz de decirle algo, ella decidió sincerar su corazón a quién había salvado su vida de morir de frío.

  — Desde un inicio, creí que iba a tener que pelear contigo y con Eijiro-kun para poder... Tomar venganza. Escalé una montaña, pasé por el Bosque de las Dríadas y caminé por horas sin dormir, con las manos entumecidas y toda esa sangre encima de mí—. Murmuró, dirigiendo sus manos a las de Katsuki, acunandolas entre las suyas.— Yo realmente... Nunca pensé en querer golpearte, me disculpo por eso. Pero una vez que estuvimos frente a frente, no te vi a ti... Sino que vi el rostro de los soldados que...

No pudo terminar sus palabras, aunque hace no mucho si lo había logrado hacer, sus cuerdas vocales se negaron a emitir nuevamente esa realidad. Con franqueza, miraba a los ojos carmines como si de un confesionario se tratara, él sabía cómo terminaba lo que iba a decir. Estaba volcando el contenido de su corazón con él y Katsuki sintió que tal vez él debería hacer lo mismo. Su voz que le transmitía tranquilidad y lamento de alguna forma le decía que una vez que cruzara de vuelta la puerta ella no iría a hablar de nuevo de eso y en silencio le ofrecía una última vez para desahogarse.
Las palabras seguían saliendo de la boca de Aiko sin que ella siquiera las pensara mucho, le dolía siquiera pensar en las consecuencias que podría traerle tocar a un hombre tan temperamental como Bakugo Katsuki y mucho menos deseaba pensar en las secuelas de hablar sobre su tristeza con un Rey; todos los reyes eran impredecibles y Katsuki no era una excepción. Gastar energía en pensar en todo aquello era inútil, puesto que se marcharía ni bien hubiera llenado su estómago con comida y ahora con su espada.

Marcharía a morir en la guerra.

  — Simplemente proyecté mi dolor, me sentí impotente al no poder hacer nada por ellos. Y tú tenías lo único que me hacía fuerte; mi espada, mi mana, mi salud. Y al ver que con solo mi sello podías controlar mi vida me di cuenta de lo vulnerable que fui todo este tiempo.

Katsuki no pudo evitar morderse la lengua de rabia. Si tan sólo él hubiera confiado en Aiko como lo habían hecho Kirishima, Uraraka y Deku nada de eso habría pasado. Como un bárbaro, había husmeado dentro de sus recuerdos, luego adrede provocó la aparición de su promesa de sangre para que se devolviera a Musutafu y no anduviera por las calles de Bishajin mucho más tiempo. Había actuado bajo cólera, pero no era él quien pagaba las consecuencias de sus acciones, sino la fémina frente a sus ojos.

  — ¿Por qué? — la pregunta se formuló sin que pudiera retractarse, Aiko lo miró esperando una continuación y él, con la mandíbula apretada, siguió.— No necesito tu pena. Sabes que si yo no hubiera mantenido tu espada, te habrías podido defender y no estarías aquí ahora mismo.

  — Al contrario. Si no hubieras mantenido mi espada, seguramente hoy no estaría viva.

  — ¡Para ya con tus tonterías! Maldita sea.— subió levemente la voz dejándose ganar por la emoción, se levantó de forma abrupta tirando su banco, con los puños fuertemente apretados a ambos lados y con el ceño profundamente fruncido, pero aún miraba fijamente a los orbes verdes de Aiko.— Lo sabes más que yo, lo has visto con tus propios ojos, Ángel. Esos dos idiotas no se habrían tenido que sacrificar si solo-

•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora