— Hola, hermoso Dragón.
...
Kirishima vaciló un poco antes de acercarse a la fémina. Por más que estuviera de pie gracias a su terquedad, su cuerpo temblaba inestable balanceándose levemente de un lado a otro, siendo que de puro milagro no se habían abierto sus heridas, aún. Sus ojos verdes le dedicaron una mirada de alegría, bajo éstos no pudo ignorar las pequeñas ojeras que supuso se habrían formado en el tiempo desde que lo había liberado.
— General Aiko, déjeme ayudarle.
Tanta formalidad hizo que arquease sus cejas. En una situación normal habría rechazado la ayuda, pero eso estaba lejos de ser una. Podía notar por el dolor latente de su piel hasta donde se extendía su herida más grave, ésta iba desde la parte izquierda de su abdomen hasta encontrar su unión en su espalda. No apartó al dragón cuando éste tomó su brazo para guiarla de vuelta a la cama improvisada.
— No pensé que nos volveríamos a encontrar, estaba más que segura de que aquel lobo blanco sería mi final. Te preguntaré por los detalles cuando pueda respirar sin que duela todo mi cuerpo, ¿si?
Aiko le sonrió levemente, estaba algo somnolienta por haber pasado inconsciente por un largo período de tiempo.
El dragón se apresuró a buscar algo de agua bajo la atenta mirada rubí que había estado observando en silencio desde que su amigo había intervenido. Debía admitir que a pesar de tener su rostro magullado, el cabello rubio despeinado y el cuerpo cubierto de vendas, aquella humana había provocado que más de una vez en aquellos dos días, él se encontrara observándola mientras Kirishima no estaba. Bien sabía que sí éste lo atrapaba contemplando a una chica dormir, se mofaría hasta el cansancio y no le dejaría olvidar aquello hasta el día de su muerte.
— Discúlpame, ¿como te llamas? No me gustaría referirme como "tú".
Las palabras sacaron al Rey de sus pensamientos, dirigiendo inmediatamente su atención a la fémina que esperaba la respuesta de su amigo.
— ¿Eh? ¡Ah! Claro, casi lo olvidaba. Mi nombre es Kirishima Eijiro, un gusto.
— ¿Eijiro? Es un nombre muy bonito, me gusta. Bien, entonces, Eijiro-kun.
Aiko sonrió sin mostrar sus dientes al momento que cerraba sus ojos y se recostaba. Confiaba en que aquel era un lugar seguro, así que podría dormir un poco antes de partir de vuelta a Musutafu. El recuerdo que guardaba su piel le hizo abrir los ojos de golpe algunos minutos después, recordando lo que había estado mal en todo momento. Sin molestarse en moverse de su cómoda posición, preguntó, ya sin la incomodidad de la garganta rasposa y la lengua seca.
— ¿Eijiro-kun? ¿Dónde está mi espada?
El dragón paró en seco y dirigió su mirada roja a la tercera presencia en la cueva. Katsuki Bakugou se encontraba recostado en una de las paredes más lisas, con los ojos cerrados pero todavía aun con el ceño fruncido. Eijiro se veía realmente incómodo mientras esperaba que su amigo abriera los ojos y aclarara la situación.
— ¿Sucedió algo con mi espada, Eijiro-kun?
Ante la impaciencia de no obtener respuestas sobre el objeto que para ella era una extensión de su cuerpo, comenzó a intentar levantarse nuevamente. No fueron las amables manos de Kirishima quienes la volvieron a sentar sobre su culo, sino un tosco tacto al que cualquier guerrero estaría acostumbrado. Apretó sus dientes por el dolor del pequeño impacto que recorrió todo su cuerpo, haciéndola querer maldecir.
— Tu pedazo de metal está bajo mi custodia. No permitiré que lleves armas mientras seas un desagradable humano y puedas intentar herirnos.
— Disculpe que le lleve la contraria, pero usted no pue-
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•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]
Hayran KurguEn los reinos sigue sangrando la cicatriz de la guerra que concluyó hace treinta años, la aparente paz mantiene la tranquilidad como calma antes de la tormenta, pero a los cimientos los corroe la traición, tirando todo abajo. Para Aiko, siendo la Pr...