Afilaba su esplendorosa espada mientras echaba un ojo a los nuevos reclutas. La mayoría eran niños cegados por aires de grandeza de la nobleza enviados bajo su mando para intentar que fueran hombres de provecho. Esperó encontrar a alguna chica, pero una vez más ese año su deseo no fue escuchado, después de todo la mayoría creía que la guerra era para hombres y que una mujer no podía dar cara a la muerte. Vió su reflejo en el metal, decidiendo que ya estaba lo suficientemente afilada como para cortar huesos.
Se sentía un poco asfixiada entre los muros del castillo, por más que fuera como su hogar y entre ellos había crecido rodeada de personas que llegó a amar como a su familia, pero siempre se había considerado alguien más de campo. Prefería unas cuantas veces dormir bajo el cielo estrellado que mirando un techo cubierto por el fresco de algún artista a quién le gustaba mucho pintar mujeres desnudas.
No prestaba demasiada atención al cabo que instruía a los nuevos en el uso de la espada, sobre cómo blandir y los errores que no debían cometer en la guerra.— Para demostrar eso, le pediremos a nuestra amada y hermosa Primer General que nos ilustre en el arte de la espada—el comentario de Sero le sacó un suspiro de burla, sí que era verdad que él era cruel con los nuevos. El bromista de Hanta se había ganado su simpatía y siempre había usado su nombre para poder reírse de las caras de susto que normalmente tenían los nuevos en los primeros días de entrenamiento.
Los jóvenes dirigieron su mirada en la fémina de rostro grácil que plácidamente había estado afilando un arma las últimas dos horas de entrenamiento. Ella se levantó, tomando la gran espada como si fuera tan ligera como una pluma y envainandola en la vaina de su cintura, arrebatándole a Hanta su arma de las manos, siguiéndole un poco el chiste.
Nadie retrocedió o hizo un gesto de miedo a los que tanto Aiko como Hanta estaban acostumbrados cuando la fémina hacía mínimo acto de presencia, sino que la risa y comentarios despectivos brotaron de la mayoría de los hombres sin falta.— ¿Que está diciendo, Sero-dono? ¡Ésta mujer no podría con ninguno de nosotros ni en mil años!
Hanta borró la sonrisa de su rostro al escuchar el soberbio comentario del novato, dando un paso adelante para defender a su superior mas no fue necesario, el brazo de Aiko entregándole su preciada espada lo detuvo. Tomó la espada sin esperar encontrarse con algo tan pesado, algo con lo que seguramente él no podría luchar ya que apenas había logrado que no se cedieran sus manos ante tan incómodo peso.
La joven blandió su espada con una expresión neutral, retandolo sin siquiera tener su armadura cuando su atacante verbal tenía sus puntos vitales protegidos por una malla de metal, en cambio el cuerpo de ella solo era protegido por una holgada camisa de lino y sus piernas estaban enfundadas en pantalones de cuero. No había un ápice de armadura que la protegiera de las heridas.
El joven adulto de unos veinte años dió unos pasos para ponerse a la defensiva, subestimando a su general y viéndola como una presa fácil.—No me culpes si luego lloras, mujercita— sonrió con superioridad y Aiko mantuvo su posición firme, repleta de perfección para los amantes del arte de la espada.
El varón fue el primero en atacar corriendo directamente a clavar su espada en su carne, mas ella lo esquivó con naturalidad, culminando el combate con un golpe en la nuca con la empuñadura de la espada a su agresor. Se había movido de manera brusca, evidencia de que no entendía a su espada en lo más mínimo, balanceando el arma como se haría con una rama y perdiendo fácilmente el centro de gravedad.
Mantuvo una expresión estoica hasta que despojó al novato de su arma y armadura.
Giró a los demás, mostrando a su primer retador como un ejemplo.— Nunca subestimen a su enemigo. Podrán creer que las mujeres son débiles, pero en realidad, algunos asesinos de la historia fueron mujeres, tanto con habilidades como sin. Subestimar a una mujer más que a un hombre, eso es lo que les podría traer una muerte inmediata y más si hablamos de la guerra. El campo de batalla no diferencia género y la gente puede lograr de todo con tal de sobrevivir. No olviden — su tono gélido calaba las almas de todos, dejando una huella y un recordatorio que no importaba cuanto fuego aplicasen nunca podrían borrar.
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•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]
FanfictionEn los reinos sigue sangrando la cicatriz de la guerra que concluyó hace treinta años, la aparente paz mantiene la tranquilidad como calma antes de la tormenta, pero a los cimientos los corroe la traición, tirando todo abajo. Para Aiko, siendo la Pr...