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Sus iris se hallaban perdidos en las grises nubes y la blanca vista que ofrecía la capital de Bishajin luego de aquella tormentosa noche. La nieve continuaba descendiendo gentil desde el cielo, tal como si estuviera dando su despedida a quien la contemplaba con tal devoción desde la altura de ese balcón.
Sus fosas nasales ardían por el aire a tan baja temperatura que debía respirar, mas ignoraba lo gélido en sus pulmones y mejillas, pues estaba guardando en su mente, corazón y alma como se veía aquel hermoso pueblo desde la privilegiada vista que se le había permitido. Su mandíbula delató el frío que su cuerpo estaba comenzando a sentir, pero su terquedad la mantuvo firmemente en su lugar. Soltó una exhalación profunda, formando una nube de vaho y tratando de calentar sus dedos con su aliento, fallando pero aún siguiendo inmóvil.

Hacía no mucho tiempo de que la amable joven que la había cuidado se retiró junto a Kirishima, el dragón de lengua suelta fue a comentarle lo que sus oídos habrían escuchado de alguien más y supuso que también habría ido a despedirse, la atmósfera no resultó ser la mejor ya que entre Eijiro no queriendo decir adiós, la pequeña que apenas podía contener sus lágrimas y Aiko arrastrando esa gran pesadumbre desde su enfrentamiento con el rey, ninguno entre esas cuatro paredes había podido dar una genuina sonrisa.
A fin de cuentas, ambas visitas dejaron los aposentos y desde hacía un tiempo que estaba sola.
El sol cayó apenas pudiendo ojear la tierra entre las nubes con alguno de sus anaranjados rayos. Aiko pensó que a esa hora aproximada ella pretendía salir del palacio a hurtadillas, pero por los giros del destino en ese momento sólo contemplaba la nieve caer.

La pesada puerta con sus chirrianres bisagras se abrió detrás de sí, unos ligeros pasos se dirigieron a donde estaba ella, anunciando su presencia de forma silenciosa.

  — No necesitarás de un Primer General si abandono el reino.— dijo, suave y recordando algunas cosas que el pequeño dragón le había comentado.
La persona detrás de sí simplemente exhaló resignada, siendo bien consciente de quien podía ser la persona que habría ido a abrir la boca frente a ella.
Katsuki se recostó de espaldas al gran barandal de mármol, mirando a la dirección contraria a Aiko y cruzando sus brazos, ignorando la nieve que humedecía su ropa a la altura de su cintura.
El silencio se hizo entre ambos, a la altura se podía oír al viento susurrar y silvar, moviendo sonidos y las copas de los árboles, pero el viento pareció mover más que eso.

  — Deberías prepararte, los asquerosos humanos siempre son tramposos, buscarán darte dónde te duele.— aconsejó soltando un poco su lengua y por primer vez diciéndole lo que pensaba sin ningún filtro. Ya era la segunda vez se despedía de ella, pero esta vez no estaba seguro de si sus caminos se volverían a cruzar nuevamente.
La carcajada que rompió el aire luego de algunos segundos de silencio lo tomó por sorpresa, las risas brotaban de Aiko como una dulce melodía y la sonrisa en su rostro lo tomó desprevenido, hallándose a sí mismo observándola reír con tanto fulgor. Sintió el calor subir a su cara y sus ojos eran incapaces de despegarse, él nunca había presenciado ocasión alguna en la que Aiko hubiera bajado tanto su guardia como para reír así.

  — ¿No me llamabas "asqueroso humano" hace no mucho? — bramó, divertida por el repentino cambio en la actitud del rey y disfrutando ese momento de júbilo que se estaba permitiendo, secándose una lagrima de diversión.
Cuando giró a mirar a Katsuki, su expresión estaba más calma que lo usual, sus cejas estaban relajadas y su mirada apacible simplemente estaba en su dirección, fija en ella. Calmó su risa al no poder interpretar esa expresión, mas cuando iba a disculparse, Katsuki habló.

  — No eres como ellos, Ángel.

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•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora