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El trayecto en caballo de vuelta al campamento fue ameno, por no decir silencioso, habían hablado por un rato sobre cosas varias y demasiado ligeras, comida favorita y menos favorita, de que tan gélido podría ser ese cruel invierno y de porqué la tarta de fruta era la preferida de Aiko, tema en el que Katsuki no quiso ahondar demasiado, la mención del difunto príncipe heredero parecía un tema delicado para ella.

Llegó un momento en que la voz de la fémina se fue acallando, cayendo víctima de su cansancio mental y de la comodidad y calor que el cuerpo de Katsuki le estaba trasmitiendo que poco a poco fue deshaciendo el frío que ese tétrico bosque le había dejado. Sería indecoroso que la hallasen así con algún hombre, con sus brazos rodeado su cintura y su mejilla pegada a su espalda, dormitando mientras oía el acompasado y sereno sonido del corazón del rey, por primera vez no le interesó que pudiesen opinar los demás respecto a eso.

Le dio la razón a él sólo por esa vez, ya no era la Primer General, ya no debía mantener la construida imagen de un virtuoso guerrero y de a la vez de una dama virgen intocable, podía disfrutar de andar a caballo mientras lo abrazaba, permitiéndose bajar un poco su guardia, confiando en que con él nada malo podía suceder
El amanecer los abrazó con el sol y sus cálidos rayos, dejando atrás cualquier indicio del invierno y dando paso a un cielo celeste sin nubes. Apenas a la lejanía se veía el campamento y Katsuki no se atrevió a despertarla, nunca la había visto dormir tanto como esas últimas veinticuatro horas. Había conocido esa clase de cansancio mental apenas cuando se enfrentó a Bahamut hacía unos años, no pudo dormir durante noches pensando que esa catástrofe se acercaba a su reino y por más que tratase de cerrar los ojos, no lograba descansar.

Llegó con el caballo hasta el límite de campamento, apenas habían un par de personas despiertas, la fiesta había durado largo y tendido y mucho de sus soldados y de los pertenecientes a la resistencia estaban aún durmiendo a un lado de las fogatas que poco a poco se iban extinguiendo.

El aroma de pan siendo horneado a esa hora de la mañana le movió las tripas, habían tenido una buena charla sobre que desayunar o que no, pero podía asegurar que no importaban ninguna de sus preferencias, si le ponían un trozo de pan caliente frente a los ojos, tanto él como Aiko comerían sin chistar.

Tomó con una mano las de Aiko, que se mantenían en su abdomen manteniéndose firmes para no caer del caballo, y las palmeó levemente, despertandola con gentileza. Hizo una señal al caballo para que se sentarse sobre sus cuatro patas y así hacerle más fácil a Aiko bajar. Lo había estado pensando en todo el camino, no debía dejar que ella por si sola saltara ni podía tomarla por la cintura y bajarla él mismo, aún estaba herida.

Se bajó primero Bakugo del semental, mirando como aún seguía algo adormilada, no le dio tiempo a pensar, poniendo ambas manos debajo de sus brazos, levantándola como una niña pequeña hasta dejarla de pie.

  — Su Majestad, podía levantarme sola— fue lo único que dijo, dando un bostezo.
Katsuki hizo caso omiso a su queja, claro que estaba consciente que podía, eso no significaba que la iba a dejar.

  — Adelantate, el Tontoroki dijo que quería hablar contigo— informó, tomando las riendas del caballo y comenzando a caminar hasta los establos improvisados, Shoto Todoroki había insistido en dejar los caballos a cargo de los humanos tras el discurso que sus hombres eran de confianza, no estaba sorprendido de estar devolviendo él mismo su propio caballo que le habían robado a los humanos.

No logró caminar ni cuatro metros cuando oyó los pasos detrás de él, siguiéndolo con fidelidad. Dio un suspiro antes de girar y hallar a quien ya había adivinado. Ella adelantó sus pasos hasta quedar a su lado, mirándolo mientras esperaba que continuara su caminata para caminar a su lado.

•Dominio de Bestia• [Katsuki Bakugo × OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora