Ⅲ: El último adiós infame

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Día 507

La ceremonia Aeternum Vale, es el ritual llevado a cabo para despedir y conmemorar la vida del Celestial fallecido, que, en circunstancias esperadas, el deceso era marcado por la longevidad de la vida y un largo y pleno camino recorrido.

Tal vez, esa era la anomalía presente en el cielo de Caelestis, la prematura muerte que no pudo ser prevista, sin un anuncio claro y factible de que el mayor riesgo pronto se cerniría desde las profundidades de un catastrófico territorio que se proclamó triunfador una vez más. En una retribución al daño perpetuado y que sería impuesto a los inocentes y culpables, sin importar sus intenciones.

Una vida inmortal fue arrebatada, violando las leyes establecidas y que en milenios no habían sido transgredidas.

El conocimiento murmurado por una predicción conocible, fue representada en símbolos y vistazos engañosos, que logró ser interpretada por el único sucesor viviente de un enlace directo al futuro aunque limitado a los sucesos que conocía y debían darse según lo pactado por el Cosmos y los Elteres con quienes podía comunicarse.

La ventaja no existía cuando el curso de la vida exigía el cumplimiento propuesto.

Lo que le da forma a la tormenta que logro ser aislada por el domo que TaeHyung D'Angelo sostenía, no sólo para honrar la nueva y naciente alianza entre Lucem y Tenebrae, sino como un acto silencioso de apoyo y amor consagrado a quien desde hace tiempo atrás su odio había desatado y que se desleía en el celeste de una mirada que hasta el tiempo actual amaba.

Solo que sería otra confesión que no podría ser expresada por los errores que una mente apresurada y presionada por el destino que se le fue otorgado cedió y cayó al vacío, soltando la mano de su primer amor.

―¿Te encuentras bien TaeHyung? ―cuestionó NamJoon, quien había decidido seguir a su compañero Saenon, luego de ver lo perturbado que se encontraba a raíz de la discusión con JungKook.

Aunque a simple vista y para quien lo observará, no lograría notar nada más allá de la impasible expresión de su rostro y los movimientos seguros y confiados de su cuerpo al caminar, era lo aparente que todos veían en un Celestial admirado, como lo es TaeHyung.

Una superficie, un solo lado al opuesto que se oculta bajo la sombra y el dolor, una parte de sí mismo que solo enseña lo que se espera de él. La debilidad desde la posición en la que se encontraba dentro de la jerarquía al asumir dos rangos, exigía una fortaleza inquebrantable ante los horrores que todos desconocían y que solo a los verdaderos elegidos se les permitía conocer de forma parcial y fragmentada.

Una oscura profundidad que podía entreverse por pequeños y efímeros vistazos, los cuales se exhibían en el grisáceo de sus ojos, un color tan claro y puro que proyectaba la sombra de las emociones que invadían su cuerpo, que saturaban la contención a la que se sometía día a día, una señal que en su mirada solo para quienes están dispuestos a observar más allá de lo vano e ilusorio de una posición, hallaría la carencia que en la soledad autoimpuesta sangraba desde que venció la posición por el amor.

―No hay razón para no estarlo, esto no es más que una parte del protocolo que de ahora en adelante ambos linajes vamos a seguir manteniendo ―respondió TaeHyung con un tono de voz tan calmo y apacible, como si el encuentro anterior no lo hubiese conmovido.

La verdad que los vincula a ambos, JungKook Makris y TaeHyung D'Angelo, en las ocasiones en que se encontraban uno frente el otro, dos momentos atemporales cuando sus miradas volvían al centro de atracción que localizaron en la contraria, durante unas milésimas de segundos la eternidad se filtraba sobre ellos, hasta que la realidad era corroída por el arrepentimiento y el rencor que afloraba cuando las barreras volvían a imponerse.

El Monarca de Sangre || TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora