Capítulo 6

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Narra Lisa

El aire en mi cara me hacía sentir libre, mi cabello parecía tener mente propia pues se movía sin cesar.  La tarde era hermosa, los rayos de luz del sol empezaban a pintar el cielo de un tono rosa.

Jennie se aferraba a mi cintura con fuerza. Me sentía feliz de que me abrazara como lo hacía antes, tenía una gran sonrisa que nada ni nadie pudo quitarme. Hice que gringo bajará la velocidad hasta el punto de detenerse.

Bajé primero, extendí mis brazos para que ella bajará, con algo de desconfianza se dejó ir a mis brazos. Me quedé hipnotizado al mirarla, perdí la fuerza y caímos. Yo abajo y ella encima mío.

Tenía impulsos de robarle un beso, pero me controlé, no se como pero lo hice.
Miraba fijamente sus perfectos ojos marrones, cada una de sus finas facciones. Empiezo a tener envidia por ese sujeto.

Su rostro empezó a tomar un rubor notable, me causó mucha ternura. No pude evitar tocarla. Mi mano se colocó en su espalda y llegué a su rostro. 

— L-lo siento — dije tímidamente.

Ella respondió con una sonrisa, me levanté y le extendí la mano para ayudarlo a que se parara.

Se colocó de nuevo su sombrero y tomó la rienda del caballo y lo ató a un árbol para que no se fuera.

Empezamos a caminar un poco más allá del las tierras de la hacienda Kim, el lugar sin duda era inmenso.

— Solía venir aquí con alguien todas las tardes — este era nuestro lugar favorito en las tardes, cuando Jennie se fue; pasó a ser sólo el mío.

— ¿Enserio? ¿Y quien era ese alguien?

— Se podría decir que es la chica que siempre e amado — siempre fue muy curiosa, parece que aún lo es. 

— ¿Dónde está ella?

— Es una larga historia... Y muy triste

— ¿Podrías contarme?

— Todo empezó cuando tenía diez años, mis padres murieron en un accidente aéreo — su mano tomó la mía cuando sentí tristeza al recordar lo que ella ya sabía  — mi abuela trabajaba y mi hermano mayor también, tomé la responsabilidad de cuidar a mi pequeña hermana que sólo tenía once meses de haber nacido, las cosas empezaban a ponerse feas, pues a mi hermano le acusaron de robo y lo detuvieron en la cárcel, para sacarlo debíamos pagar fianza y no teníamos, sin la ayuda de él a mi abuela se le hacía muy pesado trabajar por su edad, empecé a buscar trabajo y fue aquí donde llegué con las esperanzas al máximo después de haber sido rechazada en ya muchos lugares. Hablé con el capataz en ese entonces era igual que todos me rechazó por mi corta edad e inexperiencia, el señor Kim iba saliendo y escucho todo, él me contrato al oír mi estado, al principio empecé como todos, recogiendo manzanas, me fascinaba hacerlo, las manzanas empezaban a ser mis confidentes pues estaban presentes en los momentos más duros de mi vida. El capataz era un hombre duro, cruel, déspota y sádico, por alguna extraña razón le gustaba verme sufrir. Un día, me quedé hasta tarde con los manzanos, cuando lo mire llegar en su caballo, bajó de el animal y se acercó con una fusta.

— ¿Luego que pasó?

— Intento hacerme daño, corrí lejos, me había pegado en las piernas, la espalda, hasta en el rostro, yo le había lanzado una que otra piedra en la cara, pero él tenía ventaja por ser más grande y más fuerte, nunca nadie supo de eso — decirlo era igual de difícil que recordarlo — Esperé a que me pagarán, entre mi abuela y yo sacamos a mi hermano para abandonar mi empleo.

— ¿Luego que pasó? — preguntó después de que me quedé sin palabras, el pasado me aprieta la garganta, comí si quisiera estrangularme.

— Intentó hacerme daño, corrí lejos, me había pegado en las piernas, la espalda, hasta en el rostro, yo le había lanzado una que otra piedra en el rostro, pero el tenía ventaja por ser más grande y más fuerte, nunca nadie supo de eso — sentía vergüenza de que me viera llorar, así que limpie unas lágrimas rebeldes que se escapaban de mis ojos — espere a que me pagaran y entre mi abuela y yo sacamos a mi hermano para abandonar mi empleo.

Vestido blanco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora