Capítulo 16

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Frente a ese lago artificial, Lisa solía ir en su tiempo libre para sentir tranquilidad y paz.

Era demasiado joven para lidiar con los problemas de casa. Demasiado joven para pensar que comerían día a día, demasiado joven para cuidar a una bebé recién nacida y demasiado joven para trabajar y soportar a las personas abusivas, una vida difícil demasiado joven.

Taeyeon solía ser amable con la pequeña Lisa, la segunda vez que regresó, ella intercedió por ella para que su esposo le diera el trabajo, Taeyeon miraba la necesidad en la pequeña Lisa.

Claro que Seokjin lo dudó, una vez trabajó con él y se fue sin explicación alguna, pero lo hizo, la contrató con un sueldo un poco más alto; porque Taeyeon lo que ella pedía, Seokjin lo hacía sin decir peros, la amaba tanto que siempre quería complacerla.

Pero no todo lo que es bueno dura para siempre, Taeyeon falleció cuando dió a luz a su segunda hija, todos en la hacienda lamentaron la muerte de la noble mujer, incluida la pequeña Lisa.

Seokjin pareció volverse loco y morir en ese momento. Se convirtió en un hombre sin afecto hacía los demás, cayó en el alcoholismo, se levantó y siguió siendo aquel hombre "sin sentimientos".

No podía lidiar con Jennie y menos con Ella, esa niña nació y su amada murió. Lo mejor que se le ocurrió fue mandarlas a Inglaterra, que Diana, la ama de llaves de la familia de Seokjin; se hiciera cargo de ambas hasta que él pudiera volver a lidiar con la idea de ser viudo.

El tiempo pasó y con él se llevó los mejor años de Seokjin, el tiempo pasó para Jennie y Ella, ambas crecieron bajo los estándares de Diana, ella las amó y les dio lo que necesitaban de niñas; amor maternal y calor de hogar.

Seokjin nunca las abandonó en cuanto a su estabilidad financiera, Jennie estudió en las escuelas más finas y las de mejor categoría.

La joven Kim robaba suspiros, pero nadie robaba los suyos.

La pequeña Ella seguía los pasos de su hermana.

Todas las vacaciones tenían disponibilidad de visitar a su padre, aquel hombre sin motivos de vivir, comenzó a regularse en la hacienda Kim Apple Acress, la levantó y se hizo más rico de lo que ya era.

Jennie solía aburrirse de viajar mucho tiempo cada año, desea dejar de hacerlo y comenzar a llamar por teléfono, enviar cartas o alguna clase de señal de humo para dejar de ir; hasta que un día conoció a Lisa y eso cambió.

No lo olvidaría nunca.
Lisa ya no era tan pequeña, la pubertad y los cambios que vienen con la edad hicieron de ella una muchacha bastante guapa, sus cabellos rubios iban siempre atados en una coleta baja y en su cabello el sombrero que alguna vez fue de su padre.

Jennie por primera vez sintió que alguien robaba sus suspiros, ahora quería viajar todos los años, cambiarse de país de ser posible.

La coreana sabía de Lisa, comenzó a verla trabajar y pensó que quizá necesitaba una amiga. Un día inventó una excusa para tener a Lisa cerca.

Pidió ayuda para preparar a una yegua para ir a montar, claro que ella sabía hacerlo, no iba a decir eso.

— Buen día — la rubia saludó a la hija de su patrón.
— Buen día. ¿Lalisa cierto?
— Para servirle señorita — Jennie sentía que se derretía — ¿En qué puedo ayudarle?
— Quiero ir a montar, pero realmente no se hacerlo. ¿Podrías enseñarme?

La tailandesa desvío la vista hacia donde se suponía que debía estar, Jennie lo notó.

— Descuida, no te meterás en problemas.  Hablaré con mi padre y él estará de acuerdo.
— Será un placer enseñarle señorita, pero también debo mantener mi empleo.
— Lo harás — la coreana sonrió y en un acto muy atrevido se aventuró a tomar la mano de la rubia entre las suyas.

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