Epílogo.

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Bayanovka, aquel pequeño pueblo de campesinos y artesanos poco a poco despertaba de su letargico sueño en el que estuvo sumido desde la época soviética, ahora en cambio gracias a la gestión de Faddei Smirnov había comenzado a prosperar sin perder su aire campirano sobre todo desde que una compañía de la capital sentó ahí su base donde organizaba excursiones a los montes Urales dándoles una gran oportunidad a los pobladores de vender sus productos y generar ingresos que pronto marcaron la diferencia pues la reparación del templo y la reapertura de la escuela local lo demostraban.

Cerca de ahí montaña arriba en un terreno ondulante salpicado de abetos, robles y pinos, una colorida casa se destacaba rodeaba de sus cuidadas parcelas donde las coles, el nabo y el betabel se mezclaban con las hierbas de olor y los tomates. Al fondo se veía un establo donde una docena de vacas esperaban para ser ordeñadas por un alegre japonés que se presentó a su hogar con cubo en mano, al terminar la faena se dirigió a su cocina de leña que sólo utilizaba para elaborar sus delicados quesos, mermeladas y conservas pues Yuuri Katsuki había descubierto una nueva pasión por este arte que además le daba bastantes ganancias en el mercado local de Karpinsk y recientemente con los turistas que llegaban ansiosos por probar los productos organicos que comenzaban a dar fama a la región, eso junto con un acuerdo con la escuela local a la que proveía de galletas y panecillos para los desayunos lo mantenían ocupado gran parte del día. A unos metros de distancia de la cocina un anciano bastante fuerte aun pese a su edad colocaba cuidadosamente en cajas de cartón las tiernas zanahorias que llevaría al mercado de la ciudad ayudado por su nieto que para ese tiempo dominaba a la perfección su oficio, además de que gracias a su desarrollado sentido del negocio había hecho que la granja prosperara con las abundantes cosechas y productos que elaboraban lo que les daba los suficientes recursos para vivir holgadamente y libres de preocupaciones económicas ya que incluso se permitieron adquirir una nueva camioneta para tener el transporte adecuado para sus entregas en la ciudad pese a las protestas iniciales del abuelo que argumentaba que su viejo auto aún era bueno para dicho fin pero que en cuanto el peliplata llegó con su nuevo vehículo admitió su error, junto con eso aun disponían del capital que habían llevado desde su huida de Moscú tres años atrás y que guardaban cuidadosamente en un escondite en el sótano pero del que apenas si habían tocado unos pocos rublos sobre todo al inicio de su estancia ahí, en conclusión tenían todo lo que materialmente necesitaban conforme a su estilo de vida modesto y además con la satisfacción de haberlo obtenido a base de su arduo trabajo lo cual era mas que gratificante.
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Este es el tercer verano de Viktor y Yuuri en Bayanovka, muchas cosas han pasado en ese tiempo algunas buenas otras malas, pero lo mas importante; estaban juntos y dispuestos a enfrentar los retos con valor tal como lo hicieron cuando el abuelo Kisilev tuvo que ser hospitalizado en Karpinsk por un par de semanas con un pronóstico sombrio pero que en cambio progresó dejando sorprendidos a los médicos a causa de su férrea determinación de seguir viviendo para disfrutar de la presencia de sus nietos pues a Yuuri lo veía tal como a Viktor. ¿Pero aparte de eso que otros sucesos se habían suscitado?, varios en realidad, uno de los mas importantes era que el japonés había vuelto a tener contacto con la hermana de Sasha, esta despues de largas charlas logró que sus padres al fin aprobaran que Yuuri se comunicara por videollamada con su pequeño aunque este no hacía más que ver con curiosidad a través de la pantalla del teléfono a su todavía desconocido padre. Pese a eso Yuuri estaba resuelto a no perder a su hijo, la experiencia de Viktor con su padre le había dado una gran lección y si bien sabía que era posible que en algún momento de su vida el pequeño Yuuri le podría hacer un reproche por la muerte de su madre estaba dispuesto a enfrentarlo. Viktor por su parte tardó bastante en decidir que haría respecto a su relación con Filip Tarasov ya que era obvio que no sería para nada fácil ver a aquel hombre como su progenitor, finalmente una tarde de invierno mientras veía a través de la ventana como la nieve caía sobre los tejados de las casas vecinas dentro del pueblo, decidió tomar su teléfono y marcar a aquel número que siempre llevaba en su billetera y que en más de una ocasión trató de llamar aunque se detenía a medio camino, pero no esta vez, una voz conocida de inmediato respondió precedida de un breve silencio. Lo que ambos hablaron quedaría en el mas completo secreto no obstante a partir de ahí un hombre con cabello rojizo y ojos azules bastante alto y atlético de poco más de cincuenta años se hizo visitante asiduo de aquel tranquilo pueblo llegando siempre con generosos obsequios para los habitantes de aquella granja sobre todo para su hijo que estaba próximo a cumplir 32 años. Aparte de eso la vida en Bayanovka era relajada y con cierta monotonía que estaba lejos de molestar a Yuuri y a Viktor pues eran felices entre los sencillos vecinos a los que poco a poco lograron conquistar ya que como todos los aldeanos solían ser al principio un poco recelosos, pero ahora en cambio  tenían a buenos amigos entre las personas del pueblo tanto asi que cada domingo tenían invitaciones a bautizos, bodas o simplemente para convivir mientras asaban carne o pescado a orillas del lago.

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