Cap.1- Un fracaso

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Es una fria mañana de otoño en Moscú la capital rusa, son apenas las siete pero ya multitud de personas caminan por las calles que comienzan a bullir de vida en esa señorial ciudad colmada de antiguos edificios, jardines y lugares llenos de historia como la célebre plaza roja con la catedral de San Basilio de fondo. Es una ciudad vibrante, además la abundancia de negocios contribuye a la bonanza de la metrópoli ya que los restaurantes, bares, cines y cafés están diseminados por doquier. Sin embargo en medio de todos esos afortunados establecimientos un pequeño restaurante ubicado frente al jardín Travnikov uno de los más concurridos jardines públicos de la ciudad ostenta en la puerta el triste letrero de "cerrado" ¿pero qué es lo que ha pasado? Bueno, digamos que el dueño del lugar es un chico extranjero que pese a ser un extraordinario chef también es un empresario bastante ingenuo al que lidiar con el severo sistema fiscal ruso y los empleados abusivos lo hicieron perder todo su capital. Y no sólo eso, ahora como única herencia tiene una casi impagable deuda con el banco. ¿pero donde está ahora ese desafortunado chico? Para eso es necesario salir del centro histórico y dirigirnos hacia el sur de la ciudad hasta el distrito Ostankinsky que es una zona bastante normal de la ciudad, ahí, en un viejo edificio de cuatro pisos una ruidosa alarma comienza a sonar aunque una mano rápidamente se presta a apagarla, después de todo no necesita que lo despierten ya que ha pasado toda la noche sin conciliar el sueño.

-Otra noche sin dormir.- se quejó un chico japonés de 23 años.- Si sigo asi ya no tendré que preocuparme por la deuda con el banco.-

Lentamente se levantó y se dirigió al baño donde después de pensarlo decidió no bañarse puesto que no tuvo para pagar la cuenta del gas y ahora el agua de la regadera está helada asi que mejor optará por pagar los 5 rublos que cobran en el baño público.
Abrió su despensa y sacó de ella un vaso de sopa instantánea, esto es inusual ya que en un chef esto sería lo último que se esperaría pero aunque no era de su entero agrado no tenía mucho que elegir, más que todo por dos motivos, el primero; sus recursos eran escasos y el segundo era que dado su estado de ánimo no tenía siquiera ganas de cocinar.
Después de unos minutos en el microondas sacó su sencillo desayuno y procedió a comer con el desánimo de una persona que sólo lo hace por necesidad física. Entre cucharada y cucharada ve con cuidado los anuncios en el periódico en busca un empleo, sus castaños ojos se posan en un par de anuncios los cuales señala con un marcador rojo, esos junto con la cafetería donde su amigo Otabek lo recomendó serán los lugares donde probará suerte ese dia. Al terminar de desayunar se dirigió a su recámara donde cambió su pijama por unos jeans deslavados y una playera azul pálido, tomó una ligera mochila y sus llaves. Antes de salir se vio en el espejo y la imagen que este le devuelve le parece de lo más deprimente que jamás haya visto de si mismo. Y no es para menos, unas pronunciadas ojeras sombrean su agradable rostro el cual ha sido marcado por interminables noches de insomnio desde que supo que había quedado en bancarrota y no sólo esó, una casi impagable deuda lo atormentaba cuando tuvo que cerrar su modesto restaurante tres meses atrás y sus últimos recursos los destinó a sus empleados.
Al salir del edificio decidió caminar las ocho calles que lo separaban de un cómodo baño público donde tomó una ducha, después de eso y ya un poco más reanimado por el agua caliente caminó a la estación del metro que lo dejaría justo a unos metros de la plaza roja la cuál cruzó a prisa en medio de los turistas que disfrutaban de sacar fotos mientras mostraban su felicidad con ruidosas risas. En cambio el japonés estaba muy lejos de compartir esa alegría ya que su mente se encontraba concentrada en la esperanza de al fin conseguir ese empleo que tanto necesita.

-¡Hey Yuuri!.- le gritó desde la esquina de la plaza roja un chico de cabello negro, mirada seria y baja estatura.

¡Beka!.- el japonés corrió a su encuentro.

-Te estaba esperando desde hace casi media hora.-

-Lo siento mucho pero tuve que esperar mí turno para usar la regadera del baño público.-

Black VelvetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora