Cap XXXVII- Nostalgia.

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Yuuri al entrar a la mansión se sacudió los zapatos ya que la nieve se había pegado a ellos, llevaba un manojo de verde tomillo así como varias verduras todo cosechado en su cuidada hortaliza en el rincón del invernadero, sin más tardanza se dirigió a la cocina donde ya una enorme langosta se cocia en una olla.

--¡Oh Mila deja eso!.-- dijo en cuanto vio a la pelirroja levantar un saco de harina.

--Descuida, no pesa mucho.--

--Nada de eso, sabes que no es bueno que levantes cosas pesadas.-- Yuuri rápidamente tomó el sacó y lo llevó a la despensa.

--Debemos darnos prisa si queremos tener todo listo para cuando lleguen el alcalde y el señor Tarasov.-- añadió la chica comenzando a picar las verduras llevadas por el nipón.

--Aun tenemos tiempo, apenas son las cinco y quedaron en llegar hasta las siete.-- argumentó Yuuri mientras comenzaba a cernir la harina.

--Y bien, ¿tendremos langosta otra vez?.-- dijo Yura entrando a la cocina donde abrió el refrigerador para sacar una bebida energética.

--Viktor la pidió.-- contestó el pelinegro revisando la olla.

--Es increíble, antes nunca comía productos del mar.--

--Bueno, los mariscos siguen estando fuera del menú.--

--No debe de sorprenderte, recuerda que Yuuri es un gran chef asi que fácilmente pudo cambiar los hábitos del jefe.-- intervino la pelirroja.

--Es verdad. Por ahora me voy a Moscú por mí padre y el señor Tarasov.--

--¿No vendrán con sus chóferes?.-- cuestionó el nipón.

--No, prometí que iría al palacio de gobierno por ellos.

--Entonces no tardes, la cena la serviremos a las siete en punto.-- le recordó al rubio antes de salir.

Justo unos minutos antes de las siete un auto negro se estacionó frente a la mansión bajando de el Yura acompañado de dos hombres perfectamente cubiertos por grandes abrigos ya que si bien las recientes nevadas no habían sido tan intensas el frío seguía siendo fuerte.

--Bienvenidos.-- saludó Viktor desde lo alto de la escalera.

--Gracias.-- contestó Tarasov.

--¿Y donde está Yuuri?.-- preguntó el alcalde Plisetsky.

--Debe estar preparando la mesa, ya sabe que siempre es él quien se encarga de eso, parece que no confía en nadie más para tan delicada labor.--

--Eso lo sé muy bien, sólo que quería darle esta botella de champán.-- el alcalde sacó de debajo de su abrigo una botella de la mencionada bebida cuyo empaque delataba su alto precio.

--¡María!.-- llamó el peliplata a una mucama que se encontraba cerca.-- entregale esta botella a Yuuri.-- enseguida se dirigieron a una sala donde charlaron por unos minutos hasta que Mila les avisó que podían entrar al comedor.

--¡Pero que manjar!.-- exclamó con asombro el alcalde al ver la magnífica cena dispuesta sobre la mesa.

--Si Yuuri tuviera su restaurante estoy seguro que ya tendría varias estrellas Michelín (uno de los principales reconocimientos dentro de la gastronomía).-- añadió el peliplata con orgullo.

--Por favor, no es para tanto.-- dijo el nipón ruborizado ante tantos cumplidos.

--Es lo justo muchacho.-- dijo Tarasov que ya en un par de ocasiones también había sido deleitado por el arte culinario de Yuuri.

--Mejor comamos antes que se le ocurra poner un restaurante dentro de la mansión y tengamos que pagarle por el platillo.-- dijo Yura tomando tomando asiento sin mas tardanza mientras todos reían.

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