IV

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3 años después.
1 mes antes del cumpleaños de Astartea.
Enero 15 de 1997.

Un pequeño ser se encontraba paseando en medio del pasillo oscuro y rojizo, siendo atraído por miradas de desconcierto, otras con terror.

—¿Motosierra, qué pasó contigo? —la altura de la demonio no permitió apreciar el nuevo aspecto de su amante, que ahora daba más ternura.

Por lo que ahora lo agarró, lo tenía en sus delgados brazos.

—Encontré a alguien, a un humano que podría ayudarnos —su aguda voz se hizo presente. —Tiene doce años, se llama Denji y... es alguien noble, a pesar de todo.

La expresión confundida no se hizo esperar.

—Cumplió mis deseos, ahora quiero cumplir los suyos... —cerró sus ojos redondos. —me llamó Pochita, es un bonito nombre, ¿sabes? Creo que le agrado mucho. —suspiró tranquilo

Estaba comenzando a ser polvo.

Significaba que iba a visitar el mundo humano de nuevo, pero eso costaba sus recuerdos.

—¡E-espera! ¿¡Qué haces?! —comenzó a desesperarse, asustada de lo que estaba presenciando.

—Prometo volvernos a encontrar, Astartea. Lo prometo. —una pequeña sonrisa apareció.

Se levantó con brusquedad, su respiración agitada y sus ojos más abiertos que nunca. Su corazón estaba latiendo demasiado rápido, no podía sentir tanta ansiedad por un sueño que perdía el sentido a medida que avanzaba.

¿Por qué ahora sus sueños se llenaron de esos demonios? ¿Qué podrían tener que ver con ella?

—Son las cuatro y media de la mañana... —arrugó su rostro, con pesadez.

Agarró su cabello largo en una coleta deshecha y fue al baño para tomar un tranquilizante. Antes lo tenía tan corto que parecía un varón, por su entrenamiento que exigía movilidad.

Desde que empezó a tener esos sueños, continuaban pesadillas que eran difíciles de olvidar.

Y eso impedía volver a sentir un buen descanso de su día a día.

Ya no se sentía con las mismas ganas de continuar en sus estudios, había logrado tener un diploma por su desempeño académico, ¿se sentía feliz? Por supuesto, pero seguía con ese sentimiento de buscar más.

Bigotes, ahí estás. —llamó a su acompañante felino, este maúlla en respuesta.

Tenía una compañía fuera del mundo laboral.

Y era ese felino siamés.

Horas después.

—Buenos días, Astartea —saludó Makima con una sonrisa pacífica. —. ¿Al final escogiste el demonio con el que harías un contrato?

La mencionada negó con la cabeza, mientras dejaba un poco de papeles en su largo escritorio.

—Prefiero no hacer contratos, puedo manejarme por mi cuenta, ¿recuerdas? —sonrió divertida. —Además, aún queda tiempo para que sea oficialmente cazadora pública.

—¿Es preferible prevenir? —Makima preguntó y Astartea asintió, segura de su elección. —Bueno, cualquier cosa, ya sabes con quien puedes hablar de eso.

—Lo tendré en cuenta —se acercó a la mayor de ojos amarillentos y la abrazó, desprevenidamente. —. Gracias, en serio.

Acarició su espalda, con cierto pesar. En verdad no quería perder a la única persona que creía que era honesta y leal.

Memories.  ||  Hayakawa AkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora