XXI

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"Por el mundo que iba a ser tu hogar.

Perdóname, tú que llegaste y no te acepté.

Yo te llamo Astartea y te acepto como mi hija"

Esas palabras que habían estados encerradas con un candado oxidado y a su vez, destrozado. Algo que pensaba en aquella cabeza humana deseosa de entender el por qué había sido odiada.

Quería sentirse amada por alguien de verdad.

—Un... dos... tres... —las campanas resuenan en aquel oscuro lugar.

El abismo oscuro e infernal que ella formaba parte.

—¿Cuál es el nombre de su hija? —pregunta el hombre.

—¿Hija? Me dijeron que era un varón... —comenta confundido el padre.

—No estábamos seguros de su sexo, pero-

—¡Ustedes son profesionales! ¿¡Cómo van a dejarnos desinformados? —pregunta exasperado.

Estaba dispuesto a pelear por el error que han cometido.

—Señor, déjelo terminar —ordenó una de las enfermeras, su apariencia era distinta que el resto. —. Su mujer ya estaba al tanto que era una niña, los exámenes habían tenido un error.

Un silencio inunda la sala, tan tenso y afilado que cualquiera podría cortar su garganta con este. Unos pasos apresurados lo interrumpe, pues los ahora bisabuelos aparecen con unos rostros de sorpresa.

—Su nombre será Astartea. —fue lo primero en decir el mayor de todos los presentes.

•| ⊱✿⊰ |•

Habían pasado unos meses, donde la pequeña pelinegra había adoptado características que no eran correctas a sus genes.

Ojos lavanda y felinos, pero que podían parecer un color azul por poco.

—Te guste o no aceptarlo, es tu hija —se cruza de brazos la cabeza de la familia. —. No vas a cambiar eso ni aunque hicieras un contrato con mil demonios.

La mirada de decepción no se iba del pelinegro, quien seguía en una negación continua desde el nacimiento de su primogénita. El silencio entre ambos era prudente, pero siniestro, causando varios gestos que insinuaban asuntos peligrosos.

—No sé en qué metiste a mi hija, pero te aseguro que te haré sentir culpable por todo lo que hiciste hasta ahora. —el rencor en su voz causa que el mayor lo mire con superioridad.

—¡Tú no tienes derecho a tratarme así! —grita ofendido. —Desde el día que nació, habías dicho que esa "escoria" no es tu hija y ahora, que la recibo con los brazos abiertos, ¡te comportas como un crío cuando le quitan su juguete! —grita y sus manos apuntan la habitación pequeña, pero luego vuelve a recobrar su compostura.

La impotencia que sentía en esos instantes era increíble, el canoso tenía razón.

—Porque claramente hiciste algo por cambiar esto a tu favor, ¡maldito viejo enfermo! —grita furioso.

Antes de que la discusión pase a mayores, las mujeres del hogar entran llenas de preocupación, apreciando la escena protagonizada por aquellos varones que la provocaron desde el inicio.

—Ryu, nos vamos... ¡ahora! —grita en forma de reclamo la mujer mayor. —Ella quiere vernos.

Al entender el mensaje de su mujer asiente, mientras arregla su traje con ligeros toques y por último, mirar con desprecio al posible enemigo de sus planes.

Memories.  ||  Hayakawa AkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora