Capítulo 24: Una noche de tormenta.

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La charla con su padre la había deparado una gran satisfacción a Wang Xi que caminaba con su escolta rumbo al templo de Khet. Para él haber llegado hasta donde había llegado había sido muy duro, muchos años de esconder sus verdaderas intenciones y de maquinar un plan con las urdimbres de la venganza y el deseo del poder absoluto. No obstante la suerte también le vino de forma inesperada puesto que la alianza que tenía con Khet a través de su secta, no lo habría anticipado por nada del mundo. Pero qué más daba, un golpe de suerte nunca viene mal y eso le había hecho avanzar mucho en el tiempo que debía emplear para conseguir todo lo que quería.

Por otro lado estaba Nunsaib, el maldito Nunsaib que le hacía perder la cabeza y que ahora le pertenecía a su hermano. Aquel omega le había vuelto loco desde el principio. Al inicio porque estaba poniendo en peligro sus planes, después porque el deseo por él creció tanto que le era muy difícil controlarse y después porque su odiado gemelo se lo había arrebatado. Recordaba una y otra vez aquella noche en Eridan cuando le acompañó en el celo y tuvo que utilizar todos sus esfuerzos para no caer en la tentación de tomarlo y hacerlo suyo. Pero no dudaba en que al final tendría su compensación. Se había escapado con Wang Xuan, pero él lo recuperaría, lo tendría como juguete un tiempo y después le daría una muerte sangrienta para calmar sus celos y quebraderos de cabeza.

Shenuz era la llave para afianzar su poder y una vez muerto XianDai y culpado de ello a Wang Xuan, todo iría sobre ruedas.

La gran puerta del templo de Khet se entreabrió a su llegada. Wang Xi entró y encendió una vela de respeto por el dios del trueno antes de llegar hasta el mismo sancta santorum que había al final de la amplia sala. Allí un sacerdote con la cabeza rapada y los ojos tintados en un azul casi negro, le ungió con un oleo especial.

—La bendición de nuestro amo Khet sea contigo, hermano—pronunció solemne el sacerdote.

—Mi sangre es suya—contestó Wang Xi de manera protocolaria.

En ese mismo instante, Wang Xi se dio cuenta de que hacia tiempo que no decía la frase obligatoria de los seguidores de Mo, "deseoso de cumplir su voluntad". El sacerdote se retiró y dejó en soledad a Wang Xi que oró unos instantes antes de decir lo que debía contar.

—Amo del cielo, dueño de los truenos, mi señor ahora y siempre el gran Khet. Agradecido de ser vuestro brazo ejecutor os traigo buenas nuevas que os complacerán. El plan está en marcha, solo espero la llegada de mi hermano para culminar nuestra misión en el mundo y después de esto, tu reino vendrá a nosotros al fin. Las horas de XianDai están contadas, el reino caduco de Mo llegará a su fin y todos os rendirán la pleitesía que os merecéis, gran amo Khet.

Un viento frío fue en crescendo entrando por las ventanas del templo de Khet. Sin duda la plegaria y las noticias de Wang Xi habían sido de su agrado. Pronto su reino vendría al mundo y sería el dueño del cielo y la tierra al fin. Wang Xi miró al techo del templo donde el símbolo de Khet, un rayo atravesando un tejo brillaba con luz propia, el mismo símbolo que se había tatuado un tiempo atrás Wang Xi en su espalda y que ocultaba a la vista de todos hasta que fuera el momento idóneo de mostrarlo como miembro de la secta Shexian. Wang Xi complacido de sí mismo empezó a reír, primero despacio, después más y más fuerte hasta que su carcajada retumbó por todo el templo al tiempo que un rayo seguido de un fuerte trueno iluminó la estancia como si fuera de día.

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El rayo había iluminado toda la ciudad, también la Posada del Pastor donde Nunsaib había sido arrastrado a una habitación. El omega estaba siguiendo a Xi Luan cuando alguien le sorprendió y le sacó del camino. Pero la sorpresa y el miedo desaparecieron de inmediato cuando Nunsaib reconoció el aroma de  quien le había secuestrado de aquella manera tan fulminante.

Veneno Alfa: La Montaña NevadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora