La noche fría y clara iluminaba el camino de regreso a casa. El silencio que rodeaba la noche había invadido intempestivamente el interior del vehículo. Adrián no le permitió devolverse sola a su casa así que para cuando Annie regresó a la mesa terminó su trago de vino y vio cómo su acompañante había ya solventado el tema de su coche, de la comida y de la cuenta. Ninguno de los dos emitió palabra alguna. Annie sabía que Adrián no estaba molesto, pero no sentía que hubiera mucho de lo que podía, o mejor dicho quería, hablar con él. Lo único que deseaba era llegar de nuevo a su casa.
Él la acompañó hasta la puerta, le entregó una bolsa de papel con lo que debió haber sido su cena y se despidió.
– Mañana a primera hora tendrás un taxi en tu puerta y en transcurso del día te dejarán tu vehículo en el hospital – fue lo único que dijo Adrián antes de regalarle un beso en la mejilla y devolverse a su coche. Annie se quedó fuera de su casa observando cómo las luces del coche se diluían en la carretera. Inmóvil ante la oscuridad de la noche veía como sus pulmones derretían el aire y lo convertían en vapor, los dedos de los pies se le estaban congelando pero su cerebro estaba ocupado en algo más importante y más profundo que una posible gangrena.
"Fabián"
Entró y lanzó todo lo que tenía encima en el mesón de la cocina, se echó en el sofá y se dejó calentar por el calor de Nena. No sabía cuándo volvería a sentir verdadero calor humano, pensó que tal vez aquella noche estaría lista para ello pero la velada no terminó ni remotamente como se lo había planteado. Así como se fueron apagando las luces del auto de Adrián así se apagaban dentro de ella las posibilidades de ser feliz. Llevaba ya más de seis meses adaptándose a la idea de declararse sola, emocional y personalmente sola, de no renovar ninguna posible esperanza de volver con Fabián. Había dejado de pasear en la casa, de decir su nombre, de escuchar su música. Había intentado volver a ser ella, de reír sin culpa, de ser feliz. Había hecho de todo para desterrarlo de su corazón y justo el día que menos lo necesitaba se le apareció en medio de la nada. Apareció como siempre hermoso y radiante, lleno de palabras olorosas a pino y limón, envuelto en esa aura musical que siempre lo rodea. Apareció para perturbarla, para hacerla sentir confundida y sin rumbo. Ella se esforzó por cerrar la posibilidad de cualquier esperanza y él en dos segundos puso sobre la mesa una carta que le tumbó toda la partida.
"Deberíamos hablar algún día"
Con aquellas palabras haciéndole un agujero en la cabeza se quedó dormida en el sofá. Al despertarse se dio cuenta de lo poco que faltaba para que llegara el taxi así que solo se lavó la cara y se colocó el uniforme. Preparó algo de café mientras esperaba su transporte y se estaba tomando una taza cuando escuchó la corneta. La escarcha adornaba los arboles de la calle que con los primeros rayos del sol parecía como si el mundo entero hubiera recibido un beso de diamantes.
"Tenía que ser hoy un día tan bonito"
Durante el camino no pensó mucho en lo ocurrido la noche anterior, por el contrario pensó en lo que le tocaba hacer. Como ya lo sabía le tocaba trabajar con Henry. Ya llevaba más de diez semanas con él y este aún no mostraba ningún progreso. Su trabajo se reducía a suministrar los medicamentos, que cada día eran menos, las labores de higiene y los masajes para evitar las escaras. El único cambio era la apariencia de Henry quien ahora tenía una hermosa cabellera castaña acompañada por una bien podada barba del mismo tono, ambas cuidadas con esmero por ella. Annie ponía de su parte y le hablaba un buen rato en las mañanas además de leerle otro tanto por las tardes.
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El Mensaje
RomanceUna dedicada acaba de terminar una larga relación, y en medio de el esfuerzo por superarlo todo se encuentra con un maletin que formó parte de su pasado y parece haber vuelto para recolver el presente. Un accidente de tren, un paciente en coma y alg...