Parte 2 - Capítulo XIX

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Llevaba un buen rato despierto cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse. Estaba arropado de pies a cabeza así que no podía ver quien había entrado pero supuso que era su enfermera. La escuchó mover un par de cosas del armario y luego se hizo en el sofá. Él decidió seguir tumbado en la cama. No estaba de humor para levantarse aún.

– ¿Aún está dormido?

Reconoció la voz de Annie a través de la colcha que lo cubría. Supuso que hoy también lo atendería la otra enfermera.

– Si – le respondió su interlocutora susurrando.

Ambas se sentaron en el sofá y permanecieron un buen rato en silencio.

– ¿No has hablado con Adrián aún?

– ¡Alexia! – respondió Annie exaltada pero susurrando.

– ¿Qué?

– No es ni el lugar ni el momento.

– Nunca es el lugar ni el momento para ti. Llevas toda la semana evitándome el tema. O hablas conmigo o voy a tener que decirle a Gustavo que haga un espacio en su consulta.

– No quiere hablar conmigo – dijo Annie.

– ¿Gustavo?

– Adrián.

– No entiendo.

– Vino hace unos cuatro días a hablar con Henry y me lo conseguí en el pasillo mientras traía la silla de ruedas. Me dijo que hablaríamos luego, que por ahora yo tenía mucho que pensar, que meditar o qué demonios se yo y que sería mejor esperar a que todo se calme.

– Lamento decirlo pero el poli tiene razón.

Hubo un silencio entre ambas. Henry escuchaba aquella conversación atentamente. Ahora entendía mejor porque Annie se había quedado afuera unos minutos hablando con el oficial el día que él había venido a ponerlo al tanto de lo de su esposa. Su difunta esposa.

– Yo también creo que tiene razón – señaló Annie.

– Si. La verdad no me gustaría estar en tus zapatos. La cita, el restaurant, el beso.

– Yo no besé a Adrián.

– No me refiero a ese beso. El otro beso, el del despertar.

– ¡Alexia!

– ¿Qué?

– Mejor vamos a buscar un café.

– Está bien. Últimamente estas muy susceptible.

Ambas salieron de la habitación dejando a Henry sólo. Éste se revolvió bajo las sabanas y decidió levantarse antes de que llegaran de nuevo. No le hacía mucha gracia seguir espiando aquel tipo de conversaciones y en el fondo le disgustaba un poco haberse enterado de lo de Annie con el oficial. Se sentó sin mucho trabajo en el borde de la cama y luego de un rato en aquella posición se puso de pie y se encaminó al baño. Caminar no se le hacía muy difícil aunque no podía negar que le dolía un poco afincar la pierna derecha. Se lavó los dientes. Le costaba asociarse con la imagen que tenía de él frente al espejo. Pálido con el cabello corto al estilo militar y la barba desaliñada. No era una imagen muy alentadora que se diga. Salió del baño y se sorprendió un poco al encontrarse a Annie trayéndole el carrito con el desayuno.

– ¡Oh! Ya despertaste. Veo que ya puedes moverte un poco mejor.

– Si. Algo.

No dijo más nada y volvió a sentarse en la silla al pie de la ventana. Ya no estaba nevando pero el día regalaba un paisaje besado por escarcha mientras el sol empezaba a puntear por el horizonte. Annie se dispuso a hacer la cama en silencio mientras él seguía con la vista perdida en aquel tosco paisaje.

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