Nunca se imaginó que sus manos fueran tan suaves. El roce de sus dedos en la parte interna de su brazo le parecía una sutil caricia que lo calmaba y excitaba al mismo tiempo. Ella levantó la cara y lo besó tiernamente en el mentón haciéndolo llevar su cabeza hacía atrás mientras ella recorría con sus dientes el borde de su cara para luego sellar con su lengua la demarcación de su territorio. Aquella mezcla de besos húmedos y mordiscos ansiosos lo estaban llevando al desespero. Tomó el rostro de ella entre sus manos acunadas y le arrebató un jugoso beso de sus labios. Era como si tomase la medicina necesitada. El néctar de sus labios despertaba en él un cúmulo de sensaciones que creía dormidas o que al menos no había sentido tan intensas. Se alejó de sus labios para poder verla mejor. Necesitaba inundar sus ojos con la imagen de aquellos labios que le sabían tan parecidos a la gloria. Frente a frente no había mucho que decir ya que sus besos se habían dicho todo lo que necesitaban decirse. Ella trató de decirle algo pero él no lograba entender que le susurraba. Quiso besarla nuevamente pero esta vez ella se rehusó. Quería que él escuchara lo que le estaba diciendo pero él no la lograba responder. De pronto ella se convirtió en un halo de luz que absorbió todo el espacio y él ya no la podía contener más. De pronto entendió lo que le decía como si aquella luz le hubiese iluminado el pensamiento. No pudo sostenerla más y despertó con aquella palabra repitiéndose en su cabeza.
"Alice".
Henry se despertó algo sobresaltado por aquel extraño sueño. Podría jurar que aquellos besos eran realmente vívidos y así lo demostraba el notable bulto en su entrepierna. No sabía si le perturbaba más el hecho de haber soñado que estaba besándose apasionadamente con Annie o que esta le murmurara el nombre de su esposa en sueños. Se permitió asumir que ambas ideas eran bastante extrañas aunque el hecho de haber soñado aquello tenía algo de lógica. Por un lado Annie se ajustaba al clásico cliché de la enfermera sexy, o al menos muy bonita, y por el otro su subconsciente extrañaba en sobremanera a su esposa. Todo aquel autoanálisis le estaba sirviendo bien poco con la situación que había bajo de las sabanas. La puerta corrediza de la habitación sonó suavemente y él subió la vista.
– Buenos días señor..., perdón, Henry. Buenos días Henry – dijo Annie al entrar en la habitación. Venía empujando un pequeño carrito comedor. – Te he traído el desayuno.
– Buenos días Annie – dijo mientras flexionaba sus rodillas para ocultar un poco su situación aunque la presencia de Annie no lo estaba ayudando de a mucho.
– ¿Cómo haz amanecido hoy? Te vez duro, igual que un roble.
Annie le picó un ojo y él no pudo más que reírse ante lo inverosímil del comentario.
– Me gustaría usar el baño. ¿Crees que podría pararme?
– Podríamos intentarlo. Déjame ayudarte.
– Me gustaría intentarlo sólo yo.
– No creo que te lo pueda permitir Henry. Más de dos meses sin ponerte de pie. De seguro será una situación difícil.
Lo que era realmente difícil era el hecho de no llevar nada de ropa interior y tener la erección de un niño de trece años en un día de verano. Aquello era bochornoso.
– No te preocupes. Creo que puedo esperar.
– ¿Esperar? De ninguna manera. No deberías forzar tu vejiga de esa manera. Ven yo te ayudo. Estoy más que capacitada para eso.
A Henry no le dio tiempo de sostener la manta antes de que Annie la levantará de un tirón para luego colocarla nuevamente en su lugar haciendo evidente que había visto lo que Henry trataba de ocultar. El rostro de Annie se inundó de color y el de Henry no se quedó atrás. Una situación obviamente incómoda para ambos.
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El Mensaje
Storie d'amoreUna dedicada acaba de terminar una larga relación, y en medio de el esfuerzo por superarlo todo se encuentra con un maletin que formó parte de su pasado y parece haber vuelto para recolver el presente. Un accidente de tren, un paciente en coma y alg...