Para cuando Henry volvió en sí ya la sala de recuperación del hospital estaba abarrotada. Abrió los ojos muy lentamente y se encontró con un montón de gente desconocida para él. Estaba la enfermera que había visto al despertarse acom|pañado por otra mujer un poco más adulta y una más algo ya entrada en edad. También estaban tres hombres; uno alto y rubio vestido de policía, uno más bajo con una barba bien cuidada y el último era un señor con el cabello poblado de canas. Para cuando tenía los ojos bien abiertos todos dejaron de hablar y lo veían fijamente. Él estaba abiertamente incómodo. No sabía porque estaba allí ni que le había pasado. A decir verdad era poco lo que recordaba pero el hecho de estar en un hospital y que tanta gente lo estuviese viendo directamente no era una buena señal. El señor mayor se acercó a él. Era obvio que era un doctor debido a su vestimenta. De la solapa de su bata había un broche con el logo del hospital acompañado del apellido del doctor. Se le acercó suavemente. Era notorio que no deseaba importunarlo. Henry no entendía nada.
– Bonjour. Mon nom est Raul Segovia. Vous êtes dans un hôpital. Voulez–vous me rappeler son nom? – le preguntó el doctor.
"Ya sé que estoy en un hospital y claro que recuerdo mi nombre. Lo que no sé es que hago aquí ni por qué me habla en francés".
– Mon nom est Henry. Pourquoi suis–je à l'hôpital? Suis–je en France?
– Non, nous sommes en Argentine. Parlez–vous espagnol?
"Claro que hablaba español".
No entendía porque estaban hablando en francés. Hacía mucho tiempo que no lo hacía, casi unos cinco años atrás desde su luna de miel en Paris. Sintió como las palabras le lastimaban la garganta pero aun así tenía que hablar. La verdad eran muchas las interrogantes que pasaban por su cabeza y no se iba a quedar de brazos cruzados esperando las respuestas.
– Hable español – logró mascullar de pronto. – ¿Qué hago aquí?
Todos lo estaban mirando con cierta incredulidad en sus rostros. La irritación de la garganta lo hizo empezar a toser bruscamente. Cada tosida era una punzada que se le clavaba en la garganta. La joven rubia vestida de enfermera se le acercó y lo ayudó a incorporarse lentamente en la cama. Sentía como todo le daba vueltas. Le acercó un vaso con agua y lo hizo tomarlo lentamente.
– No debe apresurase, ha estado mucho tiempo sin hablar.
"¿Mucho tiempo?"
¿Qué quería decir aquella enfermera con lo de "mucho tiempo"? Trato de hablar nuevamente pero tuvo que tomarle la palabra a la enfermera. Realmente no podía moverse como deseaba.
– Señorita Pastori atienda las necesidades del paciente por favor. Ya la Dra. Pivonnetti hablará con él.
La voz de la señora mayor era áspera y altanera. Henry le echó un vistazo y volvió la vista a la enfermera. Tenía unos ojos cafés muy bonitos. Realmente era toda una hermosura. Tenía la piel clara y bien cuidada además de una larga cabellera rubia recogida en una perfecta cola de caballo. Le parecía increíble que alguien tratara tan mal a una joven así de dulce y delicada.
Luego de beber más de la mitad del vaso de agua hizo un pequeño ademán como señal de que no deseaba más. Hizo un gesto de dolor. Mover la mano le dolía, tragar le dolía, hasta le dolía inmensamente la cabeza, pero no le importaba, deseaba saber que era lo que estaba pasando.
– Sr. Latouff mi nombre es Martha Pivonnetti y he sido su doctora tratante desde que usted ingresó en el hospital. Quiero que se mantenga en calma, aunque sé que debe ser algo bastante difícil en su situación. No se preocupe, lo pondremos al tanto de todo en su justo momento. Si notamos que se está alterando más allá de lo que su cuerpo puede soportar le aplicaremos un calmante. Por ahora solo le haré una serie de preguntas y me podrá responder afirmativa o negativamente con la cabeza. ¿Entiende lo que le he dicho?
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El Mensaje
RomansaUna dedicada acaba de terminar una larga relación, y en medio de el esfuerzo por superarlo todo se encuentra con un maletin que formó parte de su pasado y parece haber vuelto para recolver el presente. Un accidente de tren, un paciente en coma y alg...