Parte 1 - Capitulo II

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Usualmente sus desayunos eran un poco apresurados, pero aquel día no llevaba mucha prisa ya que había dormido poco. Como se había levantado temprano tenía tiempo de sobra. Encendió la cafetera y mientras esperaba decidió darse una ducha rápida. Siempre salía con el uniforme puesto pero esperaba que le diera suficiente tiempo como para cambiarse en el trabajo. Se vistió sin prisa pero sin pausa y bajó a tomarse la primera taza de café del día. La bebida le pareció energizante luego de otra noche tan mala como las ultimas cien antes de esa. Se preparó unas tostadas con mermelada de frutilla y queso blanco. Encendió el televisor y se sentó en la barra de la cocina, vio algunas noticias regionales y luego pasaron a los pronósticos del clima; señalaban vientos fríos y posibles lluvias al final de la tarde. Decidió abrigarse con un suéter largo vino tinto y alguna bufanda que le hiciera juego. Encontró la bufanda ciruela. No se detuvo a pensar mucho en el asunto y la agarró, al igual que un par de guantes de gamuza que le servirían mientras manejaba. Cerró las ventanas, le coloco comida a la perra y se tomó una segunda taza de café mientras el carro se calentaba en la cochera.

La vía estaba bastante despejada y no hacía tanto frío como esperaba así que paso de usar los guantes. Mientras manejaba escuchaba una estación de radio donde siempre ponían viejos tangos de los que escuchaba cuando vivía con su madre. De pronto se vio a sí misma flotando en medio de una pista de baile con un ceñido vestido negro, su cabello recogido y unos zapatos de tacón rojos. Era el encuentro anual de tangos de San Telmo y Fabián estaba vestido como los bailarines de la vieja guardia. Se veía tan varonil con esa barba rala de dos días debajo de aquellos ojos claros. Su cabello engominado se ajustaba a la forma de su cráneo mientras sus pantalones hacían lo mismo con sus glúteos.  Él se le acercó lentamente mientras ella lo esperaba de pie en la esquina opuesta del salón. Años atrás ella ni se habría imaginado colocarse un par de zapatos altos para ir a una fiesta y ahora estaba allí con su feminidad en pleno en medio de una competencia del que ella consideraba el baile más sensual del planeta. Él la atrajo hacia su pecho colocando su mano abierta en la parte baja de su espalda y Annie se dejó llevar sin poner ninguna objeción. Fabián olía a una mezcla de pino ahumado, limón y sudor, un aroma tan fuerte y varonil que aún hoy en día no podía sacarlo de su cerebro. Su olor la envolvió como un fino manto de tul que no le permitía separarse de él. La música sonaba. Él le marcaba los pasos con el movimiento de sus caderas mientras sus labios le marcaban las palabras al borde de su oído.

– Estas realmente radiante – le susurraba con su olorosos labios. Annie se sentía aturdida.

– Tu igual – respondió ella tímidamente.

– Solo soy el hombre que tu mereces tener. Salta – le decía indicándole el siguiente movimiento. Ella le seguía el paso muy bien. – Debes ser más sensual, más hembra – le dijo mientras ella colocaba su pierna por detrás de su espalda.

Fabián la sujetó por la espalda y sus caderas se unieron a los golpes que marcaba el bandoneón. Ella pensaba en lo que le había dicho, casi la hizo perder el paso.

– ¿No soy la mujer que esperas?– le dijo una vez que estaban frente a frente.

– Esa no es la respuesta que daría una sexy bailarina de tango.

Ella meditó su respuesta mientras su cuerpo se movía a través del salón en la punta de sus pies. Él la volvió a aprisionar contra su pecho y ella le susurró con sus labios pintados de rojo.

– Es que yo no malgasto palabras con cualquiera. Reservó mis labios para un hombre de verdad.

Lo soltó y tongoneó su cuerpo hacia la puerta cuando él dio un par de pasos, la tomó por el brazo, la hizo dar un par de giros para finalizar el baile con un apasionado beso mientras la sujetaba por la espalda. El público estalló en aplausos y aunque no ganaron el premio esa noche ella fue la mujer que él merecía tener. Él le pidió disculpas por aquellas palabras, solo quería molestarla para tratar de ganar el concurso. Terminaron haciendo el amor en un callejón oscuro matando de lleno la discusión.

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