Parte 1 - Capitulo VIII

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Las manos de Annie empezaron a temblar. No había hecho nada malo pero sentía la extraña sensación de que todo aquello no iba por buen camino. La sonrisa sórdida de Doña Elvia acompañada por la inmutable mirada del agente de policía que estaba detrás de ella no le parecía una buena combinación de elementos para empezar su mañana. ¿Qué diablos hacía ella donde no debía? Claro que había razones de sobra para que aquello no tuviera un buen final; desde donde ellos veían estaba ella sola con un paciente de dudosa reputación en estado de coma en una habitación a oscuras. ¿En qué momento se le había ocurrido que aquello podía terminar de bien?

– ¿Conmigo?– fue todo lo que Annie pudo decir en aquel momento mientras se encontraba inmóvil al lado de Henry.

– Claro que con usted. En virtud de la situación que aquí se presenta creo que no hay otra persona con quien debería hablar el inspector.

Doña Elvia le sostuvo la mirada fija durante un buen tiempo. Annie estaba resquebrajándose por dentro. De verdad no entendía nada de lo que allí estaba pasando. Pensó en negarlo todo, en decir que era un familiar cercano, hasta en decir que trabajaba como un agente de Seguridad Nacional encubierto. Nada de eso le pareció buena idea.

“Maldito Hollywood”.

 Estuvo a punto de empezar a hablar cuando Doña Elvia le quitó la mirada de encima para dirigirse al Inspector Cores.

– Es lógico que la Señorita Pastori está aún algo perdida por el efecto de la postguardía, pero de seguro lo atenderá en un minuto. Si desea puede esperarla en la sala de descanso que esta al final del pasillo, allí encontrará café y alfajores. Sírvase a su gusto, ya la envió con usted.

El inspector Cores asintió y se salió de la habitación. Annie decidió sentarse en la silla que estaba al lado de la cama. Estaba segura de que lo que le venía no sería fácil y lo mejor sería recibirlo sentada. Doña Elvia cerró la puerta corrediza y se dirigió hasta el otro extremo de la cama de Henry por el costado derecho. Allí minuciosamente revisó los aparatos a los que este estaba conectado al igual que los medicamentos que se le estaban suministrando.

– Annie – el silencio que vino luego de llamarla por su nombre solo estuvo acompañado por su mirada fuerte y penetrante – dime, ¿qué te hizo creer que podías entrar a una de las habitaciones de mis pacientes sin mi consentimiento y además de creer que yo no me enteraría?

Annie se quedó callada. No sabía que decir y tampoco quería decir nada. Quería volver a su cama y no tener nada que ver con aquel asunto. Luchar contra su falta de razón y atarse a su almohada para no tener nada que ver con aquello.

– Sé que no vas a responderme eso y que tampoco me vas a explicar que haces aquí pero la verdad no es de eso que quiero hablar contigo. Al parecer tu eres quien más cerca ha estado de este paciente y por eso eres tú quien va a hablar con el agente que esta allá afuera. Ya escuchaste donde te está esperando.

Aquella no era una pregunta ni una opción, era una orden directa. Doña Elvia ni siquiera determinó si ella quería o podía hacerlo. Annie respiró un poco al saber que no era gran cosa lo que la jefa de piso le quería decir, sin embargo hubo una parte de la conversación que la dejó perturbada.

– ¿Por qué cree usted que he sido yo quien ha estado más cerca de este paciente?

Ni bien había terminado de estar la pregunta en el aire cuando doña Elvia se volteó y la miró de esa forma tan particular que ella tiene. Se ajustó la montura de los lentes casi con la misma precisión con que un francotirador ajusta la mira. Se estaba preparando para disparar y Annie era su objetivo.

– Tal vez sea por el hecho de que fue usted quien lo atendió primeramente en la UCI o por el episodio que tuvo con las pertenencias del paciente.

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