Una simple frase y aquellas palabras parecían balas que se le clavaban en el pecho. Nunca se imaginó que un trozo de papel podía causarle tanto dolor. Fue nada más decirlo y Henry se echó a sollozar sin control en la ventana. La tarde estaba soltando sus últimos suspiros cuando él salió del consultorio con la frase de Gustavo aún taladrándole en la cabeza.
"Una carta de despedida."
Caminó hasta el ascensor para bajar los dos pisos que lo separaban de la planta baja, no le apetecía bajar tantas escaleras. Mientras esperaba a que este llegara telefoneó a casa para avisar a sus padres que recién salía de la consulta y que se iba a tomar un café antes de volver. A pesar de la queja de Soik no le quedó más que aceptar las palabras de Henry. Al abrirse las puertas del ascensor reconoció a la joven de cabellos ondulados que estaba dentro de este.
– Henry. ¿Cómo estás? Qué bueno verte – comentó Alexia al verlo abrirse la puerta.
– Hola Alexia. ¿Qué tal estas?
– Bien. Bueno creo que mejor que tú al menos. ¿Tuviste otro accidente?
El aspecto de Henry debía de ser fatal. Se miró en el espejo del ascensor y notó lo rojo que estaban sus ojos y lo mal puesta que estaba su bufanda. Se la soltó y empezó a arreglársela nuevamente. Lamentó no haber tenido la prudencia de ir al tocador antes de salir del hospital.
– No. Casi. La verdad... la verdad ha sido una tarde fatal.
– ¿Estas apurado?
Aquella pregunta lo intrigó un poco pero no se le antojaba volver tan pronto a casa a pesar de que ya el señor Alberto lo debía de estar esperando en las afueras del hospital.
– No. Para nada.
– Que bueno. Entonces acompáñame a tomar un café.
Salieron del ascensor y fueron directo a la cafetería. Allí estaba un hombre con un porte bastante latino que saludo a Alexia con un efusivo beso en la mejilla y le ofreció dos tazas de un café espumoso.
– Toma. Esta vez invito yo – dijo Alexia dejando las tazas de café en la mesa.
– Gracias.
Ambos empezaron sus lattes acompañado por un suculento trozo de silencio. Henry no había intimado mucho con ella pero no desaprovecharía la oportunidad de hablar con alguien más sobre cualquier otra trivialidad que no fuese la muerte de su esposa o como se estaba recuperando de todo aquel episodio de su vida.
– ¿Entonces Gustavo te hizo llorar? – soltó de pronto aquella chica mientras sacaba su teléfono celular de la cartera. – Tranquilo. Algunas veces le gusta hincharle las pelotas a la gente.
A diferencia de Annie, Alexia no era nada comedida en sus comentarios y él ya lo sabía de antemano. La mañana que escuchó secretamente la conversación entre ellas dos pudo notar como Annie le decía a su compañera que no hablara de más. Nunca lo entendió porque nada de lo que decían tenía que ver con él, a menos que...
"El beso despertador".
No le había dado muchas vueltas al asunto porque por aquellos días se había enterado de lo que le pasó a su esposa pero en algunas ocasiones le llegaba aquella frase a su cabeza como si fuera un acertijo sin resolver. Tampoco podía negar que le agradaba de vez en cuando pensar en Annie. Algo tenían aquellos ojos café que le brindaban un aire tranquilizador a su mirada. Le encantaría hablar con ella. La última charla que tuvieron se compenetró tanto en el tema de las pérdidas amorosas que sentía que era ella la persona con quien debería estar hablando en aquel momento.
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El Mensaje
RomanceUna dedicada acaba de terminar una larga relación, y en medio de el esfuerzo por superarlo todo se encuentra con un maletin que formó parte de su pasado y parece haber vuelto para recolver el presente. Un accidente de tren, un paciente en coma y alg...