Han Jisung entra en el concepto de omega perfecto, siempre lo ha sido o, al menos, es lo que siempre creció escuchando. Su cuerpo volviéndose en el deseo de todo alfa pues al estar tan bien proporcionado es imposible no querer arremeter contra él, a...
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Arrugó su nariz en desagrado cuando puso un pie dentro del lugar, el olor a humedad y madera podrida picando su nariz causándole un revoltijo en el estómago.
—Camina —gruñó la alfa.
Trastabilló un poco ante el empujón que la mayor le metió, relamió sus labios cuando estuvo en una clase de sala, frunció un poco su ceño al sentir conocido aquel lugar.
—¿Dónde estamos? —preguntó, su voz fue baja, casi inaudible.
—Irónico que no lo reconozcas —rio la fémina—. Siéntate —apuntó con el arma.
Jisung sentía a su lobo gimotear y rasguñar su pecho con desespero, se sentía desprotegido y temía por el embrión que se desarrollaba en su interior.
—¿Qué esperas? —gruñó.
Caminó a paso lento hasta donde la mayor le había señalado, una vez estuvo ahí su mirada volvió a recorrer el lugar, lo sentía extrañamente familiar; su cuerpo se tensó al sentir el chirrido de otra silla hasta llegar frente a él, Jisoo tomó asiento de una manera elegante pero aún con el arma entre sus manos.
—Jisung–ah —llamó haciendo que los ojos grises choquen con los suyos—. Has sido un buen amigo —sonrió—. Uno tan bueno —burló.
Jisoo no iba a demostrarlo pero le molestaba el notar al omega tan tranquilo, como si ni siquiera fuese con él toda la ira que tenía guardada.
—¿Aún puedo llamarte Sunggie? —ladeó la cabeza—. O quizá debo llamarte ange...
Sonrió cuando notó un ligero cambio en las feromonas del menor, se inclinó hacia delante para estar más cerca de su rostro.
—¿Pasó algo, ange? —canturreó.
—¿C–Cómo acabas de llamarme?
La alfa enarcó una de sus cejas y rio, dejó su cuerpo caer nuevamente en el respaldar de su silla antes de mirar con un semblante serio al menor.
—¿Ahora sí recuerdas el lugar? —bramó.
Pequeños, y nada agradables, destellos de recuerdos cruzaron por su mente haciendo que su corazón se acelerase y las ganas de huir aumentasen.
—Pregunté algo —habló Jisoo—. ¿Lo recuerdas o no?
El omega bajo la mirada a sus rodillas, sentía la garganta seca y, aunque quería modular alguna palabra, nada salía. La risa de Jisoo llenó el silencio que se había formado en el lugar, su lobo gruñó cuando sintió la mano ajena tomar la suya y no pudo evitar que el miedo se explaye, por medio de su aroma, en todo el lugar cuando la fémina levantó su rostro por el mentón que sostenía con el arma.
