Al abrir los ojos, Laura se encontró sumida en una confusión profunda. Le dolía la cabeza y su mente, completamente desorientada, luchaba por comprender qué había pasado y dónde se encontraba. La habitación en la que yacía era diminuta y austera. Las paredes, desnudas, parecían cerrarse sobre ella, y la única fuente de claridad provenía de una pequeña ventana que dejaba entrar un haz de luz tenue y anaranjado. El mobiliario era escaso, casi monástico en su simplicidad. La cama en la que se encontraba tenía un colchón delgado que apenas amortiguaba el duro bastidor de madera. A su lado, una mesita de noche sencilla sostenía una lámpara antigua, con una pantalla descolorida y polvorienta.
Laura reparó enseguida en el hombre de avanzada edad que se encontraba en una de las esquinas, sentado en una silla de madera que crujía bajo su peso, añadiendo un sonido melancólico al silencio de la habitación. Su frondosa barba blanca y su pelo canoso, que caía en ondas rebeldes sobre sus hombros, enmarcaban un rostro arrugado. Vestía una túnica de un azul celeste sereno que rozaba el suelo al moverse. Sus pequeños ojos, ocultos tras unas gafas de media luna, brillaron con una mezcla de preocupación y alivio al verla despertar.
Laura, aún luchando por orientarse, no podía recordar cuánto tiempo había estado inconsciente, pero por la expresión del hombre, dedujo que había sido un largo vigía.
— Salut je m'apelle Eldrin. Comment Ça va?
La joven observó al anciano, completamente muda. El hombre denotaba un tono de amabilidad en la voz pero aquel horrible dolor de cabeza le martilleaba la sien y el pánico que comenzaba a apoderarse de la joven le impedía concentrarse en nada de lo que el anciano le estaba diciendo.
El hombre le sonrió con ternura. Parecía haberse dado cuenta de que ella no le entendía. Hizo el gesto de inclinarse para besarle en la frente pero, inmediatamente, Laura se apartó tratando de alejarse lo máximo posible y su reacción de pánico hizo que el hombre retrocediera mostrándole las palmas de las manos en señal de calma. No dijo nada más, simplemente se despidió cortésmente con una leve inclinación de cabeza y salió apresurado de la habitación llamando a alguien a voces. Al marcharse, dejó la puerta abierta. No se escuchaba ruido alguno proveniente del exterior, más que la voz de aquel hombre alejándose poco a poco, hasta que no fue más que un suave murmullo en el aire. A pesar del pánico que sentía por no entender qué estaba pasando o cómo había llegado hasta allí, su instinto de supervivencia activó su cuerpo y su mente y Laura decidió que tenía que salir de allí cuanto antes y buscar ayuda.
Se levantó de la cama con sumo cuidado para no hacer ruido. Al destaparse descubrió que sus vaqueros y su camiseta verde a rayas habían desaparecido. En su lugar había una túnica de un color rosa palo muy clarito. Tampoco llevaba puestos sus zapatos ni tenía calcetines. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar que alguien la había desvestido, pero trató de borrar aquel pensamiento de su cabeza y volvió a concentrarse en salir de allí con premura. Posó sus pies descalzos sobre el suelo de madera, avanzó hasta la puerta y se asomó.
ESTÁS LEYENDO
Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 1 [Completa]
FantasyLaura es una joven de 18 años con una vida normal pero eso cambiará para siempre este verano. Un viaje inesperado, un mundo lleno de criaturas que sólo existían en su imaginación y un pasado por descubrir, marcarán para siempre su futuro.