Un poco de historia

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La puerta de la habitación se abrió chirriante, rompiendo el silencio que envolvía la habitación y Laura pudo oír la voz de Myranda que la llamaba entrelazándose como una melodía con los últimos hilos de sus sueños. Poco a poco, Laura abrió los ojos, dejando que el mundo real se filtrara en su percepción. Desde el umbral de la puerta Myranda la miraba con una sonrisa nerviosa mientras ocultaba su mano derecha detrás de su espalda.

— ¿Puedo pasar?

— Claro.

Laura se apartó el pelo de la cara y retiró las sábanas incorporándose en la cama mientras estiraba sus extremidades. Myranda se acercó con pasos saltarines y se subió a la cama cruzando ambas piernas. Con un gesto delicado, depositó en la mano de Laura un pequeño paquete envuelto con cariño.

— Es un regalo — dijo la joven entusiasmada.

— No tenías que...

— ¡Vamos ábrelo! — Myranda apenas podía contener la emoción.

Laura asintió retirando el envoltorio para descubrir una fina cadena de oro, adornada con un colgante en forma de triqueta. Laura observó el colgante, sus dedos acariciaron la superficie fría y pulida del oro. La triqueta, con sus esquinas entrelazadas, parecía brillar con una luz propia, como si contuviera un poder ancestral. Era realmente precioso.

Agradecida y conmovida, Laura abrazó espontáneamente a Myranda pasando sus brazos alrededor de su cuello.

— Gracias — susurró — Es un regalo precioso Myranda.

— Me alegro de que te guste. Deja que te lo ponga.

Myranda lo cogió con cuidado, le apartó el cabello del cuello y se lo colocó delicadamente mirándola satisfecha.

— Será mejor que bajemos — sugirió — Los demás están ya desayunando

Myranda se levantó de un salto y arrastró consigo a Laura cogiéndola de la mano con cariño. La joven no pudo evitar sonreír mientras acariciaba el colgante sobre su pecho. Le agradaba mucho la compañía de Myranda. Aunque apenas la conocía, en los días que había pasado allí se había acostumbrado a tenerla siempre cerca y por alguna extraña razón, sentía que podía confiar en ella.

Ambas bajaron la escalera de caracol hablando tranquilamente. No dejaba de hacerle preguntas sobre su vida, en especial se interesaba por sus amigas, pero a Laura no le importaba responderlas, ni siquiera le pareció extraño en ese momento.

Llegaron a la sala del desayuno, una habitación circular de gran tamaño. Había montones de mesitas redondas con bonitos manteles, y antiguas sillas de madera. Enormes ventanales permitían el paso de la luz de una mañana soleada. Varias mesas estaban ocupadas. En aquella casa parecía vivir mucha gente, pero a veces llegaba a ser realmente sombría y solitaria. Al fondo se encontraba un mostrador repleto de comida, y un chico joven hacía las veces de camarero.

En una de las mesas se encontraba Darius. Frente a él, había otro hombre de aspecto huraño que Laura no reconoció. Parecían estar discutiendo pero en cuanto se percataron de la presencia de las dos chicas en el comedor, aquel hombre se puso de pie y se marchó refunfuñando. Myranda le indicó dónde coger el desayuno y luego se fue a sentarse con Darius mientras Laura cogía un par de rebanadas de pan y un té bien caliente antes de ir a reunirse con ellos en la mesa. Laura comía despacio, observando disimuladamente todo lo que ocurría a su alrededor. En un par de ocasiones pilló a Myranda haciendo gestos con la mirada a Darius que se mantenía serio, con el rostro impasible y negaba levemente. Algo en aquel ambiente calmado pero tenso perturbaba su mente y tenía la extraña sensación de que alguien le hablaba en su interior, pero no podía oír lo que le decían. Entonces lo notó. Desde el otro lado de la sala, un par de hombres la miraban con intensidad y entre ellos el consejero Merek. Casi se atraganta con un bocado de pan y tuvo que concentrarse por devolver la mirada a su mesa. Entonces notó como el semblante de Myranda había cambiado. Parecía nerviosa, y sus enormes ojos oscuros parecían de pronto invadidos por una enorme... tristeza. Era aquello lo que notaba, una inmensa tristeza que invadía a sus dos acompañantes y que los mantenía en silencio.

Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora