Desembarco

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-¡Tierra a la vista!

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-¡Tierra a la vista!

La voz de Maia rompió el silencio de la mañana y todos subieron apresurados a cubierta. La costa ante ellos era una franja de arena blanca que contrastaba con el azul profundo del mar. El "Viento Errante" había llegado a su destino, y las montañas de Echovale se alzaban en la distancia, imponentes y majestuosas. El aire estaba impregnado de un frescor montañoso, mezclado con la salinidad del mar, creando una sensación de estar en el umbral de dos mundos.

La despedida de la tripulación fue emotiva. El capitán Alaric estrechó la mano de cada miembro del grupo, su semblante serio pero sus ojos brillando con respeto.

-Que los vientos de la fortuna estén siempre a su favor.- dijo con voz grave.

Talia, con la mirada aún apagada por la pérdida de su hermano, les ofreció una sonrisa triste pero esperanzada.

-Gracias por todo.- susurró Laura abrazándola con cariño.

-Que vuestro camino nos lleve a la victoria.- respondió la joven devolviéndole el abrazo.

Elric, el cocinero, les entregó un pequeño paquete de provisiones.

-Para que no olviden el sabor del Viento Errante.- dijo con una sonrisa cálida.

Una vez en tierra, Laura y su grupo se volvieron para mirar el barco una última vez. El Viento Errante comenzó a alejarse, su silueta haciéndose cada vez más pequeña en el horizonte.

Frente a ellos, una pequeña extensión de terreno y al fondo las montañas de Echovale, como gigantes de piedra, con sus cimas tocando el cielo. La majestuosidad del paisaje era abrumadora. Las montañas se extendían en todas direcciones, con valles y bosques que se perdían en la lejanía. Laura sintió una mezcla de asombro y humildad ante la vista. Las montañas representaban un desafío y una promesa, un recordatorio de lo pequeños que eran en el vasto mundo, pero también de lo mucho que podían lograr. Su corazón latía con una mezcla de nerviosismo y emoción; estaba a punto de adentrarse en un reino lleno de misterios y antigua sabiduría.

-Estas montañas han sido testigos de historias más antiguas que cualquier reino humano.- dijo Lanette, mirando hacia las cumbres.- Cada paso que demos aquí estará lleno de significado.

El grupo recogió sus pertenencias y comenzó a avanzar hacia el interior. Con cada paso, el sonido de las olas se desvanecía, siendo reemplazado por el crujido de la arena bajo sus pies y luego por el murmullo de la brisa entre los árboles a medida que se acercaban al bosque que rodeaba las montañas. La senda se adentraba en un bosque denso, donde los rayos del sol se filtraban a través de un dosel de hojas, creando un tapiz de luz y sombra en el suelo. Los olores del bosque, una mezcla de tierra húmeda, hojas y resina de pino, llenaban el aire, reviviendo a los viajeros con su frescura natural.

Laura miró hacia las alturas de las montañas, sintiendo una mezcla de respeto y asombro. Estas no eran solo formaciones geológicas; eran guardianes de secretos antiguos, hogar de los elfos, un pueblo de sabiduría y magia. Con cada paso hacia las montañas, sentía cómo la emoción y la curiosidad crecían dentro de ella y un escalofrío recorrió su cuerpo haciéndola temblar. Elyan, aceleró el paso para caminar a su lado, y la tomó de la mano.

Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora