Comenzando a recordar

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Montones de casas de piedra se disponían a mi alrededor formando estrechas calles sombrías. Una brisa salada recorría el ambiente silencioso que rondaba por los alrededores. Las viviendas eran de pequeñas dimensiones, y una tras otra se repetía la misma forma, los mismos detalles... Todo a mi alrededor parecía igual. Era una sensación realmente extraña, como si sólo pudiera repetir la misma imagen en mi cabeza, como si fuese el único recuerdo que me quedaba.

Fui avanzando entre las casas pero sabía que en realidad no caminaba por sus calles. Todo tenía una perspectiva distante, como si me encontrase observándolo todo desde el aire. Sabía que estaba dormida, pero también tenía claro que aquello era más que un sueño.

En una de las esquinas había una casa de dos plantas rodeada por una valla de color verdoso. La puerta estaba abierta y de su interior procedía un gran alboroto. Como si de un microscopio se tratase me fui acercando más y más hasta que tuve una visión más clara de la escena. Oí una risa infantil dentro de mi cabeza, y entonces sentí un frío aterrador que inundaba todo mi cuerpo. Sentí como caía descontroladamente hasta que un brusco golpe en la espalda me hizo reaccionar.

Me encontraba boca arriba sobre la húmeda hierba que cubría el suelo. Aquel gélido aire se hacía cada vez más intenso y noté como mis pies descalzos comenzaban a helarse hasta que de nuevo la sensación desapareció de golpe. Dos personas salían de la casa y se acercaban por el patio. Me levanté torpemente, sentía un fuerte dolor en la espalda y tenía varios rasguños en los brazos. Había sido una caída fuerte. Me dirigí lo más rápido que pude a unos matorrales cercanos y desde allí pude observar toda la escena que sucedía a escasos metros de mí. Aquellas dos personas que caminaban rodeando la verja charlaban intensamente. El más joven no debía tener más de quince años, y su acompañante aparentaba tener unos sesenta. Lo reconocí sin esfuerzo, era le Gran Consejero Eldrin, y su aspecto seguía siendo el mismo que en la actualidad.

Apenas alcanzaba a oír la conversación, por lo cual decidí resguardarme en unos matorrales más cercanos a la verja. No estaba segura de si podrían verme, no sabía si aquello era sólo una visión, pero de todas formas no quería arriesgarme, así que me quedé completamente inmóvil, temiendo que el entrecortado sonido de mi respiración me delatase. De pronto una chica salió del interior de la casa. Estaba segura de que era Lanette, sus rasgos eran más aniñados, pero lo cierto es que no había cambiado mucho. Me quedé asombrada mirándola. Lanette seguía teniendo ese aspecto elegante que la caracterizaba, aunque el color de su pelo era un poco más claro y su mirada aparentaba esa inquietud propia de la juventud. Corrió mientras lloraba desconsoladamente y se acurrucó en los brazos del consejero.

— Han contactado con ella — dijo entre sollozos, y abrazó aún con más fuerza al hombre — Hilda ya no puede hacer nada por la pequeña. ¿Qué va a ser de nosotros?

El chico que se había mostrado distante hasta el momento se dejó caer pesadamente y comenzó a golpear el suelo con fuerza. Sus ojos se inundaron de lágrimas de rabia, y comenzó a hablar sin dejar de mirar sus enrojecidas manos:

— Es el fin. No se apiadarán de nadie. Debía haber ido a luchar junto a mi padre cuando tuve tiempo, ahora él está muerto y ¿de que me ha servido proteger a la niña cuando hemos sido derrotados en el frente?

Un grupo de diez personas salieron de la casa y corrieron junto a sus compañeros.

— No han dejado supervivientes en Mirajin, dos de los soldados han ido a la frontera pero no podemos quedarnos aquí. Han llegado cinco minsh de las montañas de Emberglade. Dicen que ya han tomado el paso de Elron. Hablan de dos ejércitos completos de rastreadores y ya están alcanzando el río. Si llegan al portal estarán aquí en unas horas. Debemos refugiarnos al norte.

Aetheria. Las Hijas de los Dioses - Libro 1 [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora