Capítulo 1

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¿Nunca les ha pasado que cuando tienen dolor de cabeza y no se toman nada ni siquiera una pastilla para que se les quite y solo se van a dormir, aunque les duela?

La sensación por la mañana es interesante, porque cuando despiertas, sientes la cabeza como si no hubieses dormido nada, te sientes bastante cansado o solo estás como zombi. O simplemente sientes como si hubiera un nudo allí adentro de la cabeza. Si ustedes lo intentan, sabrán la sensación que estoy sintiendo.

Puedo darles otras descripciones si quieren, que es casi parecida, pero solo que tendrás esa sensación de que te sientes vacío.

Es como cuando se te muere un familiar con la que convivías veinticuatro siete. Pasas por un día llorando sin parar, asistes al velorio y cuando regresas tarde a casa, lo primera que haces es tirarte a la cama con todo y hasta los zapatos puestos. Para cuando llega el día siguiente, tienes ese mal sabor de boca, tus brazos tienen esas arrugas que indican que tuviste una buena siesta; cuando abres los ojos, lo primero que llega a tu cabeza es: «¿Acaso todo eso fue solo una pesadilla?»

Tu mente está en absoluta paz, pero estás deshidratado de tanto llorar y estás apunto de recibir, hacer o sentir lo que te espera en el día de hoy, es el más esperado y doloroso entierro de ese familiar que acabas de perder.

Bueno, así es como me siento, aunque no perdí a nadie.

Bostezo sin abrir los ojos y me estiro, me siento tiesa, pero al estirarme me hizo sentir muy bien. Suspiro, abro los ojos y examino el lugar que es todo blanco y muy iluminado por la luz del día.

«¿En dónde estoy?»

Me levanto de la cama y veo mis tacones tirados en el piso en medio de la habitación. Camino a la ventana y entre más me acerco más quedo cegada con la luz del sol. Abro las puertas francesas de cristal, salgo al bonito balcón y aprecio lo bonito que es con molduras que parecen formadas a manos, con una paleta de colores blancos y hueso que me trasmite paz. Hay un sofá aun lado y una alfombra beige con rombos de distintas tonalidades.

Aprecio un poco la vista de las copas de los árboles, el cielo despejado y la vista del mar es maravillosa

¿En dónde estoy? ¿Qué hago aquí? No recuerdo nada...

Miro hacia abajo para ver si puedo reconocer en que casa me encuentro. La verdad, no tengo ni la menor idea. Hay una gran área verde, una piscina con cerámica alrededor color crema, hay muros altos y detrás de ellos muchos árboles, luego la arena y por último el agua de la playa.

¿Bebí o me drogué anoche?

¿Con quién me fui?

¿Con mi esposo o con unos de mis amantes?

¿Será que es mi otra vida en una reencarnación nueva y no me di cuenta de que morí?

—Buenos días...

Volteo de inmediato y doy un grito ahogado.

—¿Diego?

Ahora recuerdo todo...

—¡Maldito imbécil! —Lo apunto con el dedo— Más te vale decirme en donde estoy y que me lleves de regreso a Los Ángeles.

Con un rostro serio, coloca la bandeja del desayuno sobre la cama.

—Intenté muchas veces hacerlo a las buenas, Estefany. Tuve que hacerlo a las malas ya que... —Se voltea a mirarme con sus manos en los bolsillos del pantalón—... tal personita no quiso colaborar en confesar la verdad y tomé la decisión de hacerlo a mi manera, talvez a lo... ¿ilegal?

Busco el arma de fuego en mi pierna, pero no está.

—¿Buscabas esto? —Muestra la pistola con su mano derecha.

Estefany Hoffman © [Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora