Capítulo 6

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NARRA DIEGO DALLAS

Desde esa noche pude ver un lado de Estefany más radiante. Ambos nos desahogamos y contamos relatos de nuestra infancia, bueno, ella, yo no. Pero su forma de hacerlo me hacía sonreír. Sentí ese efecto hogareño o nostálgico a pesar que somos de países, de culturas y maneras de vivir distinta. La agilidad y la facilidad que lo hace es extraordinario. Como si fuese un idioma súper fácil.

Recuerdo cuando asistía a clases de español y ruso, ambas tienen su dificultad: el ruso por su tipo de letra y pronunciación. Y en el español, la cantidad de verbos, reglas, conjugaciones, tiempos y un montón de mierdas.

Esa misma noche, Estefany se quedó dormida en mi habitación. Yo durmiendo en la orilla de la cama y ella en la otra con una almohada en el medio dividiéndonos. No me había percatado que de un momento a otro se había quedado dormida. Como dije anteriormente, cuando ella se quedó a dormir en mi casa: se veía frágil, delicada, cansada e inocente. Todavía me da la tentación de abrazarla con fuerza, cubrirla con una manta y protegerla de todos y del todo. Y fue lo que hice esta noche. Maté por ella, la abracé consolando su llanto hasta que se quedara dormida.

No es la primera vez que mato, pero si la primera vez que mato por alguien.

***

La mañana transcurre con normalidad, pero con más chispa. Cuando despierto, me la encuentro parada en la puerta con una bandeja en mano con el desayuno. Lleva puesto un enterizo short color negro con girasoles, lleva unas zapatillas negras y el cabello está trenzando de medio lado como la princesa Elsa.

—¡Buenos días! —saluda con una luminosa sonrisa.

Me siento con mucho cuidado para no lastimarme.

—Buenos días... que... linda sorpresa.

—¡Gracias!

Coloca la bandeja en mi escritorio y me sorprendo cuando coloca un termómetro entre mis labios.

—¿Cómo te sientes? ¿Cómo amaneciste? ¿Te duele algo? —Se sienta en la orilla de la cama.

Suspiro con molestia.

«Ha entrado en confianza, Diego. Entre más confianza, mejor»

Me quito el termómetro de la boca y se lo regreso.

—Estoy bien, tranquila.

Se queda fijamente mirando el termómetro y rio un poco con los labios sellados.

—¿Algo anda mal... enfermera? —bromeo

—Sí, que soy una estúpida. Esto no se coloca en la boca, sino en la axila.

Tomo sus muñecas antes de que comience a quitarme la sudadera.

—Estefany, mírame.

Me observa a los ojos y sus mejillas se ruborizan.

—Estoy bien ¿okey? tranquila.

Suelto sus muñecas y ella retrocede.

—Okey, pero espero que tengas hambre —Camina a mi escritorio—. Yo misma te hice el desayuno.

Se acerca colocando la bandeja sobre un almohadón como mesa. Hizo algo sencillo, un vaso de jugo de naranja, un plato con dos huevos, dos tostadas embarradas con mantequilla y rodajas de queso blanco.

En términos generales, preparó lo que ella suele comer.

Cojo el vaso para saborear el dulce sabor de la naranja —mi jugo favorito—, está tal como a mí me gusta: dulce y acida a la vez; hasta que siento el cosquilleo en las glándulas salivales.

Estefany Hoffman © [Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora