Capítulo 17

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NARRA DIEGO

El doctor Max me envió un correo que ya no volvería a la casa, según la excusa que dio, Estefany está bien de salud y ya no necesita venir seguido. Se puede decir que Estefany ya está bien en todos los sentidos, tanto física y nutricionalmente, tal como quería. Supongo que ya es hora de que Estefany cumpla con su parte del trato y que hable de una buena vez quien le ha hecho mucho daño. Tuve mucha paciencia, ya no pienso esperar más tiempo.

***

Llego a la cocina a servirme un vaso de agua, no encuentro a Estefany en ninguna parte de la casa, de seguro debe de estar afuera sembrando flores en el jardín, o en el patio nadando en la piscina. El psicólogo está en camino, ya que lo cité para que tengamos una reunión.

Veo a Estefany salir junto a la empleada del cuarto del lavado con cestos y la ayuda a colgar la ropa y sábanas. La empleada tiene más de cincuenta años, Estefany se lleva muy bien con la señora y la ayuda, obvio, por ser más joven. Pero ver como aprecia a la señora, eso habla mucho de ella. Me gusta mucho ese tipo de personas, que respeten y ayuden a los adultos mayores. Hace una semana, me las encontré a ambas tejiendo juntas y Estefany aprendiendo trucos nuevos.

Salgo de mis recuerdos cuando escucho gritos en el patio, dos guardias están molestando jugando «monito» con Estefany con su peluca rubia. Ella trata de recuperarla, pero es inútil, ellos corren mucho más rápidos, son más altos que ella que se le dificulta atrapar su peluca cuando ellos se la lanza uno al otro.

Pongo el vaso con agresividad en el lavado y salgo molesto al patio. Escuchar sus risas burlonas mientras Estefany les suplica que se la devuelvan me pone más cabreado. Cuando me acerco a uno de los guardas, lo volteo, lo sujeto del chaleco antibalas y lo alzo, mientras me mira aterrado.

—¡¿Es que acaso eres sordo?! ¡Me haces el favor y le devuelves eso a su dueña!

—Señor, no se enoje, por favor —dice su otro compañero—. Solo estábamos jugando un rato.

—¿Te parece divertido ver como una mujer les pide desesperadamente que le regresen algo que la ayuda a ocultar sus inseguridades? —Miro al guarda a quien todavía lo tengo sujetado— ¿Le harían lo mismo a su madre si tuviera alguna enfermedad que le haya provocado la caída de su cabello?

—Bueno... señor...

—¡¿SI O NO?! —Lo sacudo con más fuerza.

Niegan rápido con la cabeza.

—Dejen sus armas, sus radios y las llaves. ¡Están despedidos! —Lanzo al guarda al suelo— ¡No los quiero volver a ver!

Ambos salen corriendo a la oficina en donde su jefe se hará cargo de ellos. Recojo la peluca rubia del suelo, le quito las hojas y cierta basura que tiene entre los mechones, la peino un poco con los dedos y me acerco a Estefany, quien está tirada en el suelo cubriéndose la cabeza con sus brazos, mientras es consolada por la sirvienta. No entiendo que trata de esconder, si lleva una maya del mismo color de su piel donde oculta su cabello real de seguro.

—Estefany —Me arrodillo—. Tranquila, ya no volverán a molestarte —Sonrío—, ya los despedí, no los volverás a verlos nunca más.

Cuando estoy por ponerle la peluca sobre su cabeza, ella me lo arrebata con agresividad, me empuja del pecho haciendo que caiga sentado al suelo y se mete corriendo a la casa. ¿Pero cuál es su problema? La defendí y despedí a esos imbéciles, debería estar molesta con ellos, no conmigo. Mal agradecida. Mujeres, ¿quién las entiende?

Ya de regreso a la casa, me voy a buscarla a su habitación, pero cerró la puerta con seguro. Pongo mi oído para poder escucharla, está rota en llanto. Suspiro y toco la puerta.

Estefany Hoffman © [Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora