Capítulo 25

21 7 2
                                    

Hojas y ramas se rompen en cuestión de segundos mientras la joven bruja corre tan rápido como sus pies descalzos se lo permiten. El aire frío congela sus pulmones por una fracción de minuto hasta que su magia vuelve a hacerlos entrar en calor.

El rastro de flores dejado por su hermana mayor se va marchitando conforme Rynna avanza. Cada flor se seca como si fueran sometidas a altas temperaturas, y cada pétalo es destruido por el paso de ambos lobos que siguen a la chica lo más cerca posible.

—Ya estoy cerca. Ya estoy cerca —dice entre jadeos, sintiendo los gruñidos del demonio a unos metros de ella —. Ahí está...

Las tres brujas encerradas en una burbuja de su propia magia para mantenerse a salvo de las sombras que las rodean y de aquel enorme demonio que no hace nada más que solo mirarlas mientras gruñe amenazante, comenzando a inclinarse para saltar sobre ellas.

—¡Espera!

—¡Rynna! ¡No!

***

Aquellas brujas que sus sombras habían vigilado toda la noche, estaban ahora paradas, frente a él, en esa extraña burbuja que apestaba a magia y que evitaba que pudiera sentir el aroma de cada una.

"Acábalas".

"Quieren quitárnosla".

"Nos la van a quitar".

"No debemos dejar que se la lleven".

"No pueden".

"¡No lo permitas!".

"¡No lo permitiremos!".

"¡NO LO PERMITIREMOS!".

El demonio se inclina para tomar impulso. Aún desconociendo qué tan fuerte es la magia de aquellas brujas, está dispuesto a descubrirlo con tal de pelear por lo que es suyo.

Pero justo antes de que su salto fuera sin retorno...

—¡Espera!.

"¡CUIDADO!".

"¡CUIDADO!".

"¡DETENTE!".

El demonio clava las garras de sus patas traseras a la tierra y las de sus patas delanteras a los arboles más cercanos a él para frenarse a sí mismo. Algunos de los robustos árboles acaban derribados como si fueran simples ramas, delgadas y débiles a pocos metros de las brujas.

—¡Rynna! ¡No!

El aliento del demonio se estrella contra la joven que, a pesar de la situación, permanece inmóvil mientras se interpone entre él y sus hermanas.

Su mano se posa sobre el filoso colmillo que sin notarlo, se engancha en la ropa de Rynna. Debe ser cuidadosa para evitar lastimarse y hacer que su sangre entre en su boca.

—Espera por favor —vuelve a decir con suavidad. Su pecho se infla y desinfla agitado. Su voz temblorosa delata su nerviosismo, pero el desenfrenado latido de su corazón dalata lo asustada que está —. No les hagas daño.

—Apártate —gruñe el demonio.

—R-Rynna... —intenta decir Ryuka.

—¡A callar! —ruge el demonio, haciendo temblar los árboles a su alrededor.

—No las lastimes, ellas son...

—No dejaré... no dejaremos... —un conjunto de voces parece salir de su boca repleta de colmillos —. ¡Fuera de nuestro territorio! ¡Largo de aquí!

El rojo sangre se apodera completamente de los ojos del demonio. Oscuros. Brillantes. Furiosos. No despegan la mirada de las tres intrusas.

De su boca emana el aliento infernal de un sin número de almas intentando proteger lo que es suyo.

—Borkoff... —las brujas ven cómo su hermana menor se acerca aun más al demonio para posar su frente sobre su nariz —. Tranquilo.

—Rynna —dice Raksha —. Apártate de él ahora...

—No me hará daño —dice suavemente —. Está asustado. Tiene miedo de estar solo.

Una gran verdad que ni siquiera el mismo demonio había notado. O que no había aceptado.

—Tranquilo, Borkoff. Tranquilo —acaricia con suavidad de arriba hacia abajo los cabellos entre sus ojos mientras susurra —. No me voy a ir.

Las brujas ven con asombro cómo el inmenso demonio se recuesta lentamente, sin hacer que la joven aparte su mano.

—No les hagas daño. Diles que vuelvan a ti, por favor.

Un breve gesto es toda su respuesta. Una leve inclinación de cabeza mientras cierra los ojos es el gesto con el que le ordena a sus sombras volver a su interior.

—Esto es imposible —murmura Remena.

—Tenemos que...

—Raksha —interrumpe Remena con frialdad —. No digas nada. Por amor de Dios, no digas nada.

Una ligera risa llama la atención de las brujas. Grave y burlesca. Todas miran con sorpresa al demonio.

—¿De qué sirve meter a su dios en todo esto si su mano no llega a este sitio? Aquí no hay más que la muerte de quienes no tuvieron su protección.

Vuelve a levantarse, solo para reducir su tamaño y cambiar su forma por una más bestial, atrapada entre el humano y el lobo. Un licántropo alto y corpulento, con pelaje negro y ojos intensamente rojos, amenazantes cualquiera que fuera la expresión en su rostro.

Rynna se obliga a no retroceder.

—No hay dios en este lugar, bruja. Aquí solo hay muerte. Aquí no hay piedad para nadie —suelta un grave gruñido —. Aquí solo encontrarán a la Calamidad.

 Aquí solo encontrarán a la Calamidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



El bosque de los demonios (4): Érase Una Vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora