Capítulo 20

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—Raksha —dice Remena con seriedad mientras observa la caldera —. La encontré.

Raksha se apresura en llegar junto a ella. Lo que no había logrado por haber perdido la calma, Remena lo había logrado, solo que con un poco de dificulta que aun busca una explicación.

—No está herida —asegura la bruja mayor.

—¿Hacia dónde se dirige? —pregunta Ryuka.

—Conozco esa expresión —comenta Remena —. Está enojada.

—¿Con el demonio? —pregunta Ryuka.

—¿Dónde está el demonio?

—¿Es ese? —pregunta Remena.

La imagen sin contexto hace que las brujas se hagan una y mil preguntas sin respuesta certera.

El ver a su hermana menor caminando con una expresión de seriedad ajena a ella mientras se dirige a quién sabe dónde, hace que la bruja mayor comience a irritarse. El desconocimiento la enfada. El no estar ahí la llena de impotencia. Y el no haberlo evitado la llena de frustración.

—Raksha —la mencionada fulmina con la mirada a Remena —. Lo estás haciendo otra vez.

A su alrededor, buena parte de la casa se cubre de gruesas raíces que amenazan con extrangular y destruir todo lo que tocan.

"Una bruja enojada es peligrosa", recordó las palabras que el brujo del engaño le dijo alguna vez.

Pero quizás, "enojo" no es la palabra que describa correctamente lo que la bruja mayor siente en este momento.

Quizás no se trate de una emoción tormentosa como la ira. Quizás, solo se trate del "terror" que le provoca perder lo con tanto esfuerzo ha intentado proteger.

Su familia.

***

Fuera de la cueva, Rynna camina sin rumbo aparente mientras el lobato la sigue cada vez a menos metros de distancia.

A pesar de poder verla directo a los ojos, sabe lo que siente. El enojo que presentaba en la cueva, ahora es reemplazado por tristeza e impotencia.

Emociones humanas que solo ellos pueden entender, y que al parecer, los animales vivos también son capaces de distinguir.

He ahí la gracia de estar vivo.

El demonio nunca lo entendería a menos que diera un paso atrás. Un paso hacia los recuerdos de cuando era antes de ser lo que es ahora. Recuerdos que decidió encerrar para evitar la confusión que tiene ahora.

—No deberías venir conmigo —dice al tiempo que se detiene, obligando al lobato a que haga lo mismo —. Podría hacerte daño de nuevo. Esa criatura podría aparecer y podría hacerte daño.

Borja ve cómo la bruja se deja caer sobre sus rodillas, provocando el quiebre de algunas ramas y hojas bajo su peso.

Los sollozos impiden que las palabras salgan de su boca. De todos modos, no hay nadie a quien dirigirlas.

Borja camina hasta quedar frente a Rynna y ladea su cabeza mientras la observa cubrir su rostro.

Pequeños gemidos obligan a la bruja a salir de su burbuja de tristeza e impotencia. Pero un grave y furioso gruñido hace que su corazón se acelere. 

El lobato gruñe en respuesta mientras eriza su pelaje mirando por encima del hombro de Rynna.

—Tranquilo —murmura la joven —. No hará nada si no le haces nada.

Borja duda. Su instinto dice que debe seguir con la guardia alta. Debe proteger a la joven frente a él.

Lentamente, Rynna se pone de pie y voltea cuidando cada uno de sus movimientos.

"Recuerda esta criatura, mi bella flor roja. A pesar de estar bajo el control de alguien, cualquier movimiento en falso puede insitarlo a atacar". Recuerda las palabras que Stolas le dijo hace unos cuatro o cinco años atrás. Quizás hace más años.

—Sé que puedes oír todo lo que él oye —dice intentando parecer dura —. ¿Por qué haces todo esto?

La criatura se siente frente a ella con una expresión vacía. No es más que un cascarón obediente. Una mascota que el brujo del engaño aprendió a controlar a la perfección para saciar su hambre de querer dominar lo indominable.

Mi preciosa Rynna —oye la voz de Stolas a través de la criatura —. Sigue a la criatura, te llevará conmigo. Sin lobo. Sin demonio. Solos tú y yo antes de que tus hermanas lleguen. Entonces hablaremos sobre todo esto.


 Entonces hablaremos sobre todo esto

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El bosque de los demonios (4): Érase Una Vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora