Capítulo XVI -. Lo bello de esta noche

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—Eso es imposible, no podría enamorar a Deidara jamás. Nunca lo había visto antes así y nisiquiera sé en qué fue lo que se fijó. —Itachi admitía que se desacreditaba tal vez un poco, pero al no tener ni una idea de quién era la persona que lo había cautivado, podía imaginar cualquier cosa.

—Tal vez se fijó en alguien atractivo. —le respondió su hermano.

—A él no le importaría mucho eso siempre y cuando le guste quemar o explotar cosas con él —rió —. Aunque por supuesto, también que no sea un asco de persona; le quería cortar la cabeza a Shisui por lo que hizo.

—Wow, me alegro de que quiera defenderte. Seguro le gustas tú.

—Sasuke, esas cosas no pasan. Si me defendió fue porque soy su mejor amigo y es todo.

—Ajá. —se cruzó de brazos.

—Bueno, ¿Dónde íbamos?

—Yo sí creo que eres muy guapo, así que no dudo en que a él también le parezcas, incluso multiplicado por mil. ¿Crees ser su tipo?

—No lo sé.

—¿No te enamoraste de él porque lo conocías?

—Sí, pero estar... de él me nubló entero y no tengo ni idea. Por un lado, no quiero hacerme ilusiones, pero por otro, no quiero perder mi oportunidad por simples suposiciones.

—Entonces hazle saber que lo amas. ¿Cómo sabrá mostrarse si tú no le das un empujón?

—Eso intentaré —sonrió —. Muchas gracias, Sasuke. —besó su frente con cariño, se despidió y retiró hacia su habitación —. «¿De verdad yo podría...? Lo mejor será que duerma. Ojalá lo vea pronto»

Sabía que debía tener motivación, así que hizo lo que pudo para ilusionarse de vuelta. Llamó por teléfono a Deidara esa misma noche.

—Buenas noches.

—Buenas noches, ¿Qué haces despierto a estas horas, hm?

—Sólo quería llamarte, ¿Estás ocupado?

—Supongo que debía dormir. —rió.

—Quería conversar porque no tenía sueño y quería estar contigo, pero sí quieres cuelgo y te dejo en paz.

—¿¡Eh!? Para nada, también yo te extrañaba. Es más, estoy muy feliz de que hayas decidido llamar. Tampoco tengo sueño, por eso dije que debía y respondí tu llamada.

—Está bien, pero no te asutes, iba a insistir en que te quedes. —sonrió como bobo mientras se sentaba al borde de su cama.

—¿Entonces querías que me hiciera el difícil?

—No, pero esperaba que probablemente lo hicieras.

—Oh, ya veo. Entonces me voy.

—También quieres que te insista, ¿No? —rió. Debía admitir lo adorable que se le hacía ver su actitud juguetona.

—No lo sé, ¿Quieres insistir?

—Insistiría hasta el fin de los tiempos sólo por que me mirases... —suspiró enamorado. Había olvidado que por accidente dijo lo que pensaba, pero no se retractó, quería sembrarle la sospecha de su amor.

—... —con un notable tono rojo en sus mejillas, separó un poco su teléfono de su oído. Sentía que alucinaba —. ¿Hablas en serio? —rió para distraer a su mente de lo que había creído oír.

—Muy en serio. —dijo con simpleza.

—Bueno, pues- —pensó que podría responder correctamente, pero no fue así. Las palabras "correctas" nisiquiera existieron en su mente antes de salir a su boca. Tragó duro y siguió en silencio por un momento.

Alcanzó a escuchar las pequeñas risas del azabache. —¿Pues...?

—Pues también yo. —no era experto en responder a ese tipo de cosas, puesto que no solía recibir comentarios de ese tipo. Lo único que pudo decir fue aquello.

—Me alegro de que me quieras tanto.

—Igualmente.

Ninguno dijo nada por unos momentos, dejando el resto a la imaginación del otro. El cómodo silencio y la presencia del otro perturbaban a ambos corazones estrepitosamente.

Querían gritarle al mundo lo mucho que se amaban, decir directamente lo que había en sus mentes; pero el miedo al rechazo estaba muy presente sin poder evitarlo.

—¿Te comió la lengua el gato? —dijo Deidara en tono burlón.

—Perdona, es sólo que no se me ocurría nada para decir.

—No te culpo, tampoco se me ocurría nada.

—¿Ya estás cansado?

—No lo sé —rió —. ¿Cómo sabría si lo estoy si en lo único que pienso es quedarme hasta la madrugada?

—También yo —se acomodó para dormir, puesto que sentía que en cualquier momento caería rendido. Suspiró —. Estás un poco romántico hoy, ¿No?

—¿Yo? Tú empezaste diciendo que insistirías hasta el fin de los tiempos por que te mirara.

—Y te lo aprendiste —rió —. ¿Eso crees que sea romántico?

—¿Por qué no lo sería? Somos amigos y me hablaste como si fuera la máxima deidad.

—¿Y no te gustó? Porque puedo dejar de hacerlo.

—Nunca dije que no me gustó. Simplemente... me pareció un poco extraño. —sus mejillas enrrojecieron ligeramente.

—¿Extraño? A mí me pareció que fuiste tú el que le viste un contexto extraño. ¿O es que no crees que te quiera...? —poco a poco, sus ojos empezaban a cerrarse con lentitud. Luchaba contra sí mismo para no quedarse dormido, pero terminó perdiendo esa batalla.

—Claro que no. Sé que me quieres, y yo también te quiero muchísimo... —por un momento, había pensado en confesarse, pero le pareció muy cobarde el hacerlo por teléfono.

Le pareció raro no escuchar ninguna respuesta, así que calló por un momento hasta escuchar los pequeños ronquidos del pelinegro. No tardó en cubrir su boca para evitar soltar un chillido –más si antes de dormirse dijo que lo quería–.

—Buenas noches, mi Ita... Fuiste lo bello de esta noche... —susurró. Colgó la llamada con una enorme sonrisa en el rostro.

Si ayer el cariño demostrado excedió los niveles normales significaba que las cosas estarían tensas al día siguiente, puesto que la costumbre a eso no existía: demostrarse amor como auténtica parejita.

En una simple salida de amigos, Sasori sentía que se quedaba atrás e intentaba acomodarse junto a ellos.
No opinaba, sólo se sentía dolido al sentirse un poco excluido.

Esperó, pero después se alejó en una baja de guardia de ambos. Sólo creía que debía tragárselo para él y no decir nada hasta que la etapa pasara.

Caminaba a paso apresurado esperando no ser visto.

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