Capítulo XXI -. Cumpleaños

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—Fue... mi culpa...

—¿A qué te refieres? —dijo mientras acariciaba con cariño su cabello.

—Ella se fue... por mi culpa... —alcanzó a decir con dificultad aún entre lágrimas.

—¿Quién...?

—Mi madre... —aumentó la fuerza de su abrazo.

—¿Por qué dices eso?

—¡¡Mi padre me lo dejó MUY en claro!! ¡¡Es obvio que es cierto!! —gritó despechado —. E-ella me odiaba por ser yo... y se fue...

—Eres la mejor persona que he conocido, ¿cómo es eso posible...? —compadeciéndose de su rubio, siguió con el abrazo. Sabía que no podía hacer ni decir nada, porque no encontraría las palabras correctas que lo ayudaran, porque no podía obligar a aquella mujer a querer y aceptar a su propio hijo, a quien él adoraba.

—Quédate conmigo y nunca me abandones...

—No lo haré. Puedes confiar en eso. —besó con ternura.

Juntos por algunas horas más, terminaron durmiendo unidos en su cama. Sentir el suave latir del corazón del contrario los tranquilizaba. A pesar de la falta de palabras, el momento cálido hacía fuerte presencia.

—Dei... —murmuró Itachi mientras despertaba. Se separó un poco para asimilar dónde estaba. Sus mejillas tomaron un ligero tono carmesí al ver cómo su bello novio descansaba plácidamente.

Formó una pequeña sonrisa cuando recordó que habían quedado dormidos mientras Deidara lloraba desconsolado en su pecho. Acarició delicadamente la piel bajo sus ojos rojizos por su tristeza para después besar con cariño sus labios entreabiertos.

Decidió quedarse un poco más de tiempo a escuchar los suaves ronquidos que salían de su boca.

Poco después, el jóven rubio despertó moviendo con lentitud sus párpados. Le brindó una sonrisa al ver a Itachi hipnotizado con su rostro semi dormido. —Gracias. —dijo en un susurro.

—Es mi deber.

Aquel momento de tensión y amor fue interrumpido por el tono de llamada de Itachi. Era Sasuke con el teléfono de Madara, así que contestó.

—¿Te falta mucho para llegar?

—Aún estoy en casa de Dei, ¿pasó algo?

—Oh, nada. Sólo que puede que hayas olvidado del cumpleaños de tu madre.

—Se me fue el tiempo aquí —peinó sus cabellos hacia atrás por la sorpresa —. Ya voy entonces.

—Bien, pero que sea rápido. —colgó.

—Creo que significa que tienes que irte. —rió el rubio mientras se sentaba en su cama sin dejar de ver a su novio.

—Pero no de tu lado —le devolvió la expresión —. Sólo si claro, quieres venir conmigo a celebrar a mi madre.

—¡Por supuesto que quiero! —dijo con emoción —. Aunque estoy algo nervioso... no he interactuado mucho con tu familia. —mencionó nervioso.

—No te preocupes, yo me encargaré de que todo salga bien.

En el intento de cambiar que tuvo Kitsuchi, le permitió ir. Al poco tiempo ya estaban en la casa del azabache.

Los nervios de Deidara se notaban desde lejos, pero hacía lo mejor que podía para mantener la calma.

La puerta fue abierta por Madara, quien no dijo nada y sólo los dejó pasar.

—Si preguntas por tu padre, está distrayendo a tu madre en otra parte. —mencionó el mayor.

—Está bien. —caminó hacia adentro tomando de la mano a su rubio.

Ambos se encontraron con Sasuke, estaba inflando globos y decorando todo.

—Hola. —le saludó sonriente Deidara.

—¿Me van a ayudar? —dijo el menor.

—Claro que sí. —rió.

~○♡○~

—Ya se hace tarde para llegar a casa, está oscureciendo, ¿no crees que debemos ir a ver a tu padre? Digo, se tomó el tiempo de venir. —dijo Mikoto. Estaba con Fugaku dando un paseo para distraerla –cosa que ella no sabía–.

—Tal vez se desesperó y se fue. Deja le llamo —le sonrió con dulzura para después alejarse, esconderse con su teléfono y llamarle —. ¿Todo listo? Ya quiere volver a casa.

—Sí. Pueden venir.

—Perfecto. —colgó yendo de vuelta con su esposa.

—¿Qué tal todo? ¿El gruñón de tu padre sigue ahí?

—Está esperándonos, pero ya vamos. —la rodeó con sus fuertes brazos y ambos se encaminaron a casa. Fugaku tocó la puerta para dar la señal de que habían llegado y después entraron.

Mikoto abrió la puerta al notarla sin seguro y se llevó una enorme sorpresa cuando vió todo. —¿Eh...?

—¡Sorpresa! —dijeron con alegría todos al unisono.

La alegría de la cumpleañera era incomparable, al igual que su sonrisa. —Yo... Muchas gracias.

—Todo ésto es para ti. —su esposo la tomó de la mano mientras ella miraba a su alrededor.

Madara se acercó a ella y extendió su mano. No solía dar muestras grandes de afecto, pero aún así quería felicitarla. —Feliz cumpleaños.

—Gracias —le sonrió y correspondió a su apretón. Se apartó para ver a sus hijos, quienes estaban junto a Deidara —. ¡Vengan acá!

Los dos hermanos se acercaron a ella y la abrazaron con cariño. Deidara sólo veía todo hasta que Mikoto habló de nuevo.

—También te hablaba a ti. —extendió sus brazos abriéndole paso al rubio.

—¿Yo...? —preguntó incrédulo.

—¡Claro que sí! —dijo con una enorme sonrisa.

Deidara se acercó a paso lento hasta que fue jalado del brazo por Itachi, ya que también quería incluirlo. —Felicidades.

—Muchas gracias. —sonrió.

Los cuatro se separaron y siguieron con las sorpresas para la pelinegra. Una deliciosa cena fue lo que le esperó después, la felicidad predominaba salvo por Deidara; se notaba algo decaído aún. La curiosidad de la cumpleañera crecía cada vez más. Pero tampoco deseaba incomodarlo con preguntas extrañas.

Quería hablar a solas con él, pero no se separaba ni un momento de Itachi, así que decidió ocuparlo por un momento –después de la cena– para por fin poder acercarse a su yerno.

—¿Qué tal si traes ya el pastel? Digo, sería lindo tomar algunas fotos para recordar este día tan especial. —le dijo a su hijo mayor.

—Está bien. —se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina.

—Dei, ven. Quiero hablar contigo. —tomó del brazo al rubio y salió de la casa a su lado.

—¿Sucede algo, señora Uchiha?

—Eso pregunto. Te he notado algo triste. No soy una entrometida, pero... —mencionó preocupada mientras tomaba su cara con cuidado.

× ¡YO TAMBIÉN QUIERO! ×   [DEIITA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora