Capitulo 1

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Rhaenyra sonrió cuando la partera le colocó a la bebé sobre su pecho, el dolor aún era agudo en su cuerpo, el corazón le zumbaba como un avispero y se sentía asquerosamente sudorosa.

La bebé lloraba levemente, su pequeña se movía sobre su seno izquierdo, con la boquita abierta y sollozante mientras la criada cortaba el cordón

— Déjeme le ayudó princesa — una de las criadas se acercó a ella y le abrió el camisón. Con un par de movimientos de la pequeña nariz de botón sobre su pecho, se prendió a su pezón adolorido y empezó a comer glotonamente.

La delicia del reino soltó un gemido de dolor ante la sensación de incomodidad, pero la vista de su recién nacida prendida a su pecho soltando maullidos de satisfacción.

—Vaya apetito alteza — sonrió Lana su criada más fiel — Será una niña glotona.

La partera le indicó que ya se estaba saliendo la placenta, Rhaenyra volvió a pujar sujetando a su bebé, luego de segundos de más dolor todo acabó. Las criadas la limpiaron, cuando la bebé acabó su comida fue llevada por Lana.

Desde su cama, la princesa observó cómo limpiaban los restos de placenta y sangre de su bebé, con cuidado la pusieron de pie para luego sentarla en la silla. Las criadas trabajaron rápido y cambiaron las ropas de cama a limpias. Melia le pasaba trapos húmedos por cara, pecho y brazos dejándola limpia.

Cuando madre y bebé estuvieron limpias, nuevamente regresaron a la comodidad de la cama, muchas almohadas de plumas fueron colocadas detrás de Rhaenyra.

—El rey y Ser Laenor ya fueron avisados, su Alteza — dijo la partera. Rhaenyra asintió con la cabeza y bajo su mirada, su bebé estaba pestañeando como si quisiera abrir sus ojitos al mundo, pero aún le era imposible.

La princesa empezó a cantar en alto valyrio como su madre hizo con ella toda su infancia. Pensó en ponerle Aemma, pero sería cruel que cargará con el nombre de una muerta.

Ya pensaría en un buen nombre para su hijita.

La princesa Alfa sonrió ante la vista de su pequeña cachorra, tan linda y delicada. Ella no dudaría en arrancarle la yugular a quien se atreva a tocar su tesoro.

Rhaenyra sonrió cuando vio a su padre entrando al cuarto, llevando un huevo de dragón en sus manos y Laenor detrás de él llevando en brazos a Jace. 

—Mi hija— su padre le besó la frente. Se podía sentir alivio en su voz, no muy diferente a su primer parto, la pérdida de la reina Aemma flotaba como humo, el miedo de perderla en el lecho de parto como pasó con la amada Aemma. — ¿Fue un buen parto?

—Creo que insulté un par de veces a la partera.

—Una niña— el rey tocó con delicadeza las regordetas mejillas de la recién nacida — Será una hermosa princesa. ¡Muchos caballeros querrán coronarla como la Reina del Amor y la Belleza!

—La nueva Delicia del reino— dijo Laenor. Rhaenyra miró la pequeña pelusa castaña en su bebé, muy similar al cabello de Jace.

Un nudo se instaló en el estómago de la princesa, nuevamente no pudo concebir un hijo para su esposo. Lo intentaron, los Dioses lo saben, pero la semilla de Laenor jamás floreció en su vientre.

—¿Cómo piensan llamarla? — preguntó su padre.

—Teníamos unos nombres. Luceanerys— contestó Laenor bajando a Jace. El pequeño niño de dos años saltó a una cama para luego gatear hacia su madre. Apoyó su cabeza en la cintura de su madre viendo con curiosidad a la recién nacida.

—¿Hermana? — preguntó Jace con su mirada a la bebé.

—¡Si! Es tu hermana — sonrió Laenor. Su esposo tomó a Luceanerys y la acostó en la cuna que se instaló hace unas semanas.

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