Capítulo 18

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Alicent no pudo llorar por completo la muerte de su hijo cuando Syrax y Caraxes tomaron la ciudad.

Una guarnición de Capas Doradas la encerraron en su habitación y no sabía el destino de su padre o de Helaena y sus nietos.

La ciudad cayó rápido ante Los Negros.

Alicent se arrodilló a los pies de su cama implorando por su familia. Su padre ya no tenía salvación, su primogénito murió por las quemaduras.

—Majestad— dijo Ser Erryk entrando por su puerta — La reina requiere su presencia en el salón del Trono.

Alicent se levantó y pidió a su doncella que la arreglará. Envuelta en su vestido verde con su collar de Siete Puntas caminó hacia la Sala del Trono.

Trago su miedo cuando vio a Rhaenyra sentada en medio de las espadas retorcidas, con la que fue la corona de Viserys y Fuegoscuro descansando en su regazo, tenía un vestido con bordados que asemejan las escamas negras de un dragón. A los pies estaba Daemon con su armadura y capa roja, con la mano en el pomo de Hermana Oscura.

—Hola. Querida madrastra— dijo Rhaenyra desde su trono.

Alicent miró como a un lado, estaban Helaena sin sus bebés, llevando un vestido carmesí con una diadema de rubí delicados y Daeron estaba sereno en un jubón negro con capa roja.

Y lo supo.

Helaena y Daeron cambiaron de capa mucho antes de la llegada de Rhaenyra.

—Traigan a los traidores — ordenó Rhaenyra. Minutos después llegaron su padre y los miembros del pequeño consejo.

Rhaenyra se bajó del trono quedando a lado de Daemon.

—Todos ustedes — miró fijamente a Otto desde su posición — Quedan sentenciados a la ejecución por máxima traición. Por el hurto a mi derecho de nacimiento.

Todos en la corte estaban temblorosos.

—A la reina viuda le sentenció a una vida como Septa en su Antigua, por el amor que mi padre le tuvo todos esos años, pero se le negará todo contacto con sus hijos — siguió Rhaenyra dando su sentencia — A mi hermano Aegon, será enterrado en Gran Septo luego que se creme su cuerpo. A mis hermanos Helaena y Daeron, y mis sobrinos, podrán residir en la corte, ellos no tienen culpa de los pecados de su madre y abuelo.

Alicent respiró aliviada, al menos sus hijos no serán condenados.

Daeron dio un paso al frente. Arrodillados a los pies de Rhaenyra.

—Permítame tomar el manto Blanco, majestad — pidió Daeron — Permíteme dedicar mi vida a su seguridad y a la de su familia.

—Te lo concedo, hermano mío — accedió Rhaenyra para luego ver al pequeño consejo, se acercó a Otto y le arrebató el broche de la Mano— Su ejecución será mañana, Daemon tendrá los honores.

Daemon sonrió torcidamente, con su vista fija completamente en Otto. Rhaenyra regresó a su lado

—Desde este momento. el rey consorte, Daemon Targaryen — dijo ante la corte mientras le quitaba la parte principal de la coraza del pecho, dejando ver un jubón negro con detalles en rojo. Luego le colocó el broche de La Mano — Es la nueva Mano de la Reina.

Y así. Los Verdes perdieron la guerra.

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Lucy se acurrucó en el nido que preparó. Sábanas suaves y delicadas, la capa de Aemond hecha bolita en una parte de la cabecera de la cama.

Hace dos días madre y Daemon fueron hacia King's Landing.

—¿Princesa? — la llamó Laina.

—¿Si? — preguntó adormilada Lucy. Le gustaba dormir todo el día, estar en camisón era cómodo.

—Ha llegado un cuervo — contestó Laina — La reina ha tomado la capital. Acaban de ser ejecutados el pequeño consejo.

Lucy parpadeó y asintió con la cabeza volviendo a cerrar los ojos

—El príncipe Jacaerys acaba de marchar a la capital— continuó Laina hablando — Coronarán a su madre en dos días en Pozo Dragón. Me pidieron que avisara que partiría esta noche.

—No quiero —- abrazó a la almohada que olía a Aemond.

—Ni siquiera si vas acompañada de tu esposo — Lucy abrió los ojos ante esa voz. Alzándose en sus brazos vio a Aemond en el umbral de la puerta.

Laina se reverenció y se fue dejándolos solos.

Aemond se quitó la capa de viaje y su parche. Lucy se quedó sentada en su nido.

—Mi hermosa esposa — Aemond se acomodo en la cama y la beso. Sus manos fueron a parar a su vientre. — Ya supe las noticias. De este pequeño guerrero.

—El Maestre prácticamente me ha ordenado que me quede en cama todo el embarazo— se quejó.

—Bueno esposa —Aemond la recostó con cuidado — Déjame recompensarte. 

Aemond se acostó a su lado, acariciándole el vientre con suavidad mientras tarareaba en Alto Valyrio

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Aemond se acostó a su lado, acariciándole el vientre con suavidad mientras tarareaba en Alto Valyrio.

Y así se quedaron los dos, en un silencio acogedor y con sus manos entrelazadas sobre el vientre de Lucy. 

N/a: Acuérdense de las divagaciones de Helaena

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N/a: Acuérdense de las divagaciones de Helaena. Solo digo. 

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