Capítulo 10

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Sintiendo frio, aún estaba frustrado de que Lucy se haya ido a mitad del sexo, se puso ropa y parche.

Permaneció sentado en el marco de piedra que servía como ventanal en la habitación de Lucy, anteriormente no tuvo oportunidad, así que mientras su hermana mayor soltaba alaridos de parto.

En el velador, revisando los cajones había una especie de calendario por lunas, algunos días estaban marcados con tiza roja, cuatro círculos, como estaban en la sexta luna, solo había cinco ciclos guardados.

Había varios tarros llenos de distintas chicas marinas, en un pequeño escritorio había unas cuantas esparcidas y material para joyería. Cepillos pequeños y brochas de limpieza. En un rincón había un caballete con un lienzo sin terminar del paisaje con la silueta de un dragón y varios pigmentos guardados juntos a numerosos pinceles.

Aemond reviso el gran armario de madera que estaba en una de las paredes, abrio y vio los vestidos de Lucy, todos en tonalidades variadas, sonrio cuando vio uno de tono esmeralda con brochados en negros.

—Su alteza— Aemond estaba curioseando las joyas de Lucy cuando un guardia entró al cuarto.

—¿Qué? — preguntó Aemond enderezándose.

—Me pidieron que lo escolten al salón.

—Humm

Aemond siguió al guardia, en la madrugada se podía sentir el frío de Dragonstone por los pasillos de piedra, los alaridos de Rhaenyra disminuían sólo a unas cuantas maldiciones hacia las parteras.

Cuando llegó se topó a su querido cuñado Jace caminado como bestia enjaulada por el saloncito, el más pequeño en brazos de Baela, que cuando lo vio desvió la mirada con una expresión avergonzada, luego Rhaena dormida en una silla.

Lord Velaryon lo miro y lo ignoro, Rhaenys que estaba que miraba hacia la chimenea y Daemon que lo miro con deseos homicidas.

Una criada le extendió una copa de vino, Aemond miró la copa con una ceja acuerda.

—No está envenenado— le dijo Daemon. Aemond lo miro. —No podemos matarte, porque si mueres el enlace torturaría a Lucy.

Aemon se encogió de hombros y bebió vino.

Luego se escuchó silencio y después un llanto de bebé. Aemond vio a Daemon suspirar de alivio y a Baela sonreír ampliamente.

Minutos después llegó Lucy al salón con la sonrisa más hermosa del mundo, sus ojos brillaron como estrellas en el cielo, tenía marcas de lágrimas en sus mejillas.

—¡Es Visenya! Tiene los cachetes más lindos del mundo— anunció Lucy con la voz excitada de emoción. Ella rápidamente corrió a abrazar a Daemon.

Luego de que se separan, Daemon salió corriendo hacia la habitación. Los demás se empezaron a abrazar de la emoción. Rhaenys indicó que sirvieran más vino.

Aemond atrapó a Lucy en sus brazos cuando en la euforia por la noticia ella lo abrazó, recostó su cabeza en su pecho mientras suspiraba aliviada.

Lucy se disculpó diciendo que deseaba dormir un poco, la mañana ya estaba en el lugar y luego de las casi cinco horas de parto como acompañante debía descansar.

Los dos llegaron a la habitación, Lucy se quitó la bata quedando en camisón, y gateó por la cama hasta apoyar su cabeza en las almohadas, Aemond se acostó a su lado. El pasó su brazo por la cintura de Lucy.

—Gracias a los dioses todo salió bien — susurró ella antes de cerrar sus ojos.

Aemond la vio dormir con una sonrisa tranquila.

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