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¿...?

El día había terminado y con ello la hora de visitas, y aunque se negase, Chifuyu tenía que irse. La despedida de ambos fue un poco larga, algo a lo que ya estaban acostumbrados pues para Matsuno irse se le complicaba y Takemichi lo sabía.

Regresaré mañana justo después de que den el timbre de salida. Vendré directo, ¿okey? — Sentenció mirando directamente al de ojos azules tal cual el mar.

—Está bien, está bien, deberías ir primero a casa y comer algo antes de venir, ¿sí? — Pidió con una sonrisa tenue en su rostro. El bicolor ante la petición hizo una mueca inconforme, pero ver aquellos ojos pidiéndole en silencio que le hiciera caso hizo que desistiera y asintiera de forma positiva.

Lo haré, pero de todos modos después de comer vendré directamente, ¿entiendes? Para que me esperes — aunque despedirse fuera demasiado difícil, al final terminaba yéndose después de darle un abrazo y desearle linda noche.

No era la primera noche que la pasaba sólo con la luna como única luz para iluminar la habitación. Inhalo profundamente y exhalo, cerró los ojos en un intento de dormir, fallando tiempo después.

La visita de sus padres lo carcomía y le robaba el sueño, ¿qué se supone que debía hacer? No hacerle caso a su progenitor significaba un fin a su vida de adolescente medianamente normal, sin escuela y sin amigos, y también significaba un regreso a su vida de cuando tenía cinco años de edad, fingir y ser fuerte ante todo, donde tenía que soportar gritos e insultos y no tenía derecho a romperse en llanto como el niño que era.

Odiaba a creces ese lugar al que nunca se atrevería a llamar hogar, pues era frío y no tenía nada de acogedor y familiar, inmensas peleas dentro eran lo único que pasaba. En definitiva no quería regresar solo para escuchar a sus padres pelear por cada simple cosa.

Suspiró exasperado, recordar esos años de su vida donde recibía regaños por el simple hecho de reír, sonreír o llorar le hacia sentir pena por su yo más pequeño. No podía demostrar emoción alguna, le habían prohibido comportarse como un niño y tenía que madurar a temprana edad. No quería regresar a esa pesadilla nuevamente, donde tenía que encerrar toda muestra de humanidad en lo más profundo de su ser y comportarse como si fuera un robot.

Tenía tanto dentro, y el llanto era la forma más fácil de demostrar todo lo que sentía, si se encontraba triste lloraba, si se encontraba feliz lloraba, si estaba sorprendido lloraba o si estaba enojado bastantes lágrimas salían de sus cuencas. Una manera de liberarse fue mediante el llanto, y fue la forma que más le ayudó.

Y justo en ese momento estaba liberándose, tenía miedo de regresar y ser alguien que no era, pero también tenía miedo de quedarse y ver a quien daño. No quería irse y tampoco quería quedarse, por un lado se sentía frustrado y por el otro culpable.

¿Qué podía hacer? Estaba entre la espada y la pared, se sentía tan mal.

Una sonrisa amarga apareció de mala gana en su rostro.

Quiero desaparecer... — Susurro con un nudo atorado en su garganta, llevó ambas manos a sus cristalinos ojos con gotas salinas saliendo como si fueran cascada. Intento secarlas inútilmente de su rostro, pero cada gota rebelde se negaba a simplemente desaparecer.

Se burló de se mismo por ser tan ridículo, quizás su padre tenía razón cuando le dijo que era alguien débil e inservible.

Quiero morir... — Se rindió de intentar parar las interminables gotas y ahora rasgaba con sus uñas sus mejillas dejando en ellas marcas rojas y en ciertas partes salía un líquido rojizo. Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no se dio cuenta en que momento sus manos se dirigieron a su cuello y ahí mismo comenzó a rascar con aún más fuerza dejando marcas en el proceso.

Mírame solo a mí  | Mitake [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora