13

281 40 4
                                    

¿Duele...?

¿Sigue igual?— Un chico de contextura delgada, pero musculoso; bastante alto para su edad, habló.

Llamaba bastante la atención por su apariencia intimidante, su peinado consistía en los lados de la cabeza afeitados, exponiendo un característico tatuaje de dragón en el lado izquierdo de su sien. Cabello largo en la parte superior de su cabeza, el cual se encontraba atado en una trenza dejando unos pocos mechones de cabello en el frente. Ryūguji Ken, o como mayormente se le conoce, Draken, segundo al mando de la, recientemente muy nombrada, Tokyo Manji Gang y uno de los fundadores. Su vestimenta se resumía en un pantalón ancho tipo baggy y una chaqueta larga estampada, debajo de esta portaba una camiseta blanca.

Varias de las enfermeras y pocos enfermeros procuraban no acercarse tanto al joven rubio, y mantenían la vista en otro lugar que no fuera en aquel chico de apariencia aterradora, pues lo último que querían en su horario de trabajo es meterse en problemas con alguien que parecía delincuente.
Algo de lo que, tal parece, Draken no estaba al tanto, pues su atención en esos momentos estaba solamente para el hermano mayor de su mejor amigo, Mikey.

—Sí... Sigue sin querer comer o siquiera hablar, los doctores ahora batallan para que logre tomar sus medicamentos... — La imagen que le daba el mayor, podría decirse que era, desaliñada.
Muy descuidado, a decir verdad, las ojeras se notaban a kilómetros y al parecer tampoco puede mantener una alimentación saludable.

Vaya...

Los hermanos Sano siempre lo sorprenden.

—¿Puedo pasar a verlo?— Preguntó, necesitaba una autorización, puesto que desde hace varias semanas Manjiro se había negado rotundamente a recibir más visitas de sus amigos. De hecho, esa fue la última vez que los Sano lo escucharon hablar, después de aquel día no hubo siquiera una palabra que saliera de la boca de Mikey.

—Tú sabes que sí, solo es cuestión que Mikey no te lancé cualquier cosa que tenga a su alcance— Soltó una risilla similar a un sollozo, no pasó mucho para que la sonrisa que postraba en su rostro se transformara en una mueca.
Parece que realmente esto está afectando en demasía a la familia.

—Entiendo, no es la primera vez que lo hace— Respondió dando leves golpes en el hombro del mayor brindándole un poco de apoyo, —. Vaya a descansar...

Recibió una respuesta negativa por parte del pelinegro, sonrió y asintió diciéndole entre miradas que todo estaría bien. Quería ayudar a esa familia que lo acepto y lo ayudó en todo lo que podían.

Les debía tanto.

El azabache suspiró, desvío su mirada y murmuró suavemente un "está bien" para después retirarse.
Sabía que no se iría por completo del hospital, tal vez tomaría un café y saldría al estacionamiento a fumar, lo que habitualmente hacía cada que alguno de los amigos de Manjiro venía a visitarlo.

Mientras tanto Ryūguji observaba la perilla de la puerta, inhalo y exhalo profundamente antes de hacer su mano un puño y tocar la puerta un par de veces con delicadeza.
No recibió respuesta, lo que ya se había hecho normal.

Entró lentamente, pero no tardó mucho en tener una almohada blanca y extremadamente suave chocando contra su rostro.
Sus expresiones mostraban completa sorpresa ante el repentino ataque, dirigió sus iris oscuras hacia el otro par que lo veían y notó el ceño fruncido y un muy pronunciado puchero en la cara de su mejor amigo.

—¿Qué te pasa, enano?— Lo miró de la misma forma, el entrecejo ligeramente fruncido y una mueca molesta.

No estaba enojado, sus ojos reflejaban preocupación, y no era por exagerado.
Mikey se veía mal, muy mal.

Mírame solo a mí  | Mitake [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora