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¿Consecuencias...?

Estaba encerrado en su habitación, acostado sobre su cama y cubierto por sus sábanas. Sus sollozos eran amortiguados por su almohada, sus ojos se mantenían rojos por el reciente llanto y su cuerpo temblaba ante el dolor inminente en cada extremidad suya.
Finalmente le habían levantado el castigo.

Salió con la cara en blanco de ese sótano y agradeció la lección a su padrastro. Jamás volvería a llorar, se prometió, ninguna lágrima saldría de sus opacos ojos azules.
Creyó que sería fácil mantenerse así, pero en cuanto dio un paso para adentrarse a su habitación se derrumbó.

Su mente no lo dejaba en paz, recalcando cada cosa mal hecha en su vida, iniciando por hacerse cercano al Hanagaki menor, el pelinegro de brillantes ojos azules.

Se removió en su cama, quedando boca arriba y manteniendo su mirada fija en el techo blanco.
Fue un error, se había vuelto débil por su culpa, por eso lo hizo.
Sí, por eso fue.

Dirigió la mirada a la ventana, estaba amaneciendo, eso lo podía saber al ver el sol subiendo lentamente. Dos días encerrado fueron suficientes para él.

No lo odiaba, Hanagaki le enseñó muchas cosas, pero lo abandonó. Rodeó su propio cuerpo con sus manos y suspiró, no había culpa alguna en su ser, no existía razón para sentirse así.
Lloraba por el dolor en su cuerpo y por la inminente soledad que sus acciones traían en consecuencia.

No había podido dormir bien, cada rincón de su casa le recordaba la razón de su odio a sí mismo en su corazón

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No había podido dormir bien, cada rincón de su casa le recordaba la razón de su odio a sí mismo en su corazón. Las ojeras se marcaban más alrededor de sus ojos, que en ese momento no mostraban su típico brillo, estaba cansado.

Se levantó de su cama, mirándola fijamente y encontrando manchas nuevas de un líquido rojo ahí, se habría asustado si no supiera la razón, pero se decepcionaba tanto de él. Con delicadeza sacó las sábanas y las puso sobre una canasta, se dijo a sí mismo que después las lavaría y caminó hacía el cuarto de baño en frente de su habitación.
Se notaba vacío, sin ganas de sentir algo más que tristeza, pero sin ser capaz de llorar; ya tenía suficiente con los días anteriores, se creía ya seco.

El baño estaba destruido, al igual que él, pensó con gracia. No tuvo la oportunidad de reír, no se permitió hacerlo, simplemente se despojo de su ropa y abrió la llave del agua para tomar una ducha rápida. Ignoró con todo su ser el espejo destrozado, la sangre seca aún en el suelo y los pedazos diminutos de vidrio.
Su piel ardía; sus piernas mostraban sin pudor alguno las largas y sangrantes líneas sintiendo el agua caliente delinear cada una de ellas.

No se arrepentía de cada acto autodestructivo que tomaba, cada acción hecha para dañarse a sí mismo. Para él era un castigo, algo que, irónicamente, le recordaba a su padre. Una parte de su vida la vivió así, cuando su progenitor decidió tomarlo como heredero de lo que él había formado con dedicación y arruinando en el proceso a su familia, jamás pensó verse adentrandose a ese mundo violento donde habitaban sus padres. Sus padres biológicos, madre y padre, que parecían odiarlo.
los pensamientos intrusivos lo empujaban a lugares desconocidos, descubrió más de lo que debería descubrir, vio más de lo que debió ver y se destruyó.
Su pasado parecía un simple recuerdo que a veces lo atormentaba y tenía apariciones, como ese día.

Después de haber tomado la ducha, salió con tranquilidad y se dirigió a su habitación. Se vistió y sintiéndose con más ánimo salió de ahí emprendiendo camino a la sala de estar.
Miró el desastre que también había ahí y la poca calma que había conseguido se esfumó, sabía que tenía que limpiar, pero los fluidos secos en todo el lugar no le traían buenos recuerdos.

Un suspiro tembloroso salió de entre sus labios, no podía limpiar, no así, no con eso ahí.
Se dio la vuelta, inhalando y exhalando, tenía que estar mejor, tenía que estar bien aunque se esté cayendo a pedazos.

Tenía que limpiar su desastre.

Iba de camino para buscar las cosas de limpieza, pero el toque en su puerta lo detuvo. Su cuerpo reaccionó a este sonido, atrayendo con el miles de imágenes que lo empujaba al abismo, sus manos temblaron y el aire de sus pulmones huyó, sintió la presión crecer en su corazón y su labio inferior sufrió consecuencias contra sus dientes.
Miró con horror la puerta, negandose a abrir.

El toque era insistente, el ruido rebotaba en sus oídos de una forma dolorosa. Sus manos lo rodearon en un intento de mantenerlo firme, abrazandose, el sufrimiento estaba tatuado en su piel en miles de formas.
La manilla de la puerta comenzó a girar, tan lentamente como el procesamiento de su cerebro, preguntándose si había cerrado con llave en la noche, si había un lugar a donde escapar de ser necesario.

Cerró sus manos en puños, inhalando y exhalando con la misma rapidez en la que sus ojos se movían de un lado a otro. Sus heridas quemaban ahora cada que rosaban con su ropa, recordándole con crueldad que seguía vivo.

La puerta finalmente se abrió.

Soltó un sollozo, dejando ser a las lágrimas acumuladas.

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Estás son las consecuencias de actualizar seguido: Sufrimiento.

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⏰ Última actualización: Jul 26 ⏰

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Mírame solo a mí  | Mitake [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora