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¿...?

Estaba de nuevo en casa. En esa casa que antes era acogedora, donde vivió una parte de su infancia que fue muy valiosa para él.
Estaba de nuevo en ese lugar dónde abrazó por última vez a su nana, se despidió de ella, recibió un último halago y un último regaño por descuidar su salud.
Estaba de nuevo en esa casa dónde tuvo muchas reuniones con sus amigos, donde jugaban y hacían tonterías.
Estaba de nuevo en esa casa dónde tuvo sus primeras crisis, donde sus paredes presenciaron sus primeros cortes.
Estaba nuevamente en esa casa dónde ese alguien en quien más confiaba lo traicionó, dónde su cuerpo fue usado y humillado.

Estaba devuelta a ese lugar que aún con buenos recuerdos, para él se convirtió en una pesadilla.
Un odio justificado hacia esas paredes con puertas y ventanas.

El terror presentado en sus ojos que no podía apartar de ese lugar. No podía entrar, no quería entrar. Su estómago estaba revuelto en millones de emociones y sentimientos que no lo dejaban en paz.
Su respiración era errática y su cuerpo temblaba, el solo pensar en entrar a ese lugar otra vez le causaba un pánico enorme.

¿Qué haría?, si entraba, su mente jugaría con él y ese lugar vacío. No estaba listo, aún no se sentía listo. Dio un paso atrás, con miedo, no podía entrar. No se permitía entrar.
Su corazón latía desenfrenadamente, sus pupilas dilatadas y su piel pálida mostraban su inseguridad.

Sin embargo, no pudo retroceder más. Sus ojos estaban fijos en la puerta de entrada, ahí mismo se notaba una figura extraña.
Hanagaki tembló, aguantó la respiración mientras sus pasos iban retrocediendo cada vez más, él se iba alejando cada vez más.
Él no quería pasar por eso otra vez, él no quería volver a sufrir así. No quería volver a ver esos ojos burlones que disfrutaban de su sufrimiento.

Se dio la vuelta con intenciones de irse, pero su brazo fue tomado con brusquedad.
Tembló, sintió un miedo abrumador y sintiéndose débil solamente se dejó caer al piso mirando con terror a quien tomó su brazo.

Sus ojos ya estaban expulsando lágrimas, respiraba dolorosamente mientras buscaba forzejear. Su cuerpo débil no podía hacer mucho y ahora temia volver a ser usado, de volver a ser humillado y maltratado. Ya no quería más eso, no quería.

Por favor, no...—Balbuceo, sus ojos cerrados en pánico, queriendo irse y desaparecer por completo. En su mente repitiendoce el terrible error que cometió al regresar a esa casa.

—Hey, no, no llores.— Se escuchó el eco de una voz, el cuerpo de Takemichi no aguantó la presión y finalmente cayó inconsciente. Su rostro paso de tener una expresión de terror puro a un gesto de tranquilidad y paz.
Quien inicialmente estaba ahí lo tomó en brazos y lo sentó fuera de la entrada de la casa, se sentó a un costado de este en el piso y después recostó al pelinegro sobre sus piernas.
Su mano con su tacto suave comenzó a pasearse sobre el cabello de Hanagaki. Esperaba que despertara pronto, su reacción lo había dejado muy preocupado.

"Me duele el corazón

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"Me duele el corazón."

—¿Estás bien?— Escuchó un susurro cálido. Suspiró y con delicadeza dejó ver sus opacos ojos azules que a causa de la luz instantáneamente los volvió a esconder.

—Mmm...— Se quejó.

Seguido de aquello intento nuevamente abrir sus ojos, lentamente y sabiendo que habría luz. Se acostumbró a aquellos rayos que pegaban directamente en su rostro y miró los alrededores curioso ahora.
Se encontró con unas brillantes perlas negras en su camino, estas lo miraban con sutileza.

—¿Cómo te encuentras?— Escuchó al dueño de aquellos lindos ojos, se quedó viéndolos por un momento antes de asentir con la cabeza, aún confundido.

—Estoy bien— Murmuró, se irguió en su lugar y se giró para ver al contrario.

—¿Seguro?— Susurró, parecía tener cuidado en no levantar tanto la voz, una actitud extraña en alguien quien constantemente se veía intimidante para él.

—Ujum— Volvió a asentir. Se sentía raro.

Después de aquello los ojos curiosos de Hanagaki volvieron a mirar sus alrededores. Los cuales reconoció inmediatamente, estaban ambos frente a la puerta de su casa.
Nervioso revisó todo el lugar en busca de alguien, más no había nadie ahí. Suspiró aliviado y regresó la vista al rubio cenizo, quién a diferencia de él, lo veía directamente como si tratara de descifrar lo que pensaba.

—Uhm, ¿Mikey?— Murmuró incómodo.

—¿Quién te hizo daño, Takemicchi?— Cuestionó, y aunque su tono de voz fuera bajo, había algo que lo intimidaba.
Manjiro trató de ser delicado, pero la reacción del pelinegro le hicieron saber que no fue así. Respiró hondo y antes de que pudiera explicarse, Takemichi respondió.

—¿A qué te refieres?

—Tus amigos...— Su mente voló entre todas las situaciones posibles, pero esta era la menos esperada. Tembló en su lugar y desvió la mirada.

—Si-sigo sin entender— Tartamudeo en su respuesta e involuntariamente se abrazó a sí mismo en un intento de protejerse. Pero, ¿de qué?

—Lo siento.

Giró su rostro sorprendido, sus ojos azules tenían un tenue brillo a causa de las crecientes lágrimas. Su labio inferior tembló al ver el rostro apagado de su amigo.

—¿P-por qué...?— Balbuceo. Manjiro titubeo un poco antes de formular una respuesta concisa.

—Por dejarte solo, Takemicchi— Tomó las manos del pelinegro entre las suyas e Inclinó un poco su cabeza.

—M-Mikey...— Bisbiseo. Desvió la mirada triste, pero no contó con que el rubio cenizo tomaría su mejilla y lo hiciera verlo.

—Mírame, Takemicchi— Pidió en un susurro, —. Yo te protegeré de cualquier persona que quiera hacerte daño, ¿está bien?, tú mírame solo a mí. Nadie más te lastimará.

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Espero la hayan pasado bien en navidad, y espero que la pasen bien en año nuevo. Felices fiestas. 💞

Corto, pero hecho con amor.

¡Bye, bye!

Mírame solo a mí  | Mitake [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora