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¿...?

Espero que ya estes listo, Takemichi— La voz de su progenitor resonó en la habitación, estaba harto de escucharlo. Desde el día que lo fueron a visitar, comenzaron a hacerlo más seguido. Sabía que era para aparentar ser una familia llena de amor y cariño, claramente una farsa.

"No te ilusiones, Takemichi, lo hacen para mejorar su imagen al público, no porque te quieran" Ese era su pensamiento diario, pero sinceramente no podía evitar emocionarse cada que su madre y padre lo visitaban, fuera de palabras bonitas, solo se quedaban ahí sin conversar con su hijo, siquiera le dirigían la mirada.

Simplemente no sabe lo que siente ante esos adultos que le dieron todo y nada a la vez, siempre dijo que los odiaba más que a nada y nadie en el mundo, pero se estaba contradiciendo en ese momento. No sabe que es lo que siente, pero sí sabe que no por el hecho de que lo visitarán olvidaría la muerte de la mujer que lo cuido durante años importantes de su vida.

El recuerdo de la mujer agonizando, sin gente con intenciones de salvarla y dos pares de ojos viéndola como si aquello fuera un simple juego de niños, le hacía entrar en razón. Él no sentía cariño alguno por sus progenitores, su odio hacía ellos predominaba.

Él no era alguien que odiara, jamás había guardado rencor hacia alguien aún si su acción haya tenido réplicas en su vida. Pero sus padres son una historia aparte, ellos habían sido las personas más crueles con un niño que no pasaba de los diez años.
Si ellos simplemente lo hubieran dejado con Ame-san, la anciana que lo cuidaba, él los vería como personas del montón, sin siquiera molestarse en llamarlos padres y verlos como simples desconocidos que por cuestiones del destino fueron los que le concebieron la vida. Pero ellos decidieron tomar un papel más allá en su vida, sin previo aviso le quitaron todo al pequeño Hanagaki, y entre todas esas cosas que tenían un valor sentimental se había ido la anciana que lo cuidaba y le daba cariño.

Sus padres le habían mostrado la parte más horrible de aquel mundo donde originalmente pertenecía, matar para sobrevivir. Siendo, él, espectador de todas esas cosas crueles que sus padres hacían con el paso del tiempo, arrancandole de un tirón todos los sueños e ilusiones a un pequeño niño.
Manchando en el proceso su tierna y dulce mirada azulina, quitándole toda inocencia de la cual estaba envuelto y que en algún momento la cálida anciana trató de proteger.

¿Me estas escuchando? Sacándolo de sus pensamientos, la voz que ahora le producía asco volvió a abrirse paso entre los labios de su progenitor.
Asintió un par de veces, y con ayuda de una enfermera fue sentado en una silla de ruedas para ser llevado con su padre y salir finalmente del hospital.

Se despidió mentalmente de los pandilleros que todavía estaban haciéndole compañía a su comandante. En su estadía en la casa de sus padres tenía estrictamente prohibido intercambiar palabras con sus amigos, cosa que no le desagrado por completo, necesitaba pensar, alejarse un poco de las personas a las que les hizo daño indirectamente.

Estaba de camino a su nuevo hogar, un lugar lleno de torturas verbales.

Recuerda, Takemichi, nada de emociones en casa— Desvío la mirada a la ventana del auto al escuchar a su padre, volvió a asentir y se mordió su labio inferior. Quería responderle y reclamarle, pero sabía perfectamente que no era el momento.

Veía pasar los árboles y casas, podía ver de lejos a gente caminar tranquilamente a sus tareas matutinas, niños jugar fuera de sus hogares o parques cercanos que llegaban a la vista de Takemichi, automóviles y autobuses pasar a un lado de ellos, perdía el tiempo observando esa imagen pasajera que difícilmente podría volver a ver. Recibiendo con gusto la fresca brisa mañanera, inhalando y exhalando, debía mantener su mente fría si quería seguir al pie de la letra las órdenes de sus padres. Conocía muy bien su lugar.

Mírame solo a mí  | Mitake [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora