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¿Todo bien...?

El sentimiento abrumador que se acumulaba en su pecho no hacia nada más que crecer, manos temblorosas y sollozos silenciosos eran los que confirmaban su ansiedad creciente.
Miraba a todos lados mientras avanzaba a la par de otro chico, decir que estaba nervioso era poco.

E-esto no es buena idea— Murmuró, su andar se detuvo y alzó la cabeza para mirar al contrario quien, a diferencia de él, estaba completamente tranquilo, claro, al ver los ojos llorosos y pequeñas líneas rojas talladas en sus manos, comenzó a preocuparse.

—¿Por qué lo dices, Takemicchi?— Respondió, regresó en sus pasos quedando frente a frente con su amigo.
Un suspiro resbaló de entre los labios de Hanagaki, sonaba cansado e incluso lo parecía.

—Ellos seguramente me odian, Mikey-kun— Expresó su malestar, se abrazó a sí mismo retrocediendo un paso, Manjiro se acercó a él y lo tomó de los hombros.

—No lo hacen, Micchi, no te odian— Sonrió en un intento de calmarlo, él lo sabía, su inseguridad y miedo.
¿Cómo no iba a saberlo?, todas las cosas que le dijeron, la culpa que creció sobre sus hombros como si él no se culpara por el accidente.

—¿Qué te hace pensar que no?, e-ellos...— Sus murmullos se volvieron inentendibles. Un remolino de emociones negativas tratando de deshacerse de él, de destruirlo, de hacerlo creer que todo estaba en su contra y que no hay más razones de existir. El remordimiento, el miedo y la tristeza, todo jugando con él, con su ser como si fuera un títere a su disposición.

—Takemicchi, escúchame— Llamó, puso un poco más de fuerza en su agarre en los hombros del contrario, su mirada oscura y determinada hicieron que Hanagaki mordiera su labio inferior —. Estoy seguro que ellos no te odian, ¿está bien?, confía en mí.

Se enfrascaron en un incómodo silencio, sus mentes jugando en contra de la situación.

"¿Podrá confiar en mí?", parecía el más cercano a las inseguridades contrarias, como si él mismo también las sintiera. Estás albergaban dos cuerpos.

"¿Podré confiar en él?", se desconocía a sí mismo, incluso podría decirse que no confiaba ni de su propia sombra, ¿cómo iba a hacerlo con alguien más?
Estaba en el centro de un lago, un gran lago que contenía interminables recuerdos, emociones, sensaciones, sentimientos, sueños, ilusiones, objetivos e ideas. Se abrumaba a sí mismo tratando de encontrar el origen de todo aquello, las razones, el por qué de todo. Estaba harto de ello, de no encontrar nada aún cuando sus búsquedas habían sido exhaustivas.
Quería saber cómo mejorar, por qué debía de hacerlo, sus ventajas en las nulas ganas de vivir.
Se sentía aprisionado en esa jaula, como un pequeño pájaro herido, sus alas rotas y sus esperanzas destrozadas. ¿Por qué aferrarse al anhelo de los demás, a sus deseos y aflicciones?, ¿por qué aceptar las sobras y las palabras superficiales de apoyo?

Se decía a sí mismo en repetidas ocasiones, cuando mantenía la calma y respiraba, que no todo era sobre los demás, que debía ponerse primero. Que la mejor manera de mejorar, sin sentirse obligado, era haciéndolo por sí mismo. Por él.

Por él...

—Está bien, Mikey-kun— El primer paso para mejorar es querer hacerlo, se recordó.
Y aún si el miedo persistia, supone que tratará de seguir.

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Mírame solo a mí  | Mitake [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora