Eleanor
Miro al tipo frente a mi, 36 años, inteligente, arrogante con carácter del demonio, prepotente...como me gustan.
Estuve a nada de tenerlo conmigo pero el idiota de mi ex tira una noticia que debía ser dicha por mi y con sutiliza.
Trae un jersey azul marino y los lentes lo hace ver un nerd sexy.
- Deja de mirarme– No despega su atención del libro.
Aparto la mirada. Maldito el día en el que Alex me hizo tan caprichosa. Ahora que tenerlo se complicó, más lo quiero, y lo voy a tener.
Él es difícil y me lo tomo como un reto. No se ve ni un poco sumiso pero lo haré uno.
- ¿ya comiste?– pregunto–
- Sí–pasa la hoja sin mirarme. Que orgulloso de mierda–
- ¿seguro?–
- Déjeme trabajar, niña–
- grosero– Le aviento una bola de papel que le cae en la cabez. Se quita los lentes tallándose los ojos irritado–
La puerta es tocada, Daniels trae una bolsa de papel, le señalo con la cabeza al tipo mal humorado.
Lo deja en el escritorio sin decir nada y se va.
- No has comido–
- ¿ahora me acosas?–
- Si te sientes acosado, repórtame–
- ¿y quién es ese?¿Otro ex?–
- Mi escolta–
- Claro, eres una Volkov– saca lo qué hay en la bolsa encontrándose con pasta y pollo– ya que Ryman sigue buscándote, supongo tú te divorciaste–
- Sí–
- Obvio, solo un estúpido se atrevería a dejar pasar tal oportunidad– se levanta con las cosas dejándolas en mi escritorio– hoy no se me apetece esto–
Sonrío, que caprichoso.
- Hace unos días no te caía mal–
- hace unos días creí que eras inteligente. Tontas como tú no me van–
- No soy ninguna tonta–
- Yo creo que sí– regresa a su asiento– No pareces ser una Volkov rogandome–
- No te ruego, te demuestro mi interés– checo la hora– Voy a mi clase. Deberías comer algo, ogro–
Llevo mi carpeta, paso revisando mi celular, hay mensajes de Richard, ayer viajó a Estados Unidos y estará aquí en un par de horas.
Pável trabaja en su obra.
Oliver me odia
Los mellizos están sanos
Narccise Perfecto
Gente enferma recibiendo lo que merecen
Todo correcto y en paz.
Termino mi clase regalándoles veinte minutos que yo deseaba como estudiante.
Entro a la sala de profesores por una botella de agua, el café es un asco como todo lo que dan.
En las noticias aparecen compañeros criminales atrapados en Asia, mantuve negociaciones por meses pero no llegamos a nada al ser unos impacientes, y no tener un plan los hizo terminar tras las rejas.
Me recuerdan a la idiota Marley, ese plan fue excelente pero lo arruinó por una tontería, tontería que me costaría el alma.
Me desconcentro con las risas femeninas, la sangre se me convierte en lava cuando veo a Samael entrar con esa profesora llena de implantes.
Trato de ignorarlos como los demás profesores atentos a las noticias.
De reojo puedo ver cómo se le restriega y él se deja, él le susurra no sé qué mierda mientras prepara un vaso de café.
Eso solo me hace pensar que debí dejarlo pero sin una libra. Arruinarlo completamente.
Maldito, revolcándose con esta puta y a mi arruinándome el ligue.
La mujer suelta una risita.
Que asco.
Sacudo la cabeza para largarme, subo al privado y me mantengo ahí sin molestar al tipo de enfrente.
Está por anochecer y por las insistencias de Richard me voy.
El sol aún está presente, pero para cuando llegue a casa será de noche.
Me detengo con la mandíbula en el piso al ver subir a ese desgraciado a su auto con esa puta. La rabia me acelera el corazón.
Camino a mi auto, la escolta ve me, abren mi puerta y se suben conmigo.
- Sigue el auto de Samael–suelto llena de ira, quiere jugar, pues vamos a jugar y yo voy a ganar–
La profesora vive a las afueras de Cambridge en una zona normal, la poca carretera que conecta la ciudad con ese lugar me da tiempo suficiente.
- Córtale el camino–
- Pero...
- ¡hazlo!–
George rebasa en curva y se le para enfrente haciéndolo frenar de golpe.
- Dame tu arma– Exijo, Daniels me la da y me bajo hecha fuego, intenta dar reversa pero le disparo a los neumáticos y al cristal, se le habrán subido los testiculos a la garganta porque seguro no sabía que es antibalas. Le disparo otra vez dejando inservible el auto.
Abro la puerta del copiloto y el grito de la zorra me enciende más. Le tomo de los cabellos con mechas rubias para sacarla a la fuerza.
- ¡Eleanor!– me reprende Samael bajando del auto–
- ¡cállate!–
Maltrato a la zorra hincándola en el pavimento.
- Me arruinas el ligue y tú muy hijo de perra feliz con esta zorra– le jalo el cabello haciéndola chillar–
- ¡ustedes están divorciados!–
- ¡¿y maldita zorra?!– le golpeo con el arma en la cara.
- ¡estás loca! ¿Por un idiota haces esto?– se acerca y le apunto–
- Hice peores cosas por ti, y eres el rey de los idiotas–
Me enfurece más el hecho que no lo estoy haciendo por arruinarme el ligue, si no porque me enferma saber que se va a coger con esta tipa.
Muerta la perra, se acaba la rabia ¿no?
Sin quitarle la mirada embravecida bajo el cañon a la puta, aprieto el gatillo sintiendo el peso en mi mano, la suelto notando que me he salpicado de Sangre de una cualquiera.
- Pero que...– Levanta las manos cuando lo apunto–
- Sube al puto auto– señalo al mío–¡ahora!–
Mis escoltas salen reparando la escena.
- Encárguense de esa cosa–
Le abro la puerta al idiota de mi ex.
- apresúrate— se sube y le azoto la puerta, rodeo el auto y hago lo mismo.
Guardo el arma metiéndola en la guantera y sacando unos pañuelos.
- Te faltan condones en tu botiquín de zorra–
Me aferro a su camisa jalándolo hacia mi, huele tan bien como siempre, es tan malditamente atractivo.
- Te arde el hecho de no tenerme y no sabes lo que me satisfacen tus ganas disfrazadas de odio– suelto.
Me besa y lo empujo como si fuera uno más. Como odio que me encienda.
Pongo el auto en marcha, doy la vuelta encontrándome con un auto de mis soldados.
- Me vieron salir con ella–
- Mejor si te encierran, así me dejas en paz y de paso dejas de comportarte como una puta barata andando de vagina en vagina–
- Estoy siendo el soltero que soy–me gruñe–
- Mejor anda a buscar trabajo que tienes tres hijos que mantener, y ese salario que tienes ni para los zapatos–
- ¿sin auto?¡lo dañaste!–
- pues usa el maldito transporte público. A ti te encanta subirte a cosas corrientes–
- ya veo, estás celosa– Se me ríe, no trae cinturón así que freno de golpe para que se golpee pero mete el brazo– ¡estás loca!–
- Ustedes tres me tienen harta, y ya no me hacen nada, se lo buscaron por infieles de mierda– vuelvo a conducir– Tú especialmente–
- Tú me abandonaste–
- ¡ja!– me río–
- Me drogaste...–
- Te lo merecías, y te mereces más por dañarme el honor. Los tres son lo peor que me he encontrado–
- ¿y por eso buscas a otros?¿para reemplazarnos?–
- Claro, los tres son totalmente reemplazables– aseguro– Si ya no me sirven los desecho–
- Solo me desechaste a mi–
- Eres el que menos me sirve y solo traes problemas– ya no lo siento tenso, si no por el contrario pequeño.
Los tres son solo escoria, les di todo de mi y terminaron traicionándome.
Me declaro soltera porque ya no los quiero, solo lejos de mi.
Se queda callado y yo hago lo mismo.
Me planto frente a su edifico, intenta abrir pero el seguro está puesto.
- ¿puedes...– No me mira, pero sus orejas delatan su llanto silencioso–
- me arruinaste el ligue, yo te arruiné el tuyo. Estamos a mano–
Asiente, le quito el seguro y se va, noto como se limpia las lágrimas.
Ya ninguno me importa ni me pesa, y él es al que más me quiero arrancar.
Llego tarde a la mansión, y por tanto ya están plantados dos celosos hombres en las escaleras.
- ¿dónde estabas?– Pável me cuestiona–
- En la universidad– dijo obvia–
- No seas mentirosa, que el auto tiene rastreador– Richard espeta, los dos me reparan notando lo salpicada de sangre–
- ¿qué es eso?– El ruso baja otro escalón–
- Se me atravesó una zorra en la carretera, tuve que matarla–
Paso entre ellos.
- Sería una buena noticia si me dices que lo has matado–
- Al que voy a matar es a ti por boca suelta– suelto en el mismo nivel de voz que él.
A Pável le tenía tanta confianza, nos hemos defendido las espaldas mutuamente, hemos dado nuestra vida para defender al otro, le di entrada a mis negocios, y por ello su traición es la que más rabia me ha dado, me lo esperaba de todos menos de él. El puñal que más duele es el que jamás esperas y el que te lo da la persona que nunca imaginaste.
Que me haya dado la muerte de esa puta no cambia nada.
- ¿por qué fuiste con él?– los miro por arriba de mi hombro –
Me detengo en el vestíbulo encarándolos.
- ¿aún no captan?– digo furiosa–nosotros ya no estamos juntos–
- Mentiras, Isabell–
- ya no tenemos un carajo. Por mi hagan lo que les venga en gana, pero firmen antes que me harte o terminarán como Samael–
No he tenido sexo con ninguno de los dos aumentando el desespero que voy a dejarlos , andan todo el tiempo paseándose por ahí como gatos, un castigo que durará hasta que yo diga, hasta que se larguen o se follen a otra como yo me estoy follando a Dorian.
No, bajo mis órdenes no se follan a nadie, si lo quieren hacer se tienen que largar.
Me voy a mi habitación, me ducho con agua caliente para que la suciedad de la puta se limpie. Termino y me visto para irme con Silas a algún lugar que no sea este.
La puerta se abre dejándome ver a Pável, cierra la puerta.
No le tengo miedo.
- ¿a dónde vas?–
- que te importa–
- Isabell, dijiste que me creías–
- Dije que te perdonaba como a ellos–
- Yo jamás te he sido infiel–
Me voy a la silla de la esquina para ponerme las botas.
- Ya no me importa–
- Isabell, jamás lo he hecho, menos lo haría con una cualquiera como esa–
- ¿y qué tal con tu esposa?–
La duda siempre estuvo latente pero le creí cuando juró serme leal.
- No, claro que no. Ahora tú eres mi esposa. Dime ¿qué hago para que me creas?–
Me levanto con las botas que me hacen ver más alta pero frente a él es nada.
- Adórame–
- lo hago todos los días, Isabell–
- Obedéceme–
- Tus deseos las creo órdenes–
- No, quiero que me adores como se le adora a un Dios–
A Samael lo he tenido mil veces de rodillas, A Richard unas cuantas por ese ego que tiene, pero a Pável...jamás he tenido tal dominio sobre él, es un demonio que si bien me complace, jamás se ha rendido totalmente a mi.
Niega
- No hice nada. Un hombre como yo jamás debe arrodillarse–
- Y una mujer como yo no debe esperar menos que pleitesía–
Camino a un lado de él para largarme
- Jefa ¡nosotros somos iguales!¡lo dijiste!–
- Antes que te volvieras uno más. Has perdido no solo mi confianza, si no también mi respeto como un hombre de la Bratva– Abro la puerta– Que decepción–
Salgo de mi casa para subirme a uno de los autos que no tiene rastreador, George y Daniels me acompañan como siempre, dejo al resto de la escolta libre pues Silas se encuentra en uno de mis clubes.
No tardamos en llegar a Londres y mucho menos al club.
Es de los más privados y exclusivos, así que la fachada es una tienda de ropa. Se maneja mucho efectivo y sirve para limpiarlo.
Las empleadas no dicen nada, solo nos abren la puerta del pasillo que nos guía al club subterráneo.
Las luces y el ruido de la música comienza a llegar a mis oídos hasta que los tapa.
Los bailarines se hacen presenten en la tarima, será muy exclusivo pero es el lugar que menos men gusta venir a trabajar ni a pasar el rato por el nivel de filias que permito. No se harán en público por norma, pero lo más normal si lo está.
Subo al privado donde está mi hermano, es un poco más silencioso. Levanta una copa cuando me ve con una sonrisa enorme.
Mis otros hermanos igual lo están. Me siento entre Michael y Silas subiendo los pies a la mesita. Ven el porno en vivo que se da en una de las tarimas.
El privado tiene la pantalla abarcando casi una pared, una pequeña tarima, la mesita, una barra con algunas cosas necesarias en este tipo de lugares y a la izquierda una puerta que deja entrar a las personas que servirán.
- ¿van a elegir a alguien?–
El ambiente que desprendemos los tres es de cansancio. En otros tiempos estaríamos alocados en tremendo club.
Paso a las otras cámaras donde se proyecta la subasta.
- ¿y tú?– Silas cuestiona.
Jamás me metería con alguien por dinero, soy capaz de conseguir al que quiero, y una mujer Volkov nunca haría algo así.
- Un privado tal vez. La casa invita, ya lo saben–
Escogen a la persona que desean con los controles y se van. Me paro a servirme un poco de soda con hielos, regreso a mi lugar.
Miro el show de hombres que no me mueve nada, aún si estuviera a centímetros de ellos. No me gustan los corrientes, ni los niños, me gustan hombres fuertes, inteligentes y con carácter.
La puerta es abierta dando entrada a mi nuevo socio.
- Me enviaron a este privado– Bromea sentándose a mi lado–
- ¿tienes al sacerdote?–
- Vivito y coleando, bebé Volkov–
Este no me va, se siente su vibra de loco, pero tiene fuertes negocios en America.
- Lo necesito–
- Te lo llevaré a dónde me digas, pero lo he tenido días, ¿cómo me pagarás?– estira el brazo en el respaldo, lo miro, sus ojos son tan negros y sus labios se ven tentadores.
Tenerlo de mi lado me daría territorio.
- ¿qué quieres?– tomo aire cuando le paso los dedos por el mentón, entre abre los labios buscando el beso, no me toca, no se sobre pasa y soy yo quien le da el gusto.
Mantiene las manos quietas, lo único contacto que me da es cuando se aleja y me acaricia el cabello llevándolo tras de mi oreja.
- Eres preciosa–
- Gracias–
- Te lo daré–
Se endereza a mirar la televisión cruzando la pierna varonilmente para que no note lo duro que está.
- ¿por qué ves eso?– se levanta– Yo te lo hago–
- ¿si?– lo miro de pies a cabeza–
- Por su puesto, Bebé Volkov– Ese atuendo elegante pero casual lo hace ver sexy, y tentador con lo que se le marca– Cambia la música a la que gustes–
Sonrío tomando el control táctil, no tarde en soñar Two Feet con Love is a Bitch.
Maurice ya está en la pequeña tarima casi del mismo algo que la mesita.
Me inclino el vaso sin darle mucho interés, pero parece saber lo que hace. Su espectáculo es hipnotizante, no es como los que bailan abajo, no, sus movimientos son delicados, elegantes, y a pesar de ser algo lleno de lascivia, se toca...con inocencia. El movimiento de su pelvis da a desear, sus manos pasar de aquí allá...
No me mira, tiene los ojos cerrados con los labios entre abiertos, se quita la camisa sin prisa dándome un espectáculo lleno de deseo.
Las luces moradas y rojas no ayudan a que deje de mirarlo, y algo en mi sabe que esto lo ha visto en otra parte.
Me acerco a la tarima para ver semejante hombre jadear, está excitado con el simple hecho de que lo mire.
La canción termina.
- ¿te gusta que te miren, Maurice?–
- Me gusta que me mires tú–
- ¿sabes recibir órdenes?–
- Las tuyas, bebé Volkov–
Acaricio sus piernas y subo a sus caderas.
Lindo.
Le saco el cinturón.
- Baja de ahí– obedece, le volteo, su respiración es pesada como si estuviera nervioso, le ato las manos.
Acaricio sus brazos marcados, sigo hasta ver su delgado pero marcado cuerpo.
- ¿vas a follarme?– su pregunta sale a suplica–
No conozco a este hombre, pero sé que no es un cualquiera.
Lo llevó al sofá empujándolo.
- ¿lo harás?–
Me voy a la barra en busca de un preservativo. Me tengo que arrancar a esos imbéciles, a esos traidores.
- Bebé Volkov– traga saliva cuando le desabotono el pantalón de vestir. – Debo decir algo...– apoyo mis manos a cada lado de él, me aparta la mirada–
- Dime–
- Es que yo...soy Virgen– confiesa tomándome totalmente de sorpresa, pero si tiene más de treinta– Es decir, solo lo he hecho una vez– traga en seco–
- ¿desde cuándo?–
- No sé...tenía 18 y...yo no me acuerdo mucho, estaba ebrio– tiembla como yo temblaba en mi primera vez–
Lo suelto.
- No, no te enojes, puedo hacerlo–
- Tranquilo– le acaricio el rostro– ¿por qué? Eres un hombre apuesto–
Sacude la cabeza
- No...– me mira– No lo soy–
- Eso es mentira. Dime otra razón que pueda creer–
- Se me ofrecen muchas, bebé, pero es por dinero. Mírame...–
- lo hago, y además de apuesto eres poderoso. Estás en esta situación porque quieres–
Solo una vez ¡una! Carajo, me siento una puta frente a él.
Me quito los zapatos y los pantalones con su mirada en otro lado.
- mírame– Lo hace. No le creo, y siento que miente, si es así, de todas formas jugare su juego–
Me voy hasta él montándolo.
- tócame–
- Yo...– Le llevo las manos a mi trasero– Bebé Volkov...si yo....es que si yo no puedo....tardar–
- No me importa– me quito la blusa junto al sostén, se humedece los labios– Si quieres hazlo–
Me mira unos segundos, los toca con nerviosismo antes de metérselos a la boca, es dulce dándole lengüetazos.
Levanta la pelvis buscando lo caliente de mi sexo, me siento para darle lo que quiere.
Suelta un gemido que me enciende.
Me alejo para sacarle la erección, por lo inseguro que lo siento creí que tendría realmente algo de que avergonzarse. Le pongo el preservativo.
Lo beso en tanto me hago a un lado las bragas para comenzar a introducirlo.
Abre la boca soltando un quejido interrumpiendo el beso.
Se aferra a mi cintura y comienzo a moverme como he aprendido. Deja caer la cabeza entre jadeos, expone su cuello dejándome lamer y mordisquear su manzana, lo marco y muerdo como quiero.
- Mírame– con fuerza le tomo de las mejillas, los cabellos se le pegan a la frente y sus cejas están arrugadas. Jadea llenándome de deseo con la inocencia que desprende a la edad que tiene.
Me toca torpe, me besa torpe al no saber si gemir, jadear o estar en mi boca.
Me aprieta las caderas tensándose, acelero mi montada buscando que tengamos el placer de corrernos juntos.
Suelta un gruñido varonil que me inunda y Deja caer de nuevo la cabeza en el respaldo en tanto tratamos de componer nuestras respiraciones. Le acaricio el torso antes de bajarme.
Si es mentira, actúa muy bien de inexperto, he estado con dos hombres que desprenden dulzura, sumisión, y por tanto no se asemejan al sexo que me proporcionan los tres idiotas, pero Maurice realmente no sabe que hacer, como si la vergüenza estuviera latente en cada segundo.
He visto lo que hace, como cuelga gente en advertencia, la mirada oscura cuando golpea gente quitándome la imagen que pudiera ser un...Virgen.
Me limpio con las toallas de papel pasándole a él algunas.
- El viernes por la noche me haces la entrega– hablo vistiéndome–
- entendido...sé que te divorciaste–
- ¿quién te lo dijo?–
Se encoge de hombros. Alerta de acosador.
- estás soltera, entonces— se levanta abrochándose el pantalón–
- Así es– me amarro el cabello, teniendo en mi poder al jefe de la Bratva, mi matrimonio con los idiotas es mero título. Yo no tendré el anillo ni la corona roja, pero aún así tengo poder–
- ¿cuándo lo volveremos a hacer?– Se me acerca–
- Ya veremos– le acaricio la mejilla–
Es hombre, en cualquier momento le saldrá el Instinto y sabrá coger.
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