ZELDA
Un ruido sordo hizo que me pusiera alerta de golpe. Al principio pensé que habían sido imaginaciones mías. Tal vez había estado teniendo una pesadilla que ya ni siquiera recordaba. Sin embargo, no sentí a Link a mi lado, así que me puse en pie, temiéndome lo peor. ¿Y si sus heridas habían sido más graves de lo que había creído y me lo encontraba desangrándose al pie de las escaleras? ¿Y si se había hecho daño mientras practicaba con la espada?
Miré por la ventana hacia el jardín, pero allí no había nadie. Así que descendí las escaleras, procurando no emitir ningún sonido. Allí todo estaba en silencio. Entonces me pareció distinguir movimiento en la habitación bajo las escaleras, y me acerqué para comprobar que no fuera nada peligroso.
Sin embargo, lo que vi me dejó helada. Tanto que no pude decidir si aquello resultaría peligroso o no.
Artyb estaba dentro de la habitación diminuta, rodeado de cajas. Le había dicho cientos de veces a Link que debíamos deshacernos de toda la chatarra que almacenábamos allí, aunque él siempre hacía oídos sordos.
Había una espada en el suelo. Una de verdad. La reconocí al instante como la espada de Link. Y, bajo el umbral, me topé con el propio Link. Él observaba a su hijo con una mezcla de sorpresa, tristeza e ira, todo al mismo tiempo. El brillo en su mirada era alarmante.
Jamás lo había visto tan quieto. Tenía los hombros tensos y la mandíbula encajada. Y Artyb... Diosas, él estaba aterrorizado. Comprendí entonces que había conseguido encontrar la espada que guardaba Link. Y Link lo había pillado.
Artyb me miró, suplicante, y retrocedió varios pasos, alejándose de la espada. Inspiré hondo y decidí intervenir.
—¿Link?
Él no se volvió en mi dirección, aunque aquello no me sorprendió. Puse una mano sobre su hombro y lo sentí tenso y rígido bajo mis dedos. Miré a Artyb entonces, y el terror crudo dibujado en sus ojos me partió el corazón. Fui a decir algo más, aunque Link se sacudió mi mano de pronto. Dio media vuelta y salió de allí.
Escuché como la puerta del exterior se cerraba, tal vez con demasiada fuerza. Artyb tenía los ojos llenos de lágrimas. Corrí en su dirección y lo estreché contra mí.
—¿Dónde has encontrado eso, Artty? —le pregunté en voz baja.
Él sollozó sobre mi hombro. Yo se lo permití, porque sabía que debía tener paciencia. Lo abracé con más fuerza, si eso era posible, y esperé a que su llanto se calmara lo suficiente para poder entenderlo.
—E-estaba... ahí —lo escuché decir—. P-papá d-dijo que...
Temblaba entre mis brazos como una hoja al viento.
—Te dijo que no la tocaras, ¿a que sí?
Sentí como asentía con la cabeza a mi espalda. Le acaricié el pelo con cuidado, intentando tranquilizarlo.
—¿Por qué la tocaste de todas formas? —quise saber.
Él solo sollozó con más fuerza. Sentí una punzada de miedo, aunque me dije que aquello no significaba nada. Artyb ni siquiera comprendía lo que había ocurrido. Besé su coronilla y me separé de él con lentitud.
—¿P-papá está... e-enfadado? —dijo él entre sollozos ahogados.
Observé su rostro lleno de rastros húmedos de lágrimas, y también sus ojos brillantes. El labio le temblaba. Se suponía que yo era más dura que Link, aunque, en esa ocasión, no pude evitar ablandarme un poco.
—Papá no está enfadado contigo, Artty —le aseguré, apartándole el pelo enmarañado del rostro—. No por algo así. Tú solo dale algo de tiempo.
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Luz dorada y espadas olvidadas
FanficHan pasado ocho años desde que el Cataclismo fue derrotado. Hyrule está en plena reconstrucción y avanza hacia un futuro cada vez más brillante. Link y Zelda por fin han encontrado algo de paz con el pasado y viven en Hatelia junto a sus dos hijos...