Capítulo 25

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ZELDA

—Pensaba que el vino de Lanayru era tu favorito, Zelda —dijo el rey Sidon. Sonreía, aunque había cierta confusión en su mirada.

Sus palabras no eran del todo ciertas, aunque es no lo dije en voz alta. Las bebidas que más me gustaban eran aquellas que se hacían en Gerudo. Tenían un sabor fuerte pero agradable, que quemaba en la garganta, aunque tardaban en nublar los pensamientos una vez te acostumbrabas a la bebida. Necluda y Gerudo estaban casi en puntas opuestas de Hyrule, así que las bebidas procedentes del desierto eran un bien raro que solía atesorar.

—No bebe porque está embarazada, idiota —dijo Riju, que se había sentado junto a mí.

La soldado que Riju había traído consigo se removió desde la puerta con cierto nerviosismo. Link estuvo a punto de ahogarse en su pellejo de vino especiado, aunque sabía que solo intentaba tragarse la risa. Los demás apenas se inmutaron. Riju nos trataba a todos con la misma familiaridad. Se tomaba ciertas libertades cuando estábamos a solas.

—Lo sé —dijo Sidon con el ceño ligeramente fruncido—. ¿Qué tiene eso que ver?

Riju puso los ojos en blanco, y yo decidí intervenir entonces. Riju tenía el don de las palabras. Había crecido, y no había tardado en descubrir que tenía una mente afilada. Se convertía en un filo cortante cuando bebía. Las gerudo se envalentonaban con la bebida incluso más que los hylianos.

—Los curanderos aconsejan que las mujeres hylianas no bebamos mientras estamos esperando —repliqué con una sonrisa diminuta.

Sidon abrió mucho los ojos.

—Diosas Doradas, ahora que lo pienso creo que recuerdo haber recibido lecciones sobre ese tema hace unos años. —A saber cuánto tiempo eran unos años para los zora—. Lo había olvidado casi por completo. Disculpadme.

—No te disculpes —repuse yo—. No es como si fuera un insulto o algo parecido.

Escuché un carraspeo al otro lado de la mesa. Yunobo nos miraba con cierta timidez. Apenas había cambiado en los últimos años, aunque siempre que veía a Link insistía en haber mejorado alguna técnica de defensa. Entrenaba con Link al menos una vez cuando se encontraban, normalmente solo en los concilios. En esa ocasión, sin embargo, Link había declinado la invitación casi al instante.

—Los zora salís de huevos, ¿verdad? —preguntó Yunobo. Hubo un breve silencio y, si su cuerpo no estuviera hecho de roca, suponía que el goron se habría ruborizado. Clavó la vista en la madera de la mesa con cierto nerviosismo—. Al menos eso he oído en las minas. Teba me lo contó una vez.

Teba dio un respingo.

—Yo no he dicho nada.

La sonrisa de Sidon se hizo más amplia. Se puso en pie y, no por primera vez, me fijé en que era más alto y fornido que la última vez que lo habíamos visto. Apenas podría entrar en nuestra tienda.

—En efecto —dijo Sidon, aunque no dio más detalles. Puso una mano en el enorme hombro de Yunobo—. Algún día, amigo mío, iremos juntos al Dominio Zora. Así verás todas las maravillas que pueden hacerse con gema luminosa, aunque vosotros los goron no le deis tanto valor. ¡Contemplarás auténtica belleza!

Yunobo le enseñó una sonrisa. Solía mostrarse entusiasmado ante la perspectiva de partir de viaje.

—Al jefe le encantaría librarse de mí por unas semanas. —Se volvió hacia Sidon—. ¿No tendrías obligaciones que atender? Como rey, ya sabes...

Sidon hizo un gesto de desdén y volvió a tomar asiento. Él tampoco había cambiado mucho. Había encajado en su puesto por fin, y era un gran aliado entre los vejestorios estirados del Consejo Zora. Siempre se podía contar con el rey Sidon para que nos apoyara. Seguía siendo algo descuidado, pese a ello.

Luz dorada y espadas olvidadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora