LINK
Soñé con el Cataclismo otra vez. Estaba acostumbrado a soñar con aquel día, aunque siempre me asustaba. Particularmente en esa ocasión.
Soñé que corría y corría, y los familiares sonidos de disparos de los guardianes se oían cada vez más cerca. Todo ardía, y sentía el calor de las llamas a mi lado, tan cerca que estuve seguro de que tendría quemaduras.
Sin embargo, pronto llegué a un claro. El Cataclismo se alzaba allí, en la última forma que había adoptado antes de que todo terminara. Era diez veces más grande de lo que recordaba, casi tan alto como el castillo, y la malicia se retorcía a su alrededor. Me di cuenta de que no tenía ningún arma cerca. Escuché el disparo de un guardián y el dolor me cegó.
Me desperté con un sobresalto. Intenté incorporarme, pero el dolor seguía siendo cegador, como si de verdad hubiera recibido aquel disparo de guardián, así que intenté moverme lo menos posible. Los pulmones me ardían, e incluso respirar era un infierno. Contuve un gemido de dolor.
Caí en la cuenta de que estaba sobre algo duro, y a mi alrededor solo había oscuridad. Me obligué a olvidar el dolor por un instante y a pensar. A recordar.
Lo comprendí muy deprisa. Más de lo que había esperado, incluso. Estaba en la prisión de Hatelia, aunque no recordaba cómo había llegado allí. Debía ser de noche porque ninguna luz se colaba por los barrotes de la ventana. Sentí como el corazón se me hundía. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?
Conseguí incorporarme, aunque el dolor fue abrasador. Me pregunté si tendría alguna costilla rota, aunque al palpar no percibí nada raro. Solo el dolor palpitante. Percibía rastros de sangre seca en el rostro.
Me apoyé contra la pared de la celda. Era pequeña, aunque eso lo sabía porque yo mismo había dado el visto bueno a los planos. De hecho, yo mismo había insistido en que se construyera una prisión en Hatelia, hacía unos años. Y ahora estaba encerrado allí. Me habría reído de no ser porque sentía ramalazos de dolor con solo parpadear.
Sentía las cicatrices magulladas. Diosas, ya no estaba hecho para enzarzarme en peleas. No podría soportarlo. Tal vez, siendo más joven, aquellos golpes no habrían supuesto un inconveniente, pero ahora la situación era distinta. Sabía que me había excedido en el pasado, y el dolor solo empeoraría con los años. Esperaba que, cuando fuera un anciano, estuviera entero.
Pensé en Zelda entonces. Ella querría una explicación de lo ocurrido. Se la merecía. Había actuado sin apenas pensar y sin que ella estuviera al tanto de mis planes, y tal vez estuviera enfadada por ello. Debería estarlo. Lo que había sucedido frente a la muralla de Hatelia nos ponía en una posición delicada, y quería que decidiéramos nuestros próximos pasos juntos. No podíamos perder nuestra posición. Zelda había trabajado por ello, y jamás me perdonaría que se lo arrebataran por haber actuado de forma temeraria.
Escuché con atención, aunque no me llegó ningún sonido. Allí no había guardias, aunque tampoco estaba en condiciones de intentar escapar. Así que me acomodé como pude contra la pared y esperé.
No tuve que esperar mucho, para mi sorpresa. Solo un rato después, escuché un tintineo de llaves, y luego la puerta de las celdas se abrió con un chirrido.
—No tardes mucho —dijo una voz.
Una figura encapuchada empezó a moverse por las celdas. Me incorporé con esfuerzo, rezando por que no fuera el alcalde de nuevo. No tenía energías para enfrentarme a él en aquel momento.
—¿Link?
Sentí alivio al reconocer la voz de Zelda. La llamé, y ella siguió el sonido de mi voz hasta llegar a mi celda. Se arrodilló sobre el suelo sucio y lleno de tierra y sacó unas llaves. La cerradura cedió y los barrotes se abrieron con otro chirrido ruidoso.
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Luz dorada y espadas olvidadas
Hayran KurguHan pasado ocho años desde que el Cataclismo fue derrotado. Hyrule está en plena reconstrucción y avanza hacia un futuro cada vez más brillante. Link y Zelda por fin han encontrado algo de paz con el pasado y viven en Hatelia junto a sus dos hijos...