Capítulo 15

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ZELDA

La debilidad desapareció tras unos días de descanso. No me sentía tan enferma, y podía moverme con normalidad de nuevo. Volvía a tener hambre y no vomitaba lo que comía. Me había dado cuenta de que tenía incluso más apetito que de costumbre. Link se había fijado también, y se había reído tanto que se había quedado sin respiración. Yo me había ruborizado, muy a mi pesar; ¿qué tenía de malo que hubiera probado dos cuencos enteros de la enorme lubina de Hyrule que Link había cocinado con hierbas? Debería haberse sentido halagado.

Sin embargo, no había dicho nada de aquello en voz alta. No estaba nada mal oírlo reír.

Link quiso hacer un guiso poco después de que Prunia se marchara. Había cocinado guiso para ella también, tal y como le había prometido, aunque entonces yo no había estado de humor para comer nada.

—Vas a enfermar por comer tanto —le dije entre risitas una mañana.

Él rebuscaba entre los armarios con una sonrisa diminuta en la cara. Me alegraba verlo más animado.

—Tú no probaste mi guiso —replicó, como si fuera lo más lógico del mundo—. Debería ser un crimen, Zelly. Pero ahora lo voy a arreglar.

Sacudí la cabeza, divertida.

—No pienso limpiar tu vómito después.

Él gruñó, pero no dijo nada más. Me cubrí con la capa más gruesa que tenía y me puse las botas. Luego me cubrí las manos con los guantes. Arwyn soltó una risita desde la mesa. Estaba lo suficientemente fuerte para salir de la cama, aunque siempre estaba envuelta en la manta que yo misma le había cosido y no la perdíamos de vista. Su fiebre había bajado por fin, pese a que había perdido algo de peso y aún sufría ataques de toses.

—¿Puedo ir contigo? —preguntó con un brillo de entusiasmo en los ojos.

Link se detuvo y me miró con el ceño fruncido. Yo acabé de ajustarme los guantes mientras le mostraba una sonrisa tranquilizadora. Me dolía que desconfiara de mí, no iba a mentir. Pero supuse que me lo merecía después de haberle mentido en una situación muy similar a la de ahora.

—Voy a buscar hierbas para tu guiso —le dije. Lo miré a los ojos mientras hablaba para que supiera que era cierto—. Y también voy a husmear un poco, ¿para qué mentir?

Él suspiró.

—Ten cuidado, Zelda. Es raro que no nos hayan vuelto a acusar. —Me dirigió una mirada llena de preocupación—. Y no deberías trabajar tanto.

Abrí la boca para replicar, pero el ceño fruncido de Arwyn me interrumpió.

—¡Mamá! —exclamó. Me miró con ojos suplicantes—. ¿Puedo ir contigo? Por favor... Seré buena.

Mi corazón se rompió. Me obligué a permanecer firme, aunque fue terriblemente difícil. Sobre todo cuando suplicaba. Nunca había podido resistirme a los ojos de Link, y los de Arwyn eran exactamente iguales.

—Lo siento, Wynnie —dije, y su gesto se ensombreció—. Me encantaría que fueras conmigo. Pero me da mucho miedo que enfermes otra vez. ¿Lo entiendes?

Sus hombros se hundieron. Yo me tragué el nudo en la garganta.

—No estoy enferma.

—No, y no sabes lo feliz que estoy por ello. Pero no quiero que caigas enferma otra vez. Suele pasar con la fiebres.

—¡No tengo las febres! —exclamó ella. Tenía los pequeños puños apretados y el rostro enrojecido por el enfado—. Es la luz, mamá.

Luz dorada y espadas olvidadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora