LINK
Sobraba decir que no estaba teniendo un buen día.
Había tenido que dormir en el suelo, porque estaba seguro de que Zelda me echaría a gritos si intentaba acercarme a la cama. Tal vez sería capaz de abofetearme. Así que me había preparado algo de té a medianoche, cuando solo quedaba una vela encendida y todo estaba en silencio. El té sabía a agua con un leve atisbo de hierbas. Incluso el té me salía mal. Jamás llegaría a prepararlo tan bien como Zelda.
Había estado dispuesto a hundirme en mi propia pena durante un rato cuando escuché pisadas suaves en las escaleras. Artyb tenía el pelo revuelto y los ojos muy abiertos.
—¿Papá? —me había susurrado—. No puedo dormir.
El plan había sido que durmiera con Zelda. O al menos ella se lo había llevado sin previo aviso. Iba a matarme cuando se enterara de que había dormido en el suelo, sobre un nido de mantas. Ya no podía enfadarse más, sin embargo.
Así que dejé el té a un lado y lo invité a refugiarse entre mis brazos, ocultos bajo el montón cálido de mantas. Él no había mentido cuando dijo que no podía dormir. Estaba verdaderamente inquieto.
—¿Y si viene un hombre malo? —preguntó en voz baja. Lo sentía temblar a mi lado.
—¿Por qué iba a venir un hombre malo? —repuse con el ceño fruncido. Él solo se encogió de hombros, sin mirarme, así que yo proseguí—: Si viene un hombre malo, tendrá que vérselas conmigo. —Le mostré los músculos del brazo con falsa arrogancia—. No sé si lo sabías, pero tu padre es el mejor. Pone en su sitio a los hombres malos como nadie.
Eso lo hizo reír. Luego me miró con un brillo de esperanza en los ojos.
—¿Wynnie está bien? —quiso saber.
Intenté que en mi gesto no se notara lo mucho que me dolía hablar de Arwyn. Había dormido durante la mayor parte del día. Y, cuando se había despertado, había sido para tomar su medicina y para murmurar algún delirio febril. Luego volvía a cerrar los ojos. El curandero decía que estaba mejorando poco a poco, y yo intentaba confiar en él. Era cierto que tenía mejor aspecto que la primera vez que la había visto al llegar a Hatelia. No había estado tan lúcida como la mañana en que Zelda fue a visitarla después de que descubriéramos lo del poder sagrado, pese a todo.
Pero estaba mejorando. Tenía que aferrarme a eso.
—Estará mejor todavía —le prometí a Artyb—. Pronto podrá volver a jugar contigo, ya lo verás.
Él asintió, entusiasmado, aunque luego miró a su alrededor y arrugó la nariz.
—Mamá está sola —observó.
—Lo está.
—Tú estás solo.
—Ahora no estoy solo —dije, abrazándolo con más fuerza. Él protestó y empezó a retorcerse para que lo soltara. Era demasiado listo.
—¿Por qué? —fue su simple pregunta. Yo comprendí a qué se refería al instante.
Le revolví el pelo, y él protestó de nuevo.
—Porque esta noche somos tú y yo contra el mundo.
Él preguntó qué significaba eso, pero yo me negué a contestar.
No se quedaba quieto, ni siquiera mientras dormía. Me asestó varias patadas en sueños, algunas tan dolorosas que se me saltaron las lágrimas. Así que, a la mañana siguiente, estaba dolorido, como si un goron hubiera pasado rodando sobre mí. No había recuperado energías del largo viaje, no había dormido bien en semanas y el té solo había hecho que él estómago se me revolviera. Pero me negaba a pedirle ayuda a Zelda.
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Luz dorada y espadas olvidadas
FanfikceHan pasado ocho años desde que el Cataclismo fue derrotado. Hyrule está en plena reconstrucción y avanza hacia un futuro cada vez más brillante. Link y Zelda por fin han encontrado algo de paz con el pasado y viven en Hatelia junto a sus dos hijos...