29 Café de higo

56 13 2
                                    

Después de descender del avión Sherlock y William se dirigían a su hotel en la capital francesa, además los dos habían rentado un vehículo por lo cual les era fácil desplazarse. Ambos estaban emocionados por su travesía además de que los dos hablaban el idioma y no tendrían problemas en desenvolverse. Por otro lado, no era la primera vez que estaban en Paris, pero era su primera visita compartida lo cual los llenaba de regocijo.

-¿Qué haremos primero?- le preguntó el rubio sintiéndose afortunado al ver las argollas doradas en sus dedos.

-Lo primero mi querido diente de león será probar el café de higo que venden en la cafetería cerca de nuestro hotel.

-¿Quieres comprobar si es mejor que el tuyo?- le dijo mientras levantaba una ceja.

-El mío es el mejor pues lo hago para ti.

-¡Sherly! ¿quieres matarme de felicidad acaso?

-No, solo quiero que sepas que tan importante eres para mí.

-Lo sé, me lo demuestras a diario- le dijo con una pequeña sonrisa y las mejillas levemente sonrojadas.

Entonces una vez estuvieron en el hotel desempacaron y se dirigieron a aquella cafetería que había nombrado Sherlock. Allí un camarero los atendió guiándolos hasta una de las mesas junto a la ventana donde se podía observar la gran arquitectura de un edificio antiguo.

-Queremos ordenar café de higo, por favor- dijo Sherlock en un perfecto francés

-Lo traeré enseguida

-Ah y sus mejores galletas- continuo William

-Anotado.

El lugar era adorable según la perspectiva del rubio y le agradeció a su esposo por invitarlo a esta cafetería. Ya eran las 11:00 de la mañana y sentían hambre pues habían tomado muy temprano el avión. Su orden llego en menos de diez minutos y olía muy bien, Sherlock con cuidado endulzo el café de su amado pues sabía la cantidad justa que al rubio le gustaba.

-Hasta en esos detalles me consientes, Sherly- le dijo con tono de voz amoroso.

-Por supuesto, yo nací para consentirte.

-Y supongo que yo nací para ser consentido- comentó risueñamente el rubio

Sherlock rio de esa manera que hacía que William suspirara enamoradamente y después de unos segundos probaron sus cafés de higo. Lo encontraron maravilloso y se lo bebieron con gusto, las galletas también estaban exquisitas y su sabor era muy disfrutable.

Una vez terminaron su desayuno se dirigieron hasta donde habían dejado estacionado el auto que rentaron. Decidieron ir primero al museo del Louvre pues había una exposición de naturaleza muerta que le parecía muy interesante a William. Se habían informado acerca de aquello antes de iniciar el viaje y se aseguraron de lograr obtener las entradas.

Una vez allá William se encargo de señalar que varias de aquellas obras de arte correspondían a una proporción aurea.

-Sabía que era una buena idea venir, podemos explotar esa pasión por las matemáticas que tienes tú- le dijo Sherlock risueñamente.

-Mr. Holmes, creo que ha dado en el clavo. ¿Puedo besarlo aquí y ahora?- dijo William

-Por supuesto, Mr. Holmes- concedió saboreando cada letra.

Entonces se besaron en frente de un cuadro lleno de higos y otras frutas, por otro lado, la naturaleza muerta estaba tan bien pintada que parecía completamente real. Siguieron incursionando en las otras exposiciones hasta que llegó la hora del almuerzo. Para esto tenían planeado hacer un picnic en el campo de marte enfrente de la torre Eiffel. Ya tenían la manta y solo faltaba comprar la comida en un supermercado.

-Creo que algo de queso, fruta, pan y vino estaría bien- dijo William calculando su presupuesto de manera magistral.

-¡Ese es mi Liam!- Exclamo con entusiasmo Sherlock.

Una vez tuvieron todo lo necesario se dirigieron hasta el campo de marte, pero no había donde sentarse pues estaba lleno de parejas. Sherlock analizo rápidamente el lugar y determino una manera de hacerse con un sitio.

Con cautela se acerco a una pareja y después de unas deducciones rápidas determino que el hombre engañaba a la mujer. Esto provocó una pelea y por ende el lugar quedo libre lo cual fue aprovechado por el detective.

-Eso fue sucio- comentó William

-Si lo piensas bien les hice un favor- dijo Sherlock mientras ordenaba las cosas.

William suspiró pues sabía exactamente con que tipo de hombre se había casado, pero no lo cambiaría ni siquiera un poco. Disfrutaron su comida y conversaron amenamente, todo era perfecto en su viaje de luna de miel.

Sin embargo, nuevamente se puso a llover por lo que tuvieron que guardar todo para irse de nuevo al hotel. Allí se dieron una ducha caliente pues terminaron empapados y los dos conversaban mientras caía el agua de la regadera.

-Pff no puedo creer que esto pase de nuevo- se rio el rubio.

-No te rías Liam, no es gracioso- dijo Sherlock intentando aparentar seriedad.

-Pero es que lo es. Era tan probable que debimos verlo venir.

-¿Por qué lo dices?

-Estamos en invierno después de todo y pronto será tu cumpleaños.

-Así es, lo menos que quería como regalo era esto. Aunque si debo admitir que es gracioso

-Así es.

Así fue el primer día de luna de miel de aquellos dos y los siguientes fueron igual o más divertidos.

FrutalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora