Capitulo 22

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El coche se estacionó frente a la entrada del hospital, el hombre junto a la pequeña bajaron e ingresaron al hospital.

─ Buenas tardes, necesito el número de la habitación de la señorita Aoi Hattori ─habló a la enfermera de recepción.

─ Si, es la 777 en el tercer piso ─le indicó con una sonrisa.

El gobernador agradeció y camino hacia el elevador acompañado de un guardaespalda y su pequeña hija que no ocultaba su emoción para ver a la mujer que la había salvado.

─ Papi, crees que le agrade, no podíamos conversar mucho por qué ella estaba muy lastimada y yo tenía mucho miedo ─habló la niña.

El hombre colocó su mano en la cabeza de la niña en señal de cariño.

─ Por supuesto que si, pero después deberás dejarme con ella a solas ─responde con una sonrisa.

Llegaron al piso indicado y las puertas del ascensor se abrieron, por la parte de Kokonoi y los demás voltearon a ver de donde provenía la vocecita chillona, Mochizuki abrió con grandeza los ojos al ver a aquél hombre.

─ Gobernador ─murmuró el, Kokonoi y los demás se sorprenden también.

El hombre llegó hasta ellos, Mikey por su parte se colocó detrás de todos y discretamente colocó su mano izquierda en la espalda baja, dónde estaba guardada su arma, Rindō se acercó de decirle algo en la oreja y bajó la guardia.

─ Que hace el distinguido señor por el hospital ─habló Mochizuki.

─ Vengo a ver a la persona que está internada aquí ─señaló la puerta de Aoi─ Tengo asuntos personales con ella ─.

─ ¿Por qué? Acaso va entregarla a la policía, sabiendo su estado ─reclama Baji acercándose al hombre.

─ Lo que hablaré con la señorita es entre ella y yo nada más, no tengo un motivo de decirle a ustedes, ahora sí me permiten mi hija quiere verla ─dicho esto tomó la mano de la niña y se encaminó hacia la puerta.

Está se abrió y la niña pudo ver a su salvadora, estaba realmente mal, toda golpeada con varias vías, pero aún así la vio con una pequeña sonrisa que luego fue remplazada con una mueca de dolor.

─ ¡Señorita es bueno volver a verla! ─dijo la pequeña con emoción.

Mientras tanto el gobernador no salía de sorprendido al ver quién era la que estaba postrada en aquella camilla del hospital, era nada más y nada menos que la impecable empresaria Aoi Hattori, definitivamente ella no podía ser líder de la mafia japonesa.

─ Se lo que está pensando, gobernador ─habló Aoi─ Pero antes que nada debe sacar a la pequeña de aquí ─.

La niña sin entender pudo agradecer mucho a la mujer para después por orden de su padre salir por unos minutos, la habitación quedó solo entre ellos dos y el ruido del aparato.

─ Cómo... Cómo es que tú...? ─dijo el hombre sin salir de su shock.

─ Yo solo soy alguien temporal en la Yakuza, no soy la líder suprema, digamos que esto es un préstamo es que de hecho el plazo ya acabó ─dijo.

─ Entonces si no eres tú, entonces quien ─habló.

─ No puedo revelarle nada de eso, mi objetivo ya esta cumplido ahora que todo el imperio de ese hombre desapareció ante mi ─contesta.

El hombre jamás había imaginado que ella solamente sería un peón, pensaba que en todos estos años aquella imponente organización era comandado por un hombre, después de todo nadie sabía que es lo que pasaba en aquella mafia, ni la policía japonesa podía acercar su trasero a los distritos tomados por esta organización.

DIVINA DESTRUCCIÓN | RAN HAITANI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora